3. Seleana

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Quería irse, había planeado su huída de esa ciudad por, al menos, cinco meses. Pero justo cuando planeaba echar a correr, aparece éste guardia de La Corte y hace que Sel mande todo a la mierda.

Ambos estaban conscientes de que no podía ser, que, aunque lo mantuvieran en secreto nunca podrían amarse, pero ella igual lo intentaría. Por pedido de Roger, el apuesto y dulce guardia, aceptó llevar a aquella campesina a ver a Lou, haría todo por él, no titubeó cuando él le pidió su ayuda.

Saliendo de El Rosal, se cambió de ropa, cambiando sus jeans y camisa sin mangas, por una falda y una blusa "decentes". Se puso una peluca rubia para ocultar su cabello rojo, y salió en camino a un bar pobretón de una calle que nadie visitaba. Para encontrarse con Roger.

Llegando la chica con ojos negros que siempre estaba en la entrada, le saludó con un movimiento de mano, a lo que Seleana respondió con un asentimiento de cabeza, entrando por la puerta.

Aunque todo el mundo decía que el bar de esa calle era horrible, la verdad era que no estaba tan mal. Era amplio y servía buenos tragos.

Al entrar, repasó el lugar, respiró profundo y se encaminó a la barra, dónde se encontraba Roger. Al alcanzarlo le cubrió los ojos con ambas manos y lo sintió sonreír.

—Hola, Camille. —pronunció Roger.

Que Roger sepa el nombre real de Sel era una cosa importante, significa que le importa, que escuchar que la persona que ama la llame por su nombre real, vale la pena.

—Hola, Roger. — dijo Seleana en voz baja, como si lo que dijera era un secreto importantísimo.

Separó las manos de su cara lentamente mientras tomaba asiento en el banquillo adyacente a el de Roger, para poder verlo bien esta vez.

—Joder, te he extrañado. — soltó Roger cuando por fin pudo ver a Sel a los ojos, ojos de color verde, que lo acompañan cuando están separados.

Seleana soltó una risita tímida y se acercó a él para darle un beso en la mejilla, amaba hacer eso, porque sabía que Roger se ponía tan rojo como un tomate cada vez que lo hacía.

—Yo también te he extrañado, aunque solo hayan pasado seis días desde la última vez que nos vimos.

Roger puso los ojos en blanco mientras ladeaba la cabeza y esbozaba una pequeña sonrisa. Si una persona los viera, sin conocer quiénes eran, probablemente sonreirían, pensando "qué bello es el amor", era una pena que ella era una delincuente y el un guardia, no los definían como personas, pero eran etiquetas con las que debían cargar.

Cuando Roger la volvió a ver, la vió a los ojos con tanto sentimiento, que Seleana no pudo evitar sonrojarse y apartar la vista.

—¿Cómo ha ido lo de la campesina? — preguntó Roger sin apartar la vista del rostro lleno de pecas de la chica.

—No lo sé, he hecho lo que me pediste, hablé con mi contacto de El Rosal para que la aceptaran, pero no quise seguir la conversación, soy solo una camarera, a fin de cuentas. Si no conociera bien a Lou, diría que la hemos metido en la boca del lobo, pero creo que está en buenas manos—dijo Sel volteando el rostro hacia Roger. — ¿Qué tal el trabajo? — preguntó.

—Robaron de nuevo— soltó con amargura.

Seleana apartó la vista rápidamente, sabía que había sido Saia, pero no dijo nada.

—Mierda, no es tu culpa, no te sientas mal—dijo en tono de lamento con una pizca de empatía—. Hiciste lo que pudiste.

Sel se sentía todo el tiempo como una traidora, estaba traicionando a Lou, pero tampoco era honesta con Roger, por lo menos no al cien por ciento.

—No digo que lo sea, es solo que no puedo evitar sentir que he hecho algo mal. — dijo Roger con una sonrisa triste.

Sel siempre pensaba en cómo sería ver a Lou arder, destruirla, ver cómo todo lo que había construido se derrumbaba, pero aunque Lou sea la hija de puta más grande de todo Erjik, no podría hacerlo, quería dejar ese lugar, pero no se atrevería a destruir a Lou, porque cuando toda la vida de Camille se fue al carajo, Lou fue quien le dio una segunda oportunidad, Lou le dió a Seleana, aunque para ella, ese nombre no significara mucho y aunque odiara a ambas; tanto a Sel como a Camille, no podría olvidar ese detalle que salvo a la pequeña pelirroja perdida en la vida.

—No has hecho nada mal, eres una persona increíble— dijo Sel al sostener su mano—. Haces un increíble trabajo, y no mereces castigarte así.

Sel iba en serio con cada palabra, lo que Roger no sabía es que las palabras que salían de la boca de la chica estaban filtradas, lo que quería decirle era cuanto odiaba no decirle la verdad, y cuánto se odiaba a sí misma por no hacerlo.

Roger la tomó por los hombros y la abrazó, le dió un beso en la mejilla y se enderezó para poder verla a los ojos.

—No sabes cuánto te quiero, no sé qué haría sin ti, eres la mejor persona que he conocido. —lo decía con amor en la voz, pero Sel se sintió mal, se sintió como si la hubiesen apuñalado mil veces en el alma, así que se dió vuelta y salió de ese lugar, mientras sentía cómo las lágrimas caían por su rostro.

Llegó al lugar donde había dejado su ropa normal, se cambió y fue directo a El Rosal, todo el tiempo con un sentimiento horrible en el pecho, le dolía no ser suficiente, le dolía ser ella, quería irse, quería desaparecer, no tenía razón para seguir siendo una ladrona, no quería seguir siendo una Rosa.

Al cabo de un rato caminando con la cabeza gacha, sintió un cuerpo toparse con ella, y volvió a ser Seleana, la que estaba seria y se metía con todos. Levantó la vista para toparse con Saia con el rostro rojo de furia, quién simplemente la pasó de largo dándole un empujón al salir.

Podría estar triste, pero el empujón iba de más, iba a girarse y meterse con ella un poco, pero decidió hacer algo que le pareció mejor idea, seguirla, buscar material para acusarla con Lou. Eso, y el hecho de que sentía curiosidad de adónde iba Saia tan molesta.

Las Rosas de MarfilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora