CAPÍTULO 6

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—Esta vez llegamos lejos —dijo Elías entrando en la casa con un afiche en mano y se lo entregó a Sebastián— tenemos que hallar una salida, nos están buscando, un amigo de la policía me lo alcanzo.

—Demonios —Sebastián Golpeo la mesa— debimos adivinar que no se quedarían de manos cruzadas, pensé que esto sería más fácil, no lo sé, pensé que las traíamos, enviábamos una carta, nos pagaban y las regresábamos sanas y salvas, ¿en que momento pasamos de ser cazadores a ser cazados?

—¿Y si las soltamos?, nos olvidamos de ese dinero, y regresamos a la normalidad —Sugirió Elías.

—No es tan Fácil —Elías era el primo menor de Sebastián, desde hace ya varios años se había convertido en su aliado y mejor amigo, y ahora a sus 23 años era quien se encargaba de todos los negocios (turbios se podría decir) de Sebastián, pero aún le quedaba mucho por aprender— Si las soltamos, lo perdemos todo, nadie nos respetara, la gente dejara de pagarnos, somos bandidos, se supone que somos peligrosos, el miedo es nuestro mayor aliado.

Emma pudo escuchar pasos acercarse a su habitación, empezó a buscar algo que pudiera servirle de arma, pero lo único que encontró fue una especie de florero en miniatura.

—¿Qué carajos? —grito Sebastián mientras se tocaba la cabeza, Emma se encontraba parada a su lado con el mini florero en la mano— que pretendías al golpearme con eso —añadió mientras señalaba la mano de la joven.

—No lo sé, noquearte quizás.

—¿Y luego qué?, salir corriendo, estamos muy lejos de algún poblado, tardarías días... si no te pierdes.

—No lo había pensado, mi plan solo iba hasta dejarte tendido en el suelo —si no hubiera sido por el dolor que sentía en la cabeza, Sebastián se hubiera reído a carcajadas.

—Cámbiate, que esta noche cenaremos juntos —dijo Sebastián, alcanzándole un vestido— tenemos algunos temas que tratar.

—¿Dónde está Margaret? —preguntó la joven mientras recibía el vestido— ¿Su cuarto es como este? —volvió a preguntar con angustia— necesito verla.

—Imagino que bien, ahora me dirijo a su habitación —a Sebastián le sorprendió la preocupación que vio en el rostro de Emma, esta mujer era un completo enigma, hace un par de días la había visto luchar de igual a igual con el marido de su amiga, como si no le tuviese miedo a aquel hombre que le llevaba quince centímetros de altura y unos treinta kilos, sin embargo ahora se la veía tan frágil, era la primera vez que la veía así, y eso le pareció adorable, la mirada fija de esos grandes ojos color avellana le hicieron sentir una mezcla entre ternura y deseo. ¿Que era esto que le provocaba esta mujer?, "No debo sentir nada" se dijo.

—Por favor, llévame con ella, sé que no está bien, solo quiero verla —suplico Emma.

Sebastián acepto de mala gana... no pudo negarse a aquella petición.

—¡Oh por Dios! —Margaret estaba en posición fetal sobre la cama— ¿estás bien querida? —La joven no paraba de sollozar. Emma la cobijo en sus abrazos y le acaricio el cabello— Ya estoy aquí Maggy, todo está bien.

—No entiendo, cuando la dejamos estaba bien —aclaró Sebastián.

—Margaret sufre de claustrofobia, no soporta los espacios cerrados, tenemos que sacarla de esta habitación —Emma le conto a Sebastián cómo Daniel en una ocasión había encerrado a Margaret dentro del armario de su habitación cuando esta lo atrapó con una de sus amantes y se le enfrento, estuvo dentro en aquel pequeño espacio oscuro por casi cuarenta y ocho horas, hasta que una de las mucamas la encontró— ¿Puede quedarse conmigo? —Pregunto Emma.

—No —jamás podría aceptar tal petición, no podían estar juntas, no hasta que aceptaran el trato que les plantearía— ¿Y si abrimos su ventana, ella estaría mejor? —Emma asintió con la cabeza, sin soltar a su amiga— No quiero problemas, ni intentos de fuga, ni gritos, ni nada por el estilo.

—Jamás se atrevería —dijo Emma mientras se dirigía hacia su secuestrador— ella no intentaría escapar sin mí, además tú ya tienes ventaja sobre nosotras, sabes la debilidad de Margaret, y con eso nos tienes atrapadas a ambas.

—Que tenga entendido yo tengo ventaja desde el momento en que me las lleve —dijo Sebastián con una media sonrisa que derritió a Emma— No es que sean precisamente nuestras huéspedes en este momento —añadió— aunque esto podría cambiar.

—Espero que no sea ninguna proposición inadecuada —sugirió Emma mientras rechazaba la atracción que empezaba a sentir por aquel hombre— Sepa usted que a pesar de la situación en la que nos encontramos, nosotras somos unas mujeres respetables, y no estábamos dispuestas a convertirnos en amantes de unos malhechores como ustedes bajo ninguna circunstancia —dijo firme, aunque en su interior no le degradaría tener un affaire con el hombre que tenía en frente.

—Está segura de eso —dijo Sebastián en voz baja y mirándola desde arriba. Emma jamás se había sentido tan pequeña ante un hombre.

—Completamente —respondió con voz temblorosa, podía sentir la respiración de aquel hombre en su rostro y sintió como un escalo frio recorría por su cuerpo.

—Pues me alegra, porque no tengo la más mínima intención de sugerir algo por el estilo —Emma pensó que jamás había escuchado una voz tan varonil, tan sexy, que fuera capaz de hipnotizar de esa manera a una mujer.

—Disculpen que interrumpa su sensual discusión, pero aun siento que no puedo respirar, y me ayudaría mucho si abrieran la ventana —la voz de Margaret los saco de aquel ensueño.

—Elías —Grito Sebastián, mientras se alejaba de todo aquel encanto de mujer, que sin necesidad de tocarlo lo había seducido en unos minutos.

—Diga —dijo el joven delgaducho que acababa de hacer su aparición.

—Escolta a la señorita Mariño a su habitación y luego abre esta ventana, y no olvides de asegurar las puertas.

—¿Para que cierro la puerta si tendrá la ventana abierta? —dijo confundido el muchacho.

—Solo has lo que te pido —añadió antes de retirarse.

Rehén del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora