Si estáis leyendo esto es porque estáis vivos o porque creéis estarlo. Sin embargo los sucesos que a continuación serán narrados, tal vez os hagas cuestionaros preguntas y realidades como la anteriormente mencionada. Preguntas y realidades que la llamada gente cuerda no suele hacerse. Es por eso que esta obra va dirigida a aquellos escépticos que cuestionan o parecen cuestionarse todo cuanto les rodea sin importar cuán disparatadas sean su convicciones, asumiendo así que el término "disparate" se refiera a todo aquello que carece de sentido o lógica, tal y como la locura, que no es más que la realidad de los escépticos, lo cual nos hace cuestionarnos quienes son realmente los locos en todo esto. Animo a todas aquellas personas que quieran descubrirlo a leer esta obra, del mismo modo que animo a todos aquellos que sean o crean ser demasiado convencionales como para dejar entrar en los recovecos de su mente un mundo entero de posibilidades, a dejar de leer esta historia tan pronto como terminen esta frase.
Los sucesos acaecidos en este relato que os voy a narrar, se remontan a la década de los años 50; una época tan llena de convicciones sociales, estereotipos y convencionalismos de manera tan generalizada, que no cabía esperar ningún tipo de opinión que pudiera diferirse del resto, y es precisamente por esto, que ideas que diferían del resto tales como el comunismo, eran asociadas a la más extrema locura. Era de esperar que en una época tan complejamente sencilla, los diagnósticos y tratamientos psicológicos fuesen igual de sencillos y complejos al mismo tiempo, ya que no era una locura tratar con técnicas que hoy en día nos parecerían un disparate a aquellos pacientes que sufrían de diversos trastornos mentales. Hubo así pues en España un famoso neurocirujano que era conocido oficialmente entre el mundo de la medicina como el Doctor Lobo, sin nadie saber a ciencia cierta si se trataba de su nombre real o de un apodo acuñado por sus inexistentes compañeros de profesión.
Era toda una eminencia en cuanto a lo que al campo de la psicología respecta, o por lo menos eso se quería creer, puesto que de una manera o de otra su método daba siempre resultado: en el mejor de los casos, sus pacientes recuperaban la cordura y podían volver a llevar una vida normal dentro del caos de la sociedad, y en el peor de los casos ya quedaba un loco menos en el mundo. El Dr. Lobo era un hombre cínico que desconfiaba de todo y todos a excepción de su terapia, de apariencia tranquila y de naturaleza salvaje, con el pelo blanco y casposo como si de nieve se tratase en ambos casos; tenía una barba a modo de perilla que le cubría el mentón y poco a poco iba subiendo por sus marcadas y arrugadas mejillas, hechas así debido a aquella podrida y macabra sonrisa que tanto le gustaba lucir, hasta unirse al llegar a la parte superior de sus secos y agrietados labios que no hacían nada más que ocultar sus torcidos y marrones dientes desgastados debido a sus habituales sesiones de café, ya que a pesar de lo que pudiese parecer a simple vista, el Dr. Lobo era un hombre muy comprometido con su salud e higiene; tan solo consumía 13 apestosos puros de papel, alquitrán, nicotina, amoníaco y regaliz, los cuales desprendían un olor nauseabundo. Algo muy saludable para él siempre y cuando consumiese tres en el desayuno, uno al almorzar, dos al comer, tres al merendar y cuatro al cenar; siempre en ese orden y cantidad, dado que como solía trabajar hasta tarde, necesitaba especialmente un soporte extra de estos comprimidos de ponzoñosas sustancias por la noche. Tal vez fuese por eso que el humo tóxico y la privación de sueño habían hecho estragos en la vista del Doctor, obligándolo a usar aquellas gafas marrones de fina montura que de cara a sus pacientes, les permitía ver aumentados sus ojos que una vez azules se habían tornado de un gris apagado con el blanco de los globos oculares inyectado en sangre, unos ojos saltones que dejando a un lado la siniestra visión de la realidad del Doctor, se podrían calificar como unos ojos de loco.
No obstante, ignorando lo escatológico de la apariencia de este peculiar personaje, los pacientes seguían acudiendo a su consulta confiando en la eficacia de su tratamiento; aunque pocas veces eran los propios pacientes quienes confiaban e iban ahí por sí mismos... Nadie conocía sus métodos exactamente, pero sabían que daban resultados y en aquellos años tampoco había mucho donde elegir. Era eso o el confinamiento en una celda aislada de una institución mental, y curiosamente el Dr. Lobo ofrecía ambas soluciones, ya que a diferencia de lo que cabría esperar, eran dueño de un antiguo centro médico que había servido en sus días para tratar a los enfermos de tuberculosis, y ya una vez abandonado pudo adquirirlo y remodelarlo a gusto. Comúnmente, cuando alguien escucha la palabra remodelar o reforma le suele venir a la mente una imagen de mejoría, sin embargo esto distaba mucho de la oscura realidad del Centro para Enfermos Mentales con Episodios Neurálgicos Tratados con Exposiciones Repetidas a Intervenciones Oníricas. Un nombre el cual describe a la perfección que era el edificio y lo que se hacía en su interior, pero aunque fue el propio Dr. Lobo quién le puso dicho nombre, le resultaba largo hasta a él, así que sencillamente solía referirse a él como... Hogar. Y no pasaría mucho tiempo hasta que el Doctor recibiese en su "hogar", como era de costumbre, a un nuevo inquilino; con la pequeña diferencia de que este cambiaría el transcurso de las operaciones y experimentos que hasta entonces había realizado.
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El paciente del Dr. Lobo
TerrorLa trama de este relato de terror, se basa en la práctica quirúrgica cerebral conocida como "lobotomía", la cual se realizó sobre todo y adquirió más fama entre los años 1930 y 1960, época en la que está inspirada esta obra así como en los casos rea...