5.- DEVOCIÓN

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La luz de la mañana llenó los campos y colinas, deslizándose sigilosa abriendo paso a una nueva jornada, los techos y torres del palacio han sido los primeros en recibir el calor del sol y dentro de la imponente residencia comienza el movimiento habitual del día a día. En las cocinas pronto se comienza a producir fuego y a preparar los alimentos requeridos, mientras algunos otros miembros del personal se encargan de preparar una mesa especial: Postrar una silla cómoda, abrir cortinas, colocar platos con comida, palillos delicados y  una humeante tetera de porcelana blanca además de un hermoso arreglo de flores recién cortadas.

Afuera mientras el roció en las hojas de los árboles se deslizan hacia el suelo, los guardias cambian turnos, es hora de que algunos vallan a descansar y otros inicien ronda. Un nuevo día ha iniciado…  Y con el, un joven de cabello plateado y ojos dorados también da inicio a un nuevo ciclo que se tornara poco apacible y usual en uno de los pasillos exteriores dando la espalda a la residencia tras de él, observa el aleteo juguetón entre un par de zorzales.

El viento era suave y cálido trayendo reconfortantes sensaciones de sentimientos anhelantes, puros y desesperados por ser desatados. No era una situación extraña para nada, no para él quien desde hace varias estaciones había aceptado para sí mismo sus emociones y a la par de ellos era constantemente consiente que sería imposible poder darles un final feliz…   

Aun así conservaba la calma, su lucha más grande era consigo mismo a pesar de que las trabas que le limitaban eran externos y le emboscaban por todos los flancos posibles. Inhaló suavemente y retomó camino hacia el interior y ahora de pie ante la entrada corrediza del comedor aguardaba el momento en que sus ojos volvieran verla, en ese pequeño lapso de tiempo de un día a otro fue inevitable sentir nostalgia por ella. Como su guardia personal, él debía encargarse de su seguridad en todo momento pero ese interés por ella iba obviamente muchísimo más allá de su deber como guerrero. Ahora con su imponente porte ataviado con su traje de capitán: pantalones negros, botas del mismo tono hasta las rodillas, una toga blanca con detalles dorados y rojos, muñequeras de acero oscuro en conjunto con un cinturón y un peto nada ostentoso y al lado izquierdo de su cintura se encontraba sujeta su espada. Aguardaba pacientemente a que ella apareciera para así llenarse con su presencia otra vez.

Dentro de una habitación más alejada en un ala especifica del palacio, varias mujeres se movían con destreza alrededor de una joven. Con delicadeza cubrían con prendas de suave tela su cuerpo, mantos de tonalidades azules y blancas, su cabello largo y oscuro fue recogido y engalanado con broches en forma de flores con cristales brillantes, con mimo colocaron pendientes de esmeraldas en forma de mariposas  con hilos de oro guindados de un extremo mientras su rostro fue embellecido con líneas suaves al borde de los ojos y un toque de polvo rosado en los pómulos al igual que sus labios. Cuatro pares de manos afinaban hasta el último y más fino detalle desde la cabeza a los pies: la caída de los mechones sueltos de su cabello, alisar las pequeñas arrugas en su vestido, ajustar adecuadamente el obi, colocarle los zapatos e incluso untar una exquisita esencia perfumada en sus manos y laterales de su cuello con una suave pincelada. Pequeños y minuciosos detalles realizados con gusto para preparar a su muy reverenciada princesa.

Esas jovencitas hacían su labor con amor y esmero pues el cariño hacia la princesa Rin podía palparse en cualquier sirviente del palacio y de reino. Terminados todos los detalles se le colocó un gran espejo en frente, el reflejo de la princesa sonrió tenue y floridamente agradeciendo así su labor a sus siervas quienes correspondieron con una inclinación.

Sesshōmaru seguía aguardando, en el mismo lugar sin moverse con las manos unidas y bajas, las piernas separadas y la vista firme al frente.
—Buenos días capitán Taishō—. Se escuchó la voz anciana de un hombre a su izquierda, Sesshōmaru viro solo sus pupilas a esa dirección encontrándose con un hombre muy conocido.
—Anciano Myōga —.Fue su forma de saludar tosca, grave y un tanto desdeñosa. Después regreso su vista al frente mientras el hombre mayor se colocaba a su lado portando unos cuantos pergaminos.
—Su majestad aún no llega, no debe de tardar… —Mencionó Myōga sin recibir respuesta de su joven compañero —.El día de hoy será un hermoso día… —Suspiro mientras Sesshōmaru le ignoraba realizando como único gesto un simple y lento parpadeo—. Cuando uno piensa que tendrá un poco de descanso las obligaciones caen hasta por las rendijas del techo—. Acostumbrado ya a su impertérrita actitud el anciano no mostró desazón, en cambio tomaría esa oportunidad para definir algo que se había estado macerando en su octogenaria mente desde hace un par de días —. Quiero aprovechar este momento para preguntarle capitán… — Súbitamente cambio su tono de voz vivaracho a uno más serio —. ¿Has notado algo extraño alrededor de la princesa? — Con esa pregunta el hombre se ganó la mirada del joven así como también toda su atención.
— ¿A qué te refieres? —Cuestionó con voz parca.
—Bueno sabes que desde que sus majestades y el príncipe murieron, la princesa inevitablemente se convirtió en un punto de atención para enemigos, es el único miembro de la familia real que queda con vida y hay varios enemigos que desearían ocupar su lugar… Mi deber como consejero es resguardar sus leyes y mandatos pero…— Su mirada y voz se volvieron nostálgicas—. También tengo una deuda con su fallecido padre de resguardarla de cualquier mal y no pienso faltar a ello —. Sesshōmaru entrecerró los ojos —. Y no es que dude o tenga sospechas de algo o alguien ahora mismo, pero nunca está de más preguntar— Le sonrió ligeramente, mas Sesshōmaru volvió la vista impasible.
—No deberías conjeturar tonterías, yo protegeré a la princesa… Siempre—. Myōga miro la determinación en los ojos ambarinos del muchacho así como también notó la compresión en sus puños, lo que provoco que sonriera sin poder evitarlo, ese muchacho era tan obvio en ocasiones. Sin embargo su duda y más aún su incomodidad respecto a la princesa no se disgregó.  

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⏰ Última actualización: Jan 16, 2020 ⏰

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