Plenitud

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Cuando Emma sintió que se acercaba con extrema rapidez a su clímax, su cuerpo se presionó contra el cuerpo de Norman, mientras buscaba con desesperación sujetarse a algo y así tal vez resistir el fuego que la estaba consumiendo por dentro en aquellos momentos, pero solo se encontró con una de las finas piernas del escritorio de su habitación, la cual tomó con fuerza jurando que la podría partir.

Norman sentía que su piel le ardía como si estuviese en llamas, mientras que sus sentidos se encontraban totalmente inhibidos por una pesada bruma de humo que ocupaba todo en su mente. Estaba jadeando por la ansias de encontrar una salida a aquel incendio que lo iba consumiendo de a poco— Tan cerca... —balbuceo aumentando la velocidad, y uniendo con necesidad sus labios a los de Emma, quien lo recibió gustosa.

Ningunos de los dos habían pensado posible aquel nuevo descubrimiento, aquella manera tan curiosa de confesar sus sentimientos, aunque en el fondo de sus mentes siempre se había conservado la esperanza de al fin estar unidos, aun cuando el destino y sus ideales fueran tan distintos y lejanos.

— ¡Te amo! —declaró entre lágrimas Emma cerrando sus ojos y recibiendo todo aquel  placer que Norman le ofrecía.  

— Emma... —hablo quebradamente, llegando por fin a la cúspide de sus sensaciones, una incontable cantidad de sensaciones de las que estaba muy seguro se podría acostumbrar, si se trataba de Emma. Luego de algunos minutos, cayo rendido sobre su cuerpo, con cuidado de no golpearla y apoyando su cabeza en el espacio entre de su cuello— Te he amado desde hace tanto tiempo... tanto que me olvide cuando empecé a sentirme así contigo —declaró absorbiendo su dulce fragancia, mientras cerraba sus ojos y le daba la bienvenida al mundo de los sueños. 

Se llevaría a la tumba aquel bello recuerdo compartido. Aquella escapada al cielo que posiblemente no se merecía. Torpe, inexperto, acalorado y vergonzoso. Tan apresurado y rápido casi desesperado y necesitado. Eran las palabras precisas para describir aquella primera vez, esa de tantas que compartieron juntos.

Pero antes de que todo aquello pasase habían tenido que superar juntos las dificultades propuestas por el destino. 

Fue cuatro años atrás cuando Norman había llevado la mitad de su plan, acabando con las razas más poderosas de demonios, pero antes de poder dar un paso más en su juego, Emma había llegado junto a Ray en un estado casi deplorable, y con una sonrisa de victoria. 

Antes de caer en un largo sueño, Emma le había confesado que su viaje a los siete muros había sido todo un éxito y la nueva promesa había sido sellada por fin.

Norman había sentido un gran desconcierto, preguntándose a sí mismo que era lo correcto, si seguir con su plan y acabar con las razas más bajas de demonios, o cumplir con su palabra y terminar allí con aquella gran matanza que había comenzado. Sin dudarlo un minuto, prefirió seguir con su plan, Ray lo había visto con desaprobación y negó ante su decisión.

Si en algún momento Emma despertaba, y elegía alejarse de aquella vida, y con eso de su lado, él lo aceptaría aun cuando le costará imaginarse una vida sin ella, sin su sonrisa.

Durante los primeros días de reanudar su plan, sucedio algo que cambió por completo su manera  de ver las cosas. Mientras vigilaba desde la distancia uno de los pueblos habitados por los demonios más débiles, presenció lo que parecía ser un acto de amor entre una madre demonio y su hijo. Aquella misma noche, después de haber destruido aquel pueblo, soñó con una terrible pesadilla que hizo convulsionar su cuerpo. En el sueño aparecía Emma sosteniendo en sus manos un pequeño bulto envuelto en cobijas. Ella parecía asustada, gritando con desesperación, rogando que no le hiciera daño. Fue entonces que se dio cuenta que el monstruo del que ella escapaba, era ni más ni menos, que de él mismo.

Symphony (One-Shots Noremma) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora