C e r o

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Si la vida de Rose fuese como ella lo diseñara, todo sería más fácil. Pero desde el inicio de su vida, las cosas para la chica de cabellos de oro se hicieron a como el destino le roncó.

Contemos la pequeña historia:

Un accidente ocurrió en la Avenida Franklin; un auto amarillo del servicio público se encontraba volcado en medio de la calle; sangre adornaba el pavimento y vidrios rotos esparcidos complementaban el hallazgo. Un muerto, dos heridos y una criatura viniendo al mundo.

Cloe Hoffman se encontraba tan alterada que rompió fuente, y siquiera podía mover un pie dentro del auto. El esposo, Milton Hoffman despertaba de su desmayo, y una respiración jadeante a su lado hizo que reaccionara. Su mujer estaba roja tal tomate y ejercía las respiraciones pausadas que tanto le enseñaron en el taller de madres primerizas. Luego de todo eso, el ambiente se puso turbio. Sirenas sonaban a lo lejos, personas se reunían a su alrededor y el bullicio de los mismos desesperaba más a la pareja. Minutos después los bomberos hacían la ardua labor de sacar a la mujer, quien a ese punto, estaba lánguida del dolor; una vez en la camilla una punzada en su vientre la hacía gritar.

Minutos después salía el hombre, quien aún en su perturbación preguntaba por su amada. Una vez en la ambulancia, Cloe inició su labor de parto.

«Puje lo más que pueda» murmuraba el paramédico. Mal herida y con su aliento débil empezó a pujar; dientes apretados, sienes sudorosas y manos apretadas, eso compartían la pareja. Y sucedió; un grito desgarrador salió del recién nacido. Regocijo, paz, amor; sentimientos encontrados se hallaban en el interior de los padres, hasta que un corazón dejó de palpitar.

—¿Cloe? —cuestionó el hombre con voz temblorosa.

—¡La perdemos! ¡Corta el cordón, yo prepararé el desfibrilador!

El otro paramédico apartó a Milton del cuerpo de la camilla, para abrirse paso con las tijeras y separar oficialmente a la mujer de su hija. Envolvió a la criatura en una pequeña manta cualquiera y viendo a los ojos del padre vociferó un «Tómela», entregándosela con suma delicadeza para luego brindar ayuda a su compañero, quien ya perdía las esperanzas con Cloe.

Una vez, dos veces, tres veces; hasta que se hizo la sexta vez y no se obtuvo respuesta alguna. Milton observaba al amor de su vida escaparse de las manos del mundo terrenal, dejándolo aquí, con un bulto entre sus brazos, el cual se agitaba requiriendo atención. El hombre bajó sus ojos llenos de lágrimas hacia su pequeña y la meció tratando de tranquilizarla, pero ni él lo estaba.

—Elian, ¿hora de muerte? —interrogó el paramédico de tez achinada.

—Nueve con veintiún minutos —respondió el hombre recio, secándose el sudor con su antebrazo.

Ambos observaron a Milton con compasión, tristeza y cansancio. Este balbuceaba palabras incomprensibles mientras lloraba. Su corazón no sabía qué hacer; alegrarse por el nacimiento de su hija o maldecir por la reciente muerte de Cloe. Y en silencio, ejerció lo que tanto aplicaba su esposa cuando las malas cosas sucedían: "Respira y supéralas. Vendrán peores, y ten en cuenta que estas son pruebas para hacernos más fuertes. Agradece por lo que tienes y por lo que no tienes. No permitas que tu felicidad sea arrebatada".

Con labios apretados, tomó asiento y besó la mollera del bebé. «Ojos verduzcos, como los de Cloe» pensó, esbozando una pequeña sonrisa. Tal vez había perdido a su amada, pero al menos el mundo le permitió quedarse con un pedacito del fruto de su amor.

Rose aprendió a aceptar las cosas de la manera en que llegaban, sin quejarse demasiado y guardando la compostura. Pero, como si al destino le molestase que fuese a la izquierda, le cambió el rumbo hacia la derecha. Porque Rose no era una mujer normal, Rose era sinónimo de un listado de palabras, y entre estas se encontraba "pasión"; pasión por la vida incierta, pasión por los amores desenfrenados, pasión por las sonrisas sinceras y amistades leales, pasión por las tan delicadas flores y la ropa de diseñador; pero más que todo, pasión por ser una trascendental Rose Hoffman.

"Si harás algo, procura ponerle pasión. Las mejores cosas, se hacen con una cucharada sopera de amor y una gran pizca de dedicación"

Rose es sinónimo de pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora