Capítulo 22: Unas cuantas verdades

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Habían permanecido en silencio por más de diez minutos, en el proceso, Ryun entre abría y cerraba la boca con dificultad para tratar de decir algo. 

—¿Puedes simplemente decirlo?      —soltó Lucy un poco incómoda sin siquiera mirarlo.

—¿Debes, aborrecerme?

Lucy se quedó pasmada ante aquellas palabras. ¿Por qué se supone que debía odiarle?

—Yo...

—No tienes que tratar de justificarlo Lucy, me lo merezco —interrumpió creando todavía más confusión en ella—. Sé que también te mentí mientras Oliver jugaba a una doble vida.

Se quedó en silencio supuestamente pensativa. Era mejor callar que admitir al mejor amigo de Oliver, que ella se había olvidado de su existencia por completo.

—Pues... admito que... —divagaba tratando de encontrar las palabras correctas— Automáticamente en el momento pensé, en cómo pudo Ryun encubrirlo e igual que Oliver verme la cara de estúpida durante tanto tiempo, pero eres su amigo supongo que era... era tu deber como tal.

—Bueno sí, pero aún así no se justifica —dijo bastante aquejado—. Hablé con él en más de una ocasión y se lo dije de frente, porque chicas como tú aparecen cada milenio
—enunció mientras sus palabras de culpa hacían que Lucy se sintiera mal, a medias por olvidarlo. 

—Nunca me han contado la historia de cómo se conocieron —preguntó de imprevisto algo enérgica tratando de desviar aquel tema. No quería seguir escuchando como se reprochaba así mismo por los errores de otros.

—Eso depende de que Oliver te haya contado... —respondió esquivó.

Él no sabía que tanto había llegado Oliver a contarle sobre su vida. Así que debía tratar de ser lo más perspicaz que pudiese, porque ante todo estaba la lealtad.

—Peleas, drogas, prostitución, contrabando. Tú eliges el tema        —alegó la chica en un tono horrorizado enumerando con los dedos. Aunque ahora su voz se escuchará más suave al hablar de ello.

—¡Gigoló... Ja! —exclamó él con gracia dejando salir carcajadas mientras Lucy suspiraba con resignación y desviaba la vista por unos cuantos segundo en dirección a Oliver— ¡Oh mierda, lo siento! ¡Soy un imbécil! —Volvió exclamar al darse cuenta de su gran estupidez.

Lucy forzó una pequeña sonrisa de incomodidad ante su disculpa, esto volvió a causar que el silencio se hiciera dueño del momento otra vez.

—Nos conocimos traficando cuando llegó a Nueva York —manifestó serio sin despegar la vista del camino.

Lucy, observó por el rabillo del ojo al chico risueño y de risa graciosa que conducía. Debía desechar aquel estereotipo sobre que los tipos malos son escorias de la sociedad, con tatuajes, cicatrices y demás.

—¿También creciste en las calles?

Él, negó con la cabeza ante su pregunta tímida.

—No todas las personas que están o estuvieron en el negocio, tienen una trágica historia Lucy. Yo por ejemplo, crecí al sur de Manhattan en un suburbio de Wall Street, colegios de paga, padres felizmente casados aún, domingos de parrilladas y vacaciones familiares en Disneyland.

—¿Entonces por qué? —preguntó incauta y con curiosidad sin poder entender como alguien que no es víctima de las consecuencias y tropiezos de la vida termina en ese negocio.

—¡El dinero mueve al mundo Lucy!

Ella volvió a quedarse en silencio, no tenía nada más que agregar o preguntar. Simplemente debía asumir que no todos tienen una poderosa razón que los orille a cometer errores. Y tal vez su madre no era la excepción.

La Cenicienta de Queens (Por Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora