<<De aquí para allá, de allí para acá; soy temido en todas partes. Duende aplícales tus artes.>>
Las inquietantes palabras de Puck resonaban en los oídos de Kelley cuando levantó la cabeza, luchando contra la oscuridad que amenazaba con caer sobre ella. Observó con horror que el tiovivo de Central Park se ponía en marcha con una sacudida, iluminado por la luna, que asomaba entre las nubes. Aunque no había nadie que accionara el mecanismo, la plataforma emprendió el movimiento y los caballos pintados empezaron a subir y a bajar. Los remaches dorados, las piedras preciosas que recubrían las sillas y las bridas lanzaban destellos como si cientos de seres malévolos y perversos le guiñaran los ojos a Kelley.
En el cielo, por encima del carrusel, entre nubarrones teñidos de rojo y negro y sacudidos por vientos feroces, apareció, suspendida en el aire, una figura a lomos de un brioso caballo ruano. Kelley notó el aguijonazo de las lágrimas, que resbalaron por sus mejillas cuando, al levantar la vista, se encontró con los ojos del Jinete. Él la miró desde las alturas, frío, inmisericorde, sin el menor atisbo de reconocimiento en su hermoso rostro, hechizado.
El Caballo Ruano, enloquecido por la presencia del Jinete que llevaba a la grupa, relinchó, desafiante. Encabritándose, retrocedió antes de emprender el paso con cascos de fuego.
El tiovivo daba sus primera vueltas.
Desde muy lejos, a Kelley le llegó el aullido de unos perros de caza.
El Jinete desenvainó la espada y el filo resplandeció como un rescoldo.
Kelley sintió que le faltaba el aire al constatar que el carrusel giraba más deprisa.
Unas figuras borrosas, resplandecientes, surgieron en el aire y se montaron sobre los caballitos pintados. Ávidos de sangre, con los ojos enrojecidos, blandían espadas de fuego. La contemplación de su alegría resultaba terrorífica. Bajo sus cuerpos, los caballos de madera habían cobrado vida y resoplaban y piafaban furiosos sobre la plataforma.
Y entonces emprendieron el galope. Agitando las patas, enloquecidos, se internaron en la noche, siguiendo un camino invisible que conducía al interior de la tormenta.
Tras siglos encarcelada, inmovilizada por las cadenas de un sueño inquieto, hechizado, la Cacería Salvaje despertaba.
Era el Samhain. Esa noche cabalgarían. Esa noche matarían. Nada en el mundo detendría al escuadrón de los duendes... y menos con el Jinete y el Caballo Ruano a la cabeza de la expedición.
<<Soy temido en todas partes. Duende, aplícales tus artes.>>
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La Novena Noche
Romance¿Crees que sabes cómo son las hadas sólo porque te contaron cuentos sobre ellas cuando eras pequeño? Sólo sumergiéndote en esta hechizante novela podrás realmente conocer su mundo, que se esconde debajo de Central Park... Kelley Winslow está muy cer...