Rose sabía que estaba en la ruina. Era una inservible, su estilo de vida acomodado había sido lo mejor, pero hasta este momento, nada de todos los pares de zapatos, la ropa de diseñador y la larga fila de bolsos carísimos le eran útil para poder dirigir una empresa.
Los números y Rose no se llevaban, ni siquiera tenía contabilidad de cuántas tarjetas tenía en su billetera, aunque se sabía con exactitud cuál era la ropa indicada según la contextura de un cuerpo y qué tonalidades iban bien en cierta época del año. Debía admitir que era un total caos. Maldijo en sus adentros al recordar tantas oportunidades que tuvo de poder estudiar en el extranjero, tenía prácticamente la posibilidad de aprender sobre cualquier cosa en la universidad que se le antojara, pero en lugar de leer sobre finanzas, ella se devoraba con ansias cada artículo de la revista Vogue, y amaba los chismes jugosos sobre celebridades.
Suspiró con molestia. Cuánto deseaba introducirse libros enteros sobre contabilidad, administración, marketing, y otros muy necesarios a la cabeza en ese instante. Debía darle el mérito a su padre, al menos sabía que ella no era más que una princesa y como tal, poco podía tener en su cargo una empresa tan grande y poderosa como Chaikovsky Hotels. Ni siquiera podía manejar un auto, mucho menos el trabajo arduo y sudor que le conllevó toda una vida a su buen padre.
Era una idiota. Se sentía enojada consigo misma, le era molesto ver su reflejo pulcro en el espejo. Pasó horas en spas, estéticas, gimnasios y con mascarillas encima de su rostro para poder lucir hermosa. Pero una cara linda no servía de nada en un territorio lleno de tiburones hambrientos de dinero. En las negociaciones debías de ser el todo en la mesa, una mala jugada te hacía perder grandes contratos y un mal movimiento podía hundir tu poderosa imagen. Y ella demostraba ser una muñeca de porcelana, de esas que dichos empresarios solo tenían a su lado porque eran fáciles en la cama, amaban los dólares y su cerebro a duras penas era poco más grande que un maní. Quiso vomitar de la ansiedad.
No sería capaz de cumplir con el plazo que su padre le había otorgado para estar preparada. Ella ni siquiera podía pensar en estar ataviada en una falda larga, ojeando miles de números y organizando acuerdos jugosos; solo se imaginaba escondida detrás de un escritorio y mandando a sus peleles a hacer las cosas que ella debía de hacer. Pero sabía que en cuanto su padre se diera cuenta, se decepcionaría. Él tenía más fe en ella, que nadie más en el Planeta. «Increíble», pensó.
A lo mejor ella es la que debía de estar muriendo, no su padre, Merecía que las desgracias le pasaran a ella, y no a alguien que había aportado tanto para el mundo. Su padre era un santo, y ella, no era más que un costal de huesos bien cuidados que gastaba oxígeno valioso.
Sus tacones de 10 centímetros de Prada se burlaban de ella. «Vamos, ¿en verdad es posible que alguien como ella pueda sobrevivir a esto?». La cláusula del contrato era simple, en doce meses ella debía de estar tan preparada como nadie para tomar el mando de todo lo que su padre tenía. Era absurdo que en tan poco tiempo pudiera saber más que nadie en la empresa, pero era necesario si quería resguardar la herencia tan preciada de su progenitor.
Tocaron la puerta con suavidad. Casi con temor. Esta se abrió lentamente al paso de unos segundos. La melena rojiza de su tía apareció, llevaba en sus labios una sonrisa apretada y carraspeó en un intento de romper el silencio.
—En un momento estaré abajo, tia Marie. Prometo que esta vez me iré con todo. —Su voz sonó estrangulada.
Se sentía asfixiada, entre la espada afilada y la pared fría. Lo peor de crecer eran los desafíos de la vida adulta. Nadie se espera que le sea arrebatada la comodidad y libertad, y le implanten en las narices las responsabilidades y decisiones cruciales que conlleva el ser mayor. Crecer no apestaba, los compromisos que se desarrollaban a través de los años sí.
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Rose es sinónimo de pasión
Chick-LitCuando nos fundimos en la búsqueda de nosotros mismos, tendemos a esforzarnos más de lo debido. En el proceso nos llevamos decepciones, nos sorprendemos, nos forjamos en algunos aspectos y a la vez vamos quitando esa maleza que no nos permite crecer...