🔥Día 1🔥

3.3K 199 194
                                    

[De nuevo entre mis brazos]

.
.
.

El sol acariciaba suavemente la piel canela de cierto joven peliturquesa que se encontraba sentado sobre el pasto del instituto, con su guitarra sobre el regazo y un lápiz en su oreja derecha. La ligera brisa de la tarde ondeaba sus despeinados cabellos y hacía elevar algunos de los papeles que tenía a su lado, los cuales mantenía fijos al suelo gracias a su pierna. Suspiró una vez más, antes de recostarse sobre el tronco del árbol que le daba sombra y cerrar los ojos para así sumergirse en la lenta y pacífica melodía que su fiel guitarra creaba. A pesar de ser eléctrica, al no estar conectada a un altavoz, lograba crear un sonido más suave y tranquilo. 

Bon se dejó llevar nuevamente por sus emociones, soltando el aire que llevaba en sus pulmones de forma lenta y relajada, mirando ahora el cielo nublado con la mirada perdida. Sonrió, él había vuelto a su mente, nunca la había abandonado, al igual que en su corazón. Ahora mismo podía ver su rostro plasmado en la blanca nube que le privaba de la luz solar, o al menos el rostro que había visto partir de su lado hace ya un año atrás. No lo iba a negar, a pesar del tiempo que llevaban separados, él jamás había dejado de tener aquel puro y verdadero sentimiento por su adorado conejito. Aunque solo habían podido comunicarse por teléfono, pues justo cuando llegó a su apartamento nuevo, Bonnie iba a hacerle una foto para enseñársela a su maestro, pero de los nervios se le resbaló y cayó al suelo, rompiéndose al instante la cámara. Ahora ambos ríen ante aquel recuerdo, pero por aquel incidente Bon no había tenido oportunidad de ver más la hermosa carita de Bonnie, deleitándose entonces solo con su suave y tímida voz, quedándose ambos despiertos hasta altas horas de la madrugada charlando, riendo y recordándose lo mucho que se amaban y extrañaban.

Realmente deseaba verle de nuevo, seguía sin creer que aún no hubiera hecho la locura de marcharse de casa para ir a ver un día siquiera a su amor a cientos de kilómetros apartado de él, pero sabía que no podía por varias razones. Primera, el dinero no le caía de los árboles, y aunque su padre aprobara su relación -después de muchas semanas de aceptación- sabía que no le iba a ayudar con los gastos. Segundo, el instituto lo tenía agotadísimo, no tenía tiempo de casi nada. Las quedadas con sus amigas se habían reducido considerablemente por los exámenes y los muchos trabajos que les encargaban. Además, estaban en clases y grupos distintos, por lo que apenas se veían, con suerte un fin de semana al mes y en la cafetería a la hora del almuerzo. Lo único bueno de aquello era que lo había mantenido alejado de distracciones, como lo que estaría haciendo su conejito en ese momento, si estaría bien, si ya habría hecho amigos, o cosas así.

— Mmm...— musitó algo distraído pasando la punta redonda del lápiz por su barbilla, rascando su ligera barba mientras pensaba—. ¿Quedaría bien si le pongo un tono más grave?— miraba sus hojas de nuevo borrando ciertas partes de la letra que no le convencían pasando a reemplazarlas con otros versos que ya le gustaban más.

— No sé, pero como sea más grave darás miedo al cantar— una voz muy conocida para Bon le hizo girar de repente—. Chico torpe, llevas aquí casi una hora, deberías volver ya a casa— su amiga peliblanca le hablaba con los brazos cruzados.

— Vaya, ¿tan tarde se ha hecho?— miraba su reloj de pulsera, dándose cuenta de que eran más tarde de las cinco—. Qué mal, hoy me tocaba hacer la compra y la cena, mi padre va a matarme...

— Pues entonces corre, no vaya a ser que te espere con un palo en mano— su amiga rubia igualmente le animaba a recoger, solo que ella mantenía su dulce y agradable sonrisa en su rostro.

Bon recogió sus partituras y las guardó en la carpeta que llevaba siempre en su mochila. La colgó sobre sus hombros y se despidió de sus amigas que seguían riéndose de su torpeza. Sin duda no había cambiado nada desde que lo conocieron, pero así lo querían igualmente. Suspiró cansado y sacó su móvil de su pantalón para mirar si tenía alguna notificación, además de que aprovechó para mandarle un mensaje a su padre de que ya iba para casa, pues seguramente llevaría un buen rato esperando. Justo en eso le había llegado una notificación de WhatsApp, sorprendentemente.

Los 30 días de la OTP (Hard Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora