Prólogo

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El viento me daba en la cara, como odiaba eso. Odiar curiosa palabra, como odio cuando estoy en clase y tengo que coger apuntes, o hacer exámenes... bueno odio la vida del estudiante en general. Además tengo que aguantar a insufribles compañeros y aún más  a insufribles maestros. Como odio a esa típica maestra que te pone exámenes al día siguiente o que me  digan que algo no es importante y que luego entre para el examen, les tiraría un boli a la cabeza.

Bueno a lo que iba, un día iba caminando por la calle. Recuerdo que ese día marcó el comienzo de todo. Aquel diciembre de hace dos años... Es extraño contar a alguien todo que lo paso, nunca lo he hecho y no pensaba hacerlo.

Ese día iba por la calle por una zona poco común ya que me dirigía a casa de una amiga que vivía lejos porque había quedado con ella para ver la película de Alicia en el país de las maravillas. Nunca había ido a su casa lo que es extraño porque llevábamos mucho tiempo juntas. Pero Shiva siempre había sido muy reservada sobre su vida, su familia y sobre todo con lo que hacía por las tardes. Cada vez que le preguntábamos que hacia nos contestaba que tenía que hacer "cosas" pero ¿qué cosas?

Mis amigas llegaron a un punto donde dejaron de insistir. Shiva era de estatura media, aproximadamente un dedo más pequeña que yo, pero esta resaltaba cada vez que entraba en una habitación por su cabello rojizo y ojos verdes; todo el mundo se paraba a mirarla y muchas querían imitar su estilo. Shiva normalmente se vestía con jerséis de punto y faldas o pantalones ajustados, los cuales siempre llevaba bien combinados. No como yo; que para ir al instituto cogía lo primero que veía en el armario, solía vestirme con unas mayas y una sudadera.

Shiva era muy buena amiga pero era muy misteriosa y con el tiempo la verdad  es que me había acostumbrado a no saber nada y ya había dejado de insistir, como las demás. Aunque a diferencia de las ellas yo seguía quedando con Shiva. Solía quedar con ella los viernes por la tarde.

El resto de días, buscaba otras personas para salir; una de esas personas acabo siendo mi alma gemela Keith. Keith me complementaba muy bien, era como el queso de mi pizza o como los cereales de mi leche.

Llevaba ya 10 minutos caminando, si lo llego a saber me cojo la moto de mi hermano; el tonto ese que vive en la habitación de al lado, echaba peste y hacia ruido pero que cuando se lo pedía me dejaba su moto, para algo tenía que ser útil.

Mientras caminaba note un olor algo extraño, provenía de un banco donde habían unos chicos y chicas con pintas raras. Cuando me acerque noté que mis sospechas se confirmaban era: mariguana y debo decir que en grandes cantidades ya que tenía los ojos muy rojos y la nube de humo se veía a diez metros. Esto me recordó a una clase de filosofía que impartía mi profesor favorito ya que nos contaba numerosas anécdotas. Por  ejemplo que Santo Tomás tuvo un éxtasis místico mientras se fumaba un porro. Tal vez estaba equivocada y los porretas eran los antiguos santos.

Los chicos del banco parecían muy felices, esto me dio envidia por un momento pero luego recordé que era por el efecto de las drogas. Cuando pase por su lado, pase rápido, casi sin levantar la vista porque había una chica a la que conocía y no quería que me reconociera.

Tras pasar el banco me encontré casi al instante con la casa de mi amiga. Era el número 50. Fui a tocar al timbre, pero no tenía timbre, así que use la aldaba la cual tenía forma de la cabeza de un león. Di tres golpes  y sonó un eco. Mi amiga apareció casi de repente, no había escuchado ni los pasos parecía que hubiera estado en la puerta esperando. Me invitó a pasar y la seguí.

Lo que más me llamo la atención al entrar es que la casa era blanca o al menos la parte a la q me alcanzaba la vista pues había un pasillo inmenso que conducía a numerosas habitaciones con las puertas cerradas, mientras que fui avanzando logré ver las puertas con más claridad; algo me impacto de ellas , era el hecho de que estas tampoco tuvieran picaporte sino pequeñas cerraduras y aldabas en la parte superior, a diferencia de la puerta principal los animales iban variando y esta vez no habían leones. Las primeras que vi eran de un zorro, un tigre, un elefante...pero al final del pasillo justo antes de llegar al salón  había una puerta negra esta llamo especialmente mi atención pues esta tenía un picaporte de oro con unas letras gravadas en cobre: "Quod si output est ostium?".

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