Prólogo

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–¿Sabéis lo que es estar tan tranquilo hasta que te llega una noticia abrumadora? De esas que dices ojalá no hubiera contestado y volvería atrás para cambiarlo todo. Eso es el arrepentimiento. El momento en el que te das cuenta de que la mayoría de cosas que has hecho estuvieron mal y no tienes el valor suficiente para admitirlo. Sientes el peso de la culpa sobre ti y sólo tú, mientras que todos los que te rodean no saben qué te pasa. Y te preguntas: ¿cómo he llegado hasta este punto de agobiarme?
–Pero, señor Smith, hay que saber que no hay vuelta atrás y hay que vivir con ello— le pregunté al profesor de psicología, mientras que todo lo que decía me parecía muy interesante.
–Señorita...— dudó el profesor.
–Me llamo Helena, profesor. Helena Sharman.
—Muy bien, señorita Sharman. El ser humano es incapaz de pensar que las cosas se solucionan rápidamente y le toma mucho tiempo perdonar o ser perdonado. Necesita analizar información más de la cuenta y es lo que hace que entre en una fase de depresión y/o ansiedad, lo que genera que no pueda pensar en otra cosa...
El señor Smith fue interrumpido ya que la clase había terminado. La verdad es que esta materia es la única en la que me concentro. Al salir de clase, fui directa a dejar mis cosas en la taquilla y a coger mi móvil, porque tenía que llamar a mi mejor amiga para preguntarle por su examen. Todos hemos estado nerviosos y muy inquietos por las notas y la selectividad, que ya le falta poco.
–Holaa, soy Leila. Ahora mismo no puedo hablar, pero deja tu mensaje y seguro que lo escucharé. Chao chaoo (Pitido)
—Hola Leila, acabo de salir de clase. Dentro de media hora te estaré esperando en casa, y te conozco y sé que me dirás que no puedes pero...
—Lo siento, señorita Sharman pero no se puede utilizar el teléfono móvil en el recinto. Tendrás que dármelo.– el director Zéfir estaba detrás de mí.
—Pero, director, solo era un mensaje. Además, ya estoy fuera del horario escolar. Me iba a casa ya.– me defendí.
—Las normas están para cumplirlas. Y tú, estás aquí dentro. Dentro de una hora vienes a mi despacho y te lo daré.– contestó Zéfir.
—Director, no puedo, tengo que irme y me están...
—No quiero más excusas. Sino me quedaré con tu móvil.– me interrumpió.
No tenía otra elección, así que hice lo que me pidió y esperé hasta que vi que todos los profesores salieron del instituto para que llegasen las 4 de la tarde.
Me dirigía hacia la puerta del despacho del director, cuando vi que aún faltaba otro coche en el parking, pero no veía quién estaba dentro. Después de pedir permiso, entré en el despacho, y ahí estaba mi hermano mayor con el director.
— Y aquí está.— murmulló mi hermano, Daniel.
– Creo que ella misma te explicará lo que estaba haciendo.– dijo Zéfir, con una sonrisa enigmática.
— ¿Es verdad lo que me contó el director?– me preguntó Daniel.
– Yo solo le estaba enviando un mensaje a Leila para quedar esta tarde.— le contesté a mi hermano.
El director se rió. Daniel, sin embargo, estaba muy enfadado.
– Helena, no mientas.- dijo Daniel, muy seguro de sí mismo.- El director me ha dicho que tu comportamiento con los demás no es correcto, y que estás con drogas. Él mismo las encontró en tu taquilla.
Yo estaba flipando. No me podía creer lo que estaba diciendo Daniel. Todo era mentira, obviamente. Lo que más me ha decepcionado fue mi hermano. No era posible que sospechase de mí de aquella manera.
– ¿En serio, drogas? No me imaginaba a mi hermana capaz de aquello. Todos, menos tú.
– Daniel, no te puedes creer esto. Está claro que es mentira. El director se lo está inventando todo. Además, no estaba sola. Todos vieron que estaba usando el móvil, pero fuera del horario escolar, y el director apareció y me lo quitó. Eso es todo.
– ¡Cállate! Ya no quiero oír más.- me gritó Daniel.
– ¿Ah, no? Pues venga, señor director, ¿qué pruebas tienes contra mí?- me estaba cansando ya esa situación y quería salir de ahí.
El director sacó del cajón mi móvil y mi bolsita de azúcar que tengo para mis bajones de tensión.
– Eso es...- quería explicarles.
– Nada que decir.- soltó Zéfir. Me miraba fijamente con sus ojos grises, que podían traspasarte solo con una mirada.- Debo decir que Helena Sharman está expulsada de nuestro instituto durante 3 días con trabajo para que haga en casa que deberá ser entregado el jueves a las 12.00 aquí mismo.
Yo cogí mis cosas, enfadada y con lágrimas en los ojos, y salí de ahí sin esperar a nadie. De tener la vista borrosa, no me fijé y tropecé con un hombre y se me cayó todo. El hombre me ayudó amablemente, pero yo solo huí corriendo de ahí. Nada más llegar a mi parada, encontré el bus justo ahí, y menos mal, que no lo había perdido, porque ya serían demasiadas desgracias. Daniel estaba corriendo hacia a mí, pero ya era demasiado tarde porque el autobús se había alejado. No me creía todo eso y esperaba despertar de alguna pesadilla. Encendí mi móvil para ver si me encontraba alguna buena noticia. Pero el móvil estaba sin batería. No me quedaba otra que irme a casa de Leila. Ella siempre me apoya en todo. Así que llegué a su casa y ahí estaba ella. Como siempre su habitación desordenada con todas las cosas en el suelo y su cenicero encima de la cama con un cigarro sin apagar.
– ¿Cuántas veces te he dicho que en cualquier momento tu cama se va a prender de fuego, pero literalmente?- le regañé. Ella, simplemente, puso los ojos en blanco y sonrió.
– Te digo que lo tengo controlado. Mi madre no me deja fumar cuando ella está y aprovecho cuando sale a trabajar de tarde.- dijo despreocupada.- Ahora dime por qué no contestas a mis mensajes.
Me había olvidado por completo de mi enfado y decepción que tenía hace un momento.
– ¿Por qué me lo recordaste? No tengo ganas de contar nada.- suspiré cansada.- Sólo quería descansar un poco. Creo que pasaré aquí la noche.- dije sentándome en la cama.
– ¿Y qué le dices a Daniel? No te dejará quedarte aquí teniendo muchos exámenes.- preguntó, dubitativa. A ella siempre le gustó mi hermano mayor. No es la única. Mi hermano siempre fue el más popular del instituto. Yo siempre le tuve cariño y estaba orgullosa de él por ser cómo es.
Simplemente, bajé la cabeza y no contesté. Pero ella sabía que el problema estaba en Daniel.
– Vaale puedes quedarte.- respondió vencida.
Lo que no sabía era que ahí comenzaban mis problemas. Mis verdaderos problemas. Mi historia.





Buenoo, bienvenidoos a mi primera historia. Que sepáis que la he hecho con toooodo mi cariño y espero que ooos gusteee 😍❤️❤️❤️

Cuando llegue el FRÍODonde viven las historias. Descúbrelo ahora