Katherine. Katherine. Katherine. Katherine.
Su nombre aún resonaba en mis oídos. Pedí permiso para poder sacar información, pero nada. No podían dar datos personales. No supe qué hacer o por dónde empezar. Sabía de un gran amigo policía, pero hace tiempo que no estábamos en contacto.
– Señora, por favor, ¿podría ser tan amable de facilitarme el número de teléfono de Dylan Reed?
– El señor Reed ya no trabaja aquí.- respondió- Se encuentra en otra comisaría. Pero, sí, se lo puedo ofrecer.
Aliviado, conseguí el número de Dylan, y lo llamé lo antes posible. Después de 5 tonos contestó:
– ¿Diga?- dijo con la voz adormilada.
– Dylan, Dylan. Llevamos sin vernos desde el instituto, ¿no?- contesté gracioso.
– Joder, ¿en serio eres tú, Daniel Sharman? ¿Y para eso me llamas a las 4 de la mañana, gilipollas?- se rió.- Pensé que era algún superior.
– Sí, sí, tu superior. Oye, tío, sé que hace mucho tiempo que no nos vemos y tal, pero necesito tu ayuda.- me desesperé.
– Sabes que te ayudaría en cualquier cosa.
– ¿Podrías buscarme información sobre Katherine Watson?- pregunté nervioso.
– Sí, por supuesto. Sólo si después me cuentas lo que pasa.
– Sin problema. Lo dejo en tus manos.- respondí.- Cualquier cosa llámame.
– No te preocupes.- y colgó.
Podía confiar en él. Y me volví a casa, muerto del sueño y el cansancio, aún con el nombre de los Watson retumbando en mis oídos.POV: Helena Sharman
Me encontraba en un almacén. No sabía de qué era, pero me interesaba mucho el estar ahí. Apareció un hombre alto y rubio,de ojos de un azul muy potente, y parecía de unos 45 años. Le acompañaba una mujer que era algo más joven pero era igual solo que de pelo negro y muy largo. Sus facciones eran muy parecidas, hasta la vestimenta era igual. Me cogieron de ambas manos, y me acercaron hacia la puerta.
– Ellos cuidarán de ti. Siempre te querremos.- dijo el hombre, con una voz grave, pero a la vez dulce.
– Sabrás de nosotros cuando llegue el momento.- concluyó ella, más severa.
En la puerta estaban mis padres y Daniel.
– Ven, serás feliz. Serás feliz aquí, en tu mundo.
Vamos...– Vamos, Lena, despiertaaa.- Leila me despertó.
Protesté un rato y me giré a ver qué hora era.
– Joderr, las 3 de la tarde.- me levanté de un salto.
Hoy, 17 de mayo, era el cumpleaños de mi queridísimo hermano.
– No nos va a dar tiempo a nada.- comentó Leila.- ¿Se puede saber por qué coño dormiste tanto?
– ¡Ayy! Aún tengo sueño.- me quejé.- Porque es Daniel, sino no me levantaba.
– Por eso, vístete. Hay que hacer muuchas cosas. Yo me encargaré de la decoración. Tú y mi madre haréis la tarta e irás a por tu regalo.
– Lo tienes todo, eh.- le molesté un poco.
– Se supone que esto lo tendrías que preparar tú.
De repente, empezó a sonar un móvil.
– Ayy, no. Daniel se dejó su móvil aquí.- dije.
Fui a buscarlo y al leer de quién era la llamada, el corazón me dio un vuelco. Era él. ¿Por qué estaba llamando a mi hermano? No me lo podía creer. Después de tanto tiempo, se me hacía raro volver a leer su nombre.
– Lenaaa, ¿por qué tardas tanto? ¿No ves que está sonando?- preguntó Leila.
– Tía... - susurré mientras le enseñaba el móvil de Daniel- Es Dylan.
Ella simplemente se quedó mirando al móvil mientras aún estaba sonando. Cuando dejó de hacerlo, llegó un mensaje de él mismo.
– Mejor déjalo. Sé lo que está rondando en tu cabeza, pero lo tienes que dejar atrás. No entiendo por qué está llamando a tu hermano, pero no es asunto tuyo. Así que haz como si no has visto nada.
Tenía razón. Estaba mejor sola, que con todo lo que he pasado con él. Recuerdo el momento en el que estaba con otra en su cama, y no soporto el simple hecho de que me haya pasado por una infidelidad.
– Tienes razón. No debo mirar atrás.
– En realidad, sí.- dijo Dylan.
Volver a verlo fue un gran paso hacia atrás en mi vida. Fue volver un año en el tiempo.
– ¿Qué haces aquí?- preguntó Leila conteniéndose.
– Solo vengo a ver a Daniel. Me pidió una cosa y vine para traérsela.- respondió mirándome. Esa mirada daba señales de impotencia.
– Pues podrías esperar hasta tarde.- solté tajante.
– Ya, pero es algo importante. ¿Sabríais cuando va a venir?
– No, podrías dejar lo que quieras en su cuarto e irte.- no soportaba verlo aquí. De nuevo.
– Leila, ¿te importaría dejarnos a solas?- preguntó vacilante.
– ¿Qué? No, no, jajajaja, que te lo has creído.- se rió.- ¿Ves, Lena? Este viene a por ti.
Yo estaba más perdida que nunca. Mi cerebro me estaba diciendo lo mismo que Leila, pero mi corazón esperaba alguna explicación que lo curase. Decidí darle el beneficio de la duda.
– Leila, por favor, un segundo.- le dije a ella. Si las miradas matasen, yo ya estaría muerta en ese momento.- Y tú, di lo que tengas que decir y vete.Él simplemente sonrió un poco. La verdad es que, fijándome bien en él, ha cambiado. Antes, su tupé rubio le llegaba cerca de la frente, y ahora lo tiene rapado. Y ya se ha quitado sus gafas, que yo le decía que parecían de laboratorio. Ahora sus ojos verdes relucían más. No sé si fue por el tiempo o algo pero lo veía más maduro.
– Quería disculparme por todo lo que te he hecho, y sé que nunca me lo perdonarás, pero tengo derecho a defenderme. Es verdad que no te he valorado como es debido, pero lo que si sé es que te he querido como sólo se yo. No sé si has llegado a querer a alguien o a rehacer tu vida, pero quiero que sepas que yo me he estancado en ella. El trabajo es lo único que me mantiene de pie y he intentado superarte, desde luego me es imposible. Sé que pensarás que todo lo que te digo es la típica excusa, pero nunca he sido tan sincero con alguien como ahora.
No sabía qué decir. Simplemente mi mente estaba en dos.
– Si has venido a confundirme, quiero que sepas que te había superado, sí. Daniel no sabe nada de lo que me has hecho. Y prefiero que siga así.- contesté rápidamente. En aquel momento, se acercó a mí.
– Helena, el tiempo se me paró desde que ya no estás conmigo. Lo que hice fue una verdadera estupidez.
– ¿Y qué has hecho?- preguntó Daniel.Uyyyy, ha venido en el momento inoportuno. Por favor darle ánimos a la historia, que prometeeee 😍❤️
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Cuando llegue el FRÍO
Teen FictionNo me imaginaba lo que se llegaba a sentir cuando te alcanza la muerte. Sin embargo, siempre hay nuevas experiencias que nos dejan un mal sabor de boca. Hierro o sangre. Y tú, ¿alguna vez lo llegaste a sentir?