1. when you were here

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Besé tus labios y en seguida supe que no querría besar otros en toda mi vida. Estuve esperándote tanto tiempo, que llegué a creer que había aprendido a vivir sin ti. Creí que podía llegar a amar a otra persona tanto como lo hice contigo, incluso más. Me convencí de ello, literalmente creí que lo había hecho, cuando me casé con ella.

Y no lamento haberlo hecho, porque la quise, y la quise tanto... Por mi vida que sí lo hice. Lo sé porque me duele hasta lo más profundo de mi ser que se haya ido y que ahora sienta que todo lo bueno que tenía en mi vida se lo debo a ella. Lo poco que había se lo llevó el día que se fue y ahora está muerta, como todo lo demás.

Yo estaba sentado en la alfombra, con esa botella de ron en la mano que sus padres nos habían regalado meses anteriores por nuestro aniversario, estaba a medio beber cuando puse mis ojos en ella y me la bebí toda al recordarla.

Bebimos unos cuántos tragos ese día. Nos pegó tan fuerte que terminamos dejándola en el suelo de la sala para hacer el amor toda la noche y toda la madrugada, hasta ver cómo amanecía a través de los ventanales y la chimenea se apagaba poco a poco frente a nosotros, y yo la miré cuando comenzó a reír tan tiernamente como siempre lo hace. Hacía, cuando sonreía al verme y sus ojos brillaban. Eso era todo lo que necesitaba, lo que me llenó por completo mientras él no estaba.

Lo peor no es que se haya ido, lo peor es que no lo he perdido todo.

Estaba tan sediento esa noche. A pesar de haberme bebido todo el alcohol que había en casa, sentía que aún había algo que podía beber, y tratando de recordar lo que era, marqué su número de teléfono con la cabeza en el piso.

Esperé unos segundos, y escuché su voz, y fue como tomar aire de nuevo.

—¿Hola? —Estaba confundido, pero sabía que era yo. Yo sabía que así era.

—¡Hola! —Dije levantándome del piso con toda la agilidad que tenía disponible, sorbiendo mi nariz y secando mis lágrimas con el dorso de mi mano, intentando sonar lo más sobrio posible—. Hola, hola. —Seguí diciendo, lamentándome por repetirlo tantas veces—. Ah, lo siento... sé que es tarde y no creí que contestarías. ¿Cómo estás? ¿Estabas dormido?

Escuché un suspiro largo de su parte, mostrando lo incómodo que estaba. Tal vez lo había despertado, tal vez estaba esperando otra llamada y sólo contestó por error, o tal vez sólo estaba siendo amable al no colgar en seguida al escuchar mi voz. Yo sólo trataba de respirar profundo y no sonar ebrio ni desvariar. Quería decirle tantas cosas. Habían pasado años desde la última vez que nos vimos: el día en que me casé, que juró estar feliz por mí y luego desapareció por completo de mi vida y jamás volvió a buscarme, y yo por el bien de mi matrimonio hice exactamente lo mismo.

Pero, curiosamente, seguía viviendo en esa casa, la casa donde me invitó a pasar ese verano, que había sido el mejor verano de mi vida, el que pasamos juntos. Curiosamente el número de teléfono seguía siendo el mismo y yo aún me lo sabía de memoria. Jamás lo anoté en ningún lado, no quería que ella llegara a descubrirlo.

Esperé su respuesta unos cuantos segundos, que se hicieron eternos. Podía sentir mi corazón desbocado y unas ganas de increíbles de vomitar provocadas por los nervios combinados con botellas y botellas de alcohol.

—Ah... Jo, son las seis de la mañana, ¿está todo bien? —¿Las seis de la mañana? Mi cuerpo se sacudió violentamente por el escalofrío que me provocó escuchar mi nombre en sus labios nuevamente, y comencé a sudar tanto que sentía mi camisa pegarse a mi espalda. Sentía cómo el alcohol me abandonaba en cada gota de sudor que resbalaba por mi cuerpo. Intenté controlar mi respiración agitada, sin éxito. Estaba seguro de que me estaba escuchando a través de la bocina. Estaba escuchando su voz de nuevo, maldita sea, y era tan hermosa, tan melódica. Y lo mejor: no estaba gritándome con rencor que lo dejara tranquilo, y tampoco mencionó a Jane, de hecho, se escuchaba bastante tranquilo y en paz. Me pregunté seriamente si estaba seguro de hacer esto, pero, carajo, lo necesitaba tanto que ni siquiera yo lo creía, y estaba seguro de que no era el alcohol; mi cabeza daba vueltas a causa de este, pero escucharlo diciendo mi nombre me había traído a la realidad tan rápido, que no podía dejarlo sólo así. No podía colgar, sabía que debía, pero no podía.

whole lotta loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora