Capítulo 1: CAMINO
.El sol comenzaba a ocultase entre las montañas, lento, sereno, dejando tras de sí…. una de estela melancolía, ecos a la distancia y las sombras distorsionadas de los árboles, los últimos vestigios de calor de un día de primavera. Acompañados del afable viento susurrante, el sonido de los cascos de las patas de los caballos y un suspiro cansino saliente de sus labios delgados.
—Ya casi llegamos… —habló su padre a su lado, llamando su atención y la de su pequeño hermano quien se situaba en el mismo caballo que el hombre mayor, entre su regazo. —Detrás de esa colina… — Señaló con su mano derecha, los pequeños hombrecitos dirigieron sus miradas hacia donde indicaba. — Se encuentra la ciudad real.
— ¡Por fin! —Exclamó el más pequeño de sus hijos levantando sus brazos alegremente. — ¿Es cierto que es muy grande padre? —Cuestionó emocionado mirándolo hacia arriba.
—Lo veras con tus propios ojos cuando lleguemos... — Mencionó su padre. — Pero, si es muy grande. — El niño ensancho aún más su sonrisa, su padre colocó una mano en su cabeza cariñosamente y después volvió la vista al chico a su lado, montado en otro corcel, igual de grande que el propio, su hijo se veía un poco más pequeño encima de esa bestia pero aún así lo sabía dirigir con maestría envidiable. — ¿Y tú Sesshōmaru? ¿Estas feliz de llegar aquí? — Cuestionó.
Su hijo mantenía la vista al frente, su rostro serio de diez años no daba pistas de sentimiento alguno; frio como tempano, duro como roca, sombrío cual abismo. Recordaba con neutralidad como semanas atrás su padre le informaba tranquilamente que abandonarían su cómoda aldea, para ahora vivir en la gran ciudad real donde él pasaría a formar parte de la guardia y seguridad de la familia imperial, por lo cual era con seguridad sabido que tanto él cómo su pequeño hermano seguirían su pasos. Eso no lo molestaba, es más le agradaba, su padre siempre había sido su más grande ejemplo así que seguir sus pasos era su más grande anhelo, convertirse en un gran guerrero como él, y en un futuro incluso superarlo, convirtiéndose en el mejor de la historia, que su nombre fuera recordado por siglos reconociéndolo, posicionándolo entre los más grandes; respetado, temido.
Siempre había vivido en la aldea que ahora yacía a numerosos kilómetros detrás de ellos, desde el día de su nacimiento, allí había vivido tristezas y alegrías, allí comenzaron sus sueños de guerrero, había dejado tras de sí tantos recuerdos y memorias para dar paso a una nueva vida llena de oportunidades y nuevos retos a vencer; algo que lo emocionaba, no obstante no lo manifestaba.
—Humm. — Masculló sin más, apretando ligeramente las riendas.
—Tomare eso como un “Si”. — Dijo Inu no Taishō.
Después de varios días de viaje, por fin ante ellos se encontraba lo que sería su nuevo hogar. Una gran y enriquecida ciudad, magnánima, con crecido bullicio, casas de distintos materiales, extensos puestos de negocios, equilibrada vegetación, alumbrada ya, por las luces de antorchas y lámparas ante la caída completa de la noche. Llegaron a las enormes puertas de madera gruesa; entrada principal de la localidad y después de hablar con uno de los guardias sobre el asunto por el cual estaban allí y este, al no observar nada sospechoso en los viajeros, les dio entrada libre. Se abrieron paso entre las concurridas y alegres calles hasta llegar al majestuoso palacio, el cual estaba un tanto alejado de la metrópolis, resguardado por cientos de guardias alrededor, les dieron permiso para entrar, aunque tuvieron que dejar a los caballos fuera de los bordes de la muralla y con ellos todas sus pertenecías. Sus pies, aún cubiertos por su calzado, tocaron el suelo reluciente de alabastro, el aroma cítrico de incienso invadió sus fosas nasales y el ambiente tibio les dio una buena acogida. Siguiendo en silencio al guardia frente a ellos, Sesshōmaru apreciaba la bella arquitectura nipona con un rápido vistazo, le pareció haber visto la sombra de alguien pequeño correr entre los pasillos, sin más volvió la vista al frente hasta entrar a un gran salón decorado con un par de figuras de leones dorados, campanas de metal, lámparas de papel, banderas con el símbolo de la familia y varios detalles más.
—Su majestad, ha llegado uno de los hombres que serán parte del nuevo regimiento. — Mencionó el guardia haciendo una profunda reverencia ante el hombre en frente, quien se encontraba sentado en un solemne trono sobre una plataforma cinco escalones hacia arriba.
—Hazlo pasar. — Habló quietamente, el guardia se hiso a un lado y les abrió paso, el trio se acercó un poco más y al estar lo convenientemente cerca, juntaron sus manos, se arrodillaron y se inclinaron bajando la mirada.
—Sus majestades. —Dijo respetuosamente el mayor.
—Pónganse de pie, — Pidió y ellos obedecieron. — Sean bienvenidos a nuestra ciudad y nuestro palacio. —Dijo extendiendo sus brazos ligeramente con una agradable sonrisa en el rostro; un hombre de tez ligeramente bronceada, cabellos negros y ojos color café oscuro, pero con una particular mirada que trasmitía confianza y generosidad, ataviado en un elegante Haori en gris y azul oscuro con detalles blancos, a su lado derecho se encontraba un trono más pequeño, más parecido a un banco común, en él estaba sentada una hermosa mujer de oliva mirada, su castaño cabello estaba recogido en un esmerado peinado, decorado con hermosos y dorados adornos florares, un kimono en combinación de clores azul cielo y verde seco cubría su cuerpo posicionado en una perfecta y recta postura; espalada derecha, hombros firmes, pecho hacia adelante, mentón elevado, manos juntas sobre su regazo y piernas unidas.
—Les agradecemos profundamente su generosa bienvenida. —Dijo Inu No.
—Les agradecemos. —Mencionaron al unísono los hermanos aun con la mirada agachada.
—Dime tu nombre. —La voz del hombre del trono era parsimoniosa y pacífica pero regia y firme.
—Inu No Taishō su majestad, vengo de las tierras del oeste, es para mí un honor servir al magnífico emperador Keiji Tokugawa y a toda la familia real, no solo yo, mis hijos aún en su corta edad están dispuesto a servirles cuando usted los disponga u ordene, daremos inclusos nuestras vidas por ustedes. — El emperador y su esposa sonrieron.
—No llames a la mala fortuna hombre, en este palacio no nos gusta hablar de la muerte. —Suspiro. —Así que vienes del oeste, he oído mencionar tu nombre entre halagos y temor, te has convertido en casi una leyenda en nuestras tierras, mi familia y yo estamos complacidos de contar con tal guerrero junto a nosotros, tus hijos y tú desde ahora disfrutarán de la riqueza y las maravillas de este reino así como también de mi confianza, en el límite este, está el área de las barracas, en una de ellas se acomodarán de ahora en adelante, a partir de mañana te unirás a la guardia oficialmente, igualmente tus hijos podrán empezar con su entrenamiento dentro de unos días ya que ahora se está coordinando todo para reunir a los demás niños que se unirán, además deben acostumbrase primero a su nuevo ambiente en el palacio…
Repentinamente una puerta lateral se abrió lentamente, Sesshōmaru e Inuyasha instintivamente miraron hacia dónde provenía el ruido, dejándose ver una mujer mayor, de cabellos canosos y postura un poco encorvada, se acercó a la mujer junto a Keiji e hiso una leve reverencia.
—Disculpen ustedes mis señores.
— ¿Qué sucede Kaede? — habló la emperatriz.
—Se trata de la princesa, aún no quiere tomar su baño y dice que no lo hará hasta que su madre la emperatriz Hanako vaya con ella. —Finalizo Kaede con una ligera sonrisa, Sesshomaru entornó la mirada levemente y volvió a bajar la mirada.
—No sabía que había una princesa… — Susurró Inuyasha a su padre, quien lo silencio levemente. La señora del palacio suspiro alargando sus labios y mirando a su esposo, él entendió y asintió levemente la cabeza sonriendo igualmente. Hanako se levantó, hiso una reverencia a su señor y bajó los contados escalones para dirigirse a la misma puerta por donde Kaede había entrado, justo en ese instante un pequeño ser envuelto en un kimono de tonos rosados entró corriendo dejando escuchar su entonada carcajada infantil, lanzándose a los brazos de su madre quien la recibió con los brazos abiertos aunque un poco desprevenida.
— ¡Madre! —Su voz era aguda y melodiosa. —Te estaba esperando en mis aposentos.
—Lo se mi bella flor, ya me dirigía para allá, es que tenemos invitados. —Mencionó girando hacia los Taishō, la pequeña dirigió su vista en la misma dirección que su madre, encontrándose con un trío de cabelleras platinadas, quienes apropiadamente mantenían la mirada baja ante sus superiores. Sesshōmaru, al sentir la fuerza de una mirada sobre él súbitamente y por instinto elevó sus orbes encontrándose en el camino con una brillante mirada, de un tono achocolatado, tan profundo y espeso que sintió que podría sumergirse en el mar de esa mirada destellante, de repente esas pupilas se ocultaron por una décima de segundo tras un parpadeo, en el cual, distinguió las abundantes y risadas pestañas del ser, que un par de metros delante de él, desprendía un aura singular que le provocaba cierto cosquilleo en el cuerpo, un revoloteo en la mente, un temblor en el alma...
Los ojos de la niña destellaron con ímpetu ante la conexión de miradas que solo compartían ellos dos, pues al igual que él, en ella un soplo de sentimientos inexplicables le envolvió el espíritu. Tanto que reconocer y ninguna respuesta clara para sus jóvenes e inexpertos corazones que latían desbocados con solo dedicarse una mirada que para ellos parecía una eternidad y que solo fueron unos cuantos segundos.
—Sesshomaru baja la mirada. —Reprendió su padre, el mencionado parpadeó volviendo a su realidad y apretando los ojos dirigió su vista al piso nuevamente, por un momento creyó quedar segado por el túmulo de sensaciones de una sola mirada inefable.
—Tienes el don de aparecer en los momentos más inesperados pequeña, —Habló divertido Keiji a su hija quien en respuesta sonrió abiertamente mostrando todos sus dientes. —Ella es mi hija menor, la princesa Rin. —Dijo con orgullo y cariño el hombre. Sesshōmaru sintió que con solo escuchar nombrarle, el sismo en su ser volvía a emerger, estuvo tentado a subir la vista nuevamente hacia ella, pero aún le quedaba suficiente autocontrol.
—Es tan hermosa como su nombre bien lo indica, —Mencionó Inu No Taishō. —Deseamos que el cielo bendiga siempre a la princesa.
—Les agradezco, —Dijo Hanako y después volvió su vista a la pequeña. —Bien vamos ya. —Tomó su mano guiándola a la salida, donde Rin, al girar por el pasillo, dirigió una última mirada al muchachito que perturbo sus sentidos.
Por su parte, para Sesshōmaru, después de que ella se fuera, el tiempo pasó sin demasiada gracia. Después de que el emperador diera todas sus indicaciones, los tres se retiraron a su nuevo hogar, modesto, pero muy cómodo y acogedor. Acomodaron unas cuantas de sus cosas personales dentro de ella y en completo silencio se miraron esperando que su vida de ahora de adelante fuera compasiva para su propio bien. Inu No Taishō se colocó junto a Inuyasha acariciando su cabeza dirigió su vista frente a él, Sesshōmaru lo miraba en la misma posición, con su característica mirada fría.
—Vamos a estar bien. —Afirmó dándoles confianza a sus vástagos. Tres ligeros golpes se escucharon en la puerta y el padre se apresuró a abrir, frente a él se encontraba un hombre vestido con el uniforme de la guardia, entre sus manos sostenía una canasta cubierta con una manta limpia.
—De parte de su majestad, —Mencionó entregándosela. —Sean bienvenidos. —hizo una leve reverencia y se marchó. Inu No cerró la puerta y puso el paquete en una mesa baja, al mismo tiempo que sus hijos se acercaban para mirar, retiro la tela y se sorprendieron al ver que dentro de ella se encontraba: pan, un pequeño saco de arroz, unos cuantos pescados secos, fruta, tomates y patatas, huevos, un polvo para preparar té, un frasco con miel y para deleite de Inuyasha; unos cuantos caramelos. Nuevamente sus miradas se encontraron, su padre sonrió levemente.
—Se los dije.
Dentro del palacio, en una habitación grande y elegante se encontraba la reina Hanako con su pequeña hija, ahora que por fin había tomado su baño, se preparaba para dormir. Sentadas en un futón mullido su madre se encontraba tras de la princesa, cepillaba cariñosa y delicadamente su cabello mientras ella jugaba con una muñeca haciendo ruidos graciosos con su boca, parecía entonar una especie de melodía para que el juguete bailara al ritmo de sus manos.
— ¿Te divertiste hoy hija?
— ¡Sí!
—Cuéntame ¿Qué hiciste?
—Fui al gran jardín a cortar flores, hay muchas rosas pero los lirios se están marchitando…— dijo con un poco de tristeza al final.
—Lo se mi pequeña flor, pero no te preocupes tu padre ya ordeno a los jardineros hacer algo para que no desaparezcan, — Le consoló. — ¿Y qué paso después?
—Pues… con las flores que corte del jardín practique el Ikebana…
— ¿Hiciste un nuevo arreglo floral?
— ¡Sí! Kaede dice que me quedo muy bonito. —Dijo con una sonrisa para después inflar sus mejillas haciendo un puchero. —Pero Akihiro dice que parece un feo estofado a medio cocer. — Su madre soltó una pequeña y elegante carcajada, Kaede y otra chica que se encontraban un poco alejadas de ellas, pero atentas a cualquier situación también rieron.
—No debes creer lo que tu hermano te dijo, él es un hombre, no entiende de estas cosas.
—Está bien.
—Cuéntame que más hiciste hoy. —Rin quedo en silencio un momento, después mordió sus labios sonriendo.
—Hice un nuevo amigo.
— ¿De verdad? ¡Qué bueno! Dime ¿Cómo se llama?
—No lo sé. —Dijo encogiéndose de hombros sin dejar de sonreír
— ¿Es tu amigo pero no sabes su nombre?—Preguntó su madre extrañada, quien volvió la vista a Kaede pidiéndole una explicación con la mirada, la anciana mujer negó con la cabeza a su señora ante el cuestionamiento, ella había estado todo el día con la princesa y en ningún momento se habían cruzado con ningún rostro nuevo. — ¿Dónde lo conociste?
—Aquí en el castillo. —Respondió sencillamente, Hanako frunció el ceño con un deje de preocupación.
— ¿Y quién es ese nuevo amigo tuyo de nombre desconocido?—La sonrisa de Rin se hiso más grande.
—Es el niño que estaba hace rato en el salón del trono. —El rostro de Hanako se relajó, riendo para sus adentros.
—Ho… hablas del pequeñito de cabello alborotado…
—No, él no, —Afirmó. —Es el otro niño, el mayor de cabello alisado.
Hanako rio una vez más, mientras terminaba de acomodar el cabello e su hija.
—Pero pequeña, si ni siquiera cruzaron una palabra ¿Cómo se hicieron amigos?
— ¡Lo somos madre! —Respondió un poco ofendida. — Solo tengo que preguntarle su nombre, además ellos se quedaran aquí de ahora en adelante ¿verdad?
—Así es, formaran parte de la guardia.
—Estoy segura que seremos grandes amigos… viviremos grandes aventuras juntos, él es una persona maravillosa… —Se aseguraba a sí misma ilusionada.
— ¿Y cómo lo sabes?
—Solo lo sé. —Hanako dejo la peineta en un pequeño mueble al lado y abrazo a su hija.
—Eres una niña muy especial, —Beso su mejilla y se levantó. —Ahora a dormir, —Rin se acomodó entre las sabanas abrazando a su muñeca mientras su madre se arrodillaba un poco para acariciarle el rostro. — que tengas dulces sueños mi princesa.
—Que tú también los tengas madre.
—Hasta mañana. —Se puso de pie y seguida de las otras dos mujeres salieron de la habitación.
Cerca de allí en el área de las barracas los Taishō ya dormían plácidamente, o por lo menos un par de ellos, el mayor de los hijos de Inu No, reposaba solo en su futón mirando hacia el techo, su rostro estoico ocultaba su profunda incertidumbre ante el recuerdo de unos ojos oscuros que impactaron de lleno en sus psiquis, una niña tan diferente a cualquier otra que haya visto en su corta vida de diez años. Una frase en específico de ese encuentro lo sobrecogió.
—“Es tan hermosa como su nombre bien lo indica.” —Había dicho su padre y el significado en especial había sido bien elegido para la joven princesa. Sesshōmaru en su ignorancia infantil, en su inexperiencia en esos casos, no podía distinguir que tantas sensaciones, buenas o malas albergaban su cabeza y estómago, con cierto enojo y frustración buscaba dentro de sí alguna posible respuesta.
Una niña de ocho años, con una sola mirada, sin ninguna palabra, había provocado en él un padecimiento desconocido que lo tenía sumergido en la irresolución, esa niña no había sido otra más que la mismísima princesa del palacio imperial…
—Hermosa… serena… —pensaba Sesshōmaru en el significado de tres simples y llanas letras que estrujaron su ser. —Rin… —mencionó en un susurro fugitivo, el nombre de la flor más bella del oriente..
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…
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Hola, hola, les agradezco mucho que hayan leído esta historia, soy nueva en esta plataforma pero me emociona mucho escribir y aunque no lo haga muy bien me esmero, espero que les haya gustado aunque sea un poquito esta historia que es un poco diferente a todas las otras historias SessRin que he leído, es decir, en otras historias siempre se pone a Sesshōmaru como el chico adinerado y de mayor rango social y a Rin siempre se le colocaba como de un rango más bajo, por lo menos en las historias de esta pareja que yo he leído, y está bien, pero por mi parte tenía ganas de cambiar un poquito las cosas y esta vez poner a Sesshomaru como alguien de posición más baja y a Rin en un rango más alto socialmente ¿y qué mejor que una princesa y su guardián en la época antigua? Espero que no les molesten mis comentarios y les agrade un poco la idea.
Lamento mucho las posibles faltas de ortografía y si hay algún detalle o duda que quieran mencionar, háganmelo saber en un lindo mensajito, subiré los capítulos tan seguido como pueda.
Gracias nuevamente por leer, ¡besos!
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La Flor Más Bella Del Oriente (SessRin)
RomanceHace mucho tiempo, en la tierra del sol naciente, hubo una hermosa princesa dotada de gran belleza. Adorada y amada por toda su nación, en especial de un noble guerrero con ojos dorados cual sol de mediodía y cabellera plateada como la luna. sus vid...