Capítulo 20.-Reniego.

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—Esa caja va allá— señalé la cocina y Mangel rápidamente la llevó, los amigos de Rubén nos estaban ayudando con la mudanza y todo era bastante divertido. 

Al terminar todos comimos como pudimos pizza, al finalizar de comer y hablar ellos se fueron agotadísimos y Rubén y yo, igual de cansados, sólo nos tumbamos en su colchón, que se encontraba en medio del salón y nos miramos a los ojos detenidamente.

—Jamás me habían dolido tanto los brazos—admitió desviando su mirada de la mía rápidamente y yo lo cogí de la mano y entrelacé mis dedos con los suyos. Él lo aceptó sin decir nada más.

Acaricié sus nudillos con mimo y suavidad y me llevé su mano a los labios, la besé tiernamente y él empezó a acariciar mis mejillas que estaban enrojecidas, su tacto me hizo cerrar los ojos y sonreír.

Sus manos eran pálidas, suaves y grandes, apuesto a que su palma podría llenar mi cara por completo. Me acerqué a él y lo rodeé con mis manos. Sin querer rocé mi muslo con su entrepierna y él dio un respingo, rápidamente me alejé.

—Tengo sueño— admití y él paró de acariciarme—¿Qué haces, por qué paras?

—Tenemos que llevar los colchones a nuestras habitaciones— dijo levantándose y yo lo miré confundida. ¿Qué coño le pasa?

Me tendió la mano y yo la cogí, ambos llevamos su colchón y el mío a nuestras habitaciones. Las cabeceras todavía no las habíamos armado.

El piso era enorme y muy hermoso, el suelo era de madera y podías patinar en él si querías, lo cuál era muy divertido. Mi habitación era más grande que la de mi otro piso, tenía ventanales hasta el techo que daban una vista maravillosa al centro de Madrid, además la puerta del closet era corrediza y eran unos espejos enteros, aunque cuando los vi me dieron miedo por como se reflejaría todo por la noche, al final lo vi muy hermoso. Mi ropa no llenaba ni la mitad de ese closet, pero con el dinero que me ahorraría de la renta que pagaba, quizá me alcanzaría para comprarme más ropa. Las paredes eran blancas y pulcras, las quería pintar de rojo o rosa, me gustaban esos colores, pero decidí dejarlas así, las paredes de mi piso pasado las había pintado rojas y ya me había cansado un poco de eso.

No tenía casi muebles míos, todos los que tenía en mi piso pasado ya estaban ahí, por lo tanto no eran míos, los únicos que tenía era mi cama y un pequeño sofá color menta que me había regalado la mamá de Mylene, así que ya se imaginarán lo vacío que se sentía mi habitación con sólo dos cosas pero yo estaba feliz, tenía muchísimos planes para decorar mi habitación como a mí me gustase. Rubén tenía una habitación igual a la mía, ni idea de cómo la decoraría, seguro la pintaría de verde o azul y la habitación que sobraba, que era un poco más chica, evidentemente era el estudio de grabación de Rubén, que estaba repleto de cajas de mudanzas. Tenía una pequeña ventana, lo cuál le beneficiaba a él, pues era como su cueva.

El salón también tenía ventanales enormes y un techo bastante alto, tenía una puerta corrediza que daba a una terraza en donde seguro yo la llenaría de plantas y flores, tenía bastantes ideas para ese pequeño espacio lleno de sol. La cocina era bastante normal, no necesitábamos más la verdad, pero igual la pondría muy bonita. 

Al llevar ambos colchones a sus respectivas habitaciones, me tiré a dormir pero no podía, los espejos me aterraban y los ventanales no tenían cortinas, me sentía demasiado expuesta. Cogí mi manta y corrí a la habitación de Rubén, el cuál estaba plácidamente dormido. Quién pudiera. Me tumbé a su lado tapándome con mi manta y lo abracé protegiéndome en su pecho de lo que fuese que me diera miedo.

Al otro día desperté entre sus brazos, me sentí protegida y muy bien. No se sentía como esa vez que lo acariciaba y él se alejaba y no me devolvía las caricias, ahora no sólo me las devolvía, él las iniciaba, empezó a acariciar mi cara, mi cuello, mis brazos, mi cintura y paró ahí. 

Set me free (rdg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora