1. Saia

64 6 0
                                    

Correr ya era suficientemente difícil tomando en cuenta que le habían disparado a Saia dos veces, afortunadamente era bastante hábil Y esquivó el primer disparo, pero el tirador de la Corte Pertilega era bastante eficaz también, y le había dado al segundo intento.

Saia corría por los tejados de La Corte con los papeles que le había encargado Lou.

La chica nueva necesitaba una identidad nueva, y Lou, Ojo de Vidrio Lou, había sentido lástima por la pequeña campesina que se había colado en la guarida de Las Rosas.

Cuando llegó a la orilla de la pared, no pudo evitar girar para ver a el tirador que había causado una herida en su muslo, y encima, hacerle una seña de soldado solo para dejarse caer seis pisos hacia el suelo, rezando en su mente que Lou haya cumplido con que mandaría a una de sus hadas más hábiles para salvarla de aquella caída.

Contó tres segundos antes de sentir cómo dos manos gigantes la tomaban de los brazos salvándola de esa terrible y humillante muerte.

Gracias al cielo pensó mientras dejaba el aire escapar por la boca.

No era la primera vez que se colaba a la Corte Pertilega, de hecho, no tenía idea de cómo hizo para que no la reconocieran de la última vez que estuvo allí, se había prometido no entrar a ese lugar, ni ésta vida, ni las siguientes ocho.

Pero, realmente ella era consciente de que haría cualquier cosa por Lou, eso iba mucho más allá de simple lealtad, la quería de verdad, pero no de la forma fraternal, varias veces se había planteado cómo sería besar esos labios, que se sentiría pasar su lengua por aquella cicatriz en su labio inferior.

Solo eran fantasías, todos en El Rosal sabían que Ojo de Vidrio se mataría antes de abrir su corazón, ella siempre decía que la gente no se quedaba, que los lazos no existían, que no podías depender de nadie y que la confianza siempre era temporal. Nadie sabía realmente qué fue lo que hizo a Lou tan fría, qué le había hecho tanto daño.

Cuando sintió el suelo bajo los pies, Saia no pudo evitar sonreír, juró que no lo haría de nuevo, pero debía admitir que le causó cierta adrenalina saber que la estaban buscando.

Entró a El Rosal, el club más importante de todo Passin, no tenía muy buena fama, pero para ella era su casa. Entró al despacho de Lou con una sonrisa triunfal y la mano con los papeles levantada en señal de victoria.

—Aquí tiene señoría—dijo Saia tendiendole los papeles, sin deformar la sonrisa que decoraba su bello rostro color bronce.

—Tardaste demasiado, Saia— dijo, con tono de voz severo-. El tiempo es valioso, el mundo no se detiene por estupideces.

Saia mantenía le espalda erguida, y no pudo evitar apretar la mandibula. Ella sabía que no debió pasar por el despacho de su padre, pero quería asegurarse de que nadia había movido nada aún.

—Lo siento.

—Que no se repita. Confío en tí Saia, por favor no me decepciones— lo último que Saia quería era hacer creer a Lou que era una buena para nada —. Ahora vamos, hay trabajo que hacer— se dió vuelta y salió por la puerta, camino a ver a la chica nueva.

Subieron un par de pisos y se adentraron a una de las habitaciones que utilizaban como bodega, Lou abrió la puerta de golpe, haciendo sobresaltar a la chica de cabello tan rubio que se veía blanco, haciendo que ésta se girara con los ojos verdes bien abiertos, a su lado Seleana, ni se inmutó, manteniendo su semblante serio como simpre hacía.

—Tardaron—dijo Seleana, alternando la vista entre Lou y Saia—. Y supongo, es culpa tuya. — agregó, señalando a Saia con un dedo y viéndola a los ojos.

—No es culpa de nadie. —dijo Lou, cortando a Seleana.

—Claro...—agregó Seleana rodando los ojos.

—Hola, Anne—dijo Lou con una sonrisa torcida en el rostro; lo que le causó más disgusto a Saia. eran celos, celos que se guardaba, celos que no tendría por qué sentir—, aquí traigo lo necesario para crear tu nueva identidad. —añadió mostrando lo que Saia había conseguido.

El ambiente era tenso, incómodo, tal vez solo ella sentía esa rabia innecesaria e incoherente hacia Anne, no le había hecho nada, pero no podía dejar de verla con una chispa de odio y resentimiento en los ojos. Estaba a punto de retirarse cuando Anne la vió, frunció el ceño y agregó:

—¿Qué te ha pasado? —señalando el muslo sangrante de Saia— ¿Estás bien?

—Claro que estoy bien, se necesita más que una bala para acabar conmigo. — respondió con una sonrisa cínica. Cuando cruzó mirada con Lou, se desvaneció, odiaba que Lou la viera como la persona débil que realmente era.

—Te tienes que curar. Ahora. —añadió Lou sin despegar la vista de Saia, la cual, sin poner objeción, se largó a buscar a Dan para que la curara rápidamente.

En el camino no pudo evitar pensar en su padre, en cómo el despacho del mismo seguía igual, en cómo nadie sabe que era su hija, en cómo jamás verá su cara de nuevo. Habían pasado ya tres meses desde que el padre de Saia fue asesinado, y aún dolía, aún sentía rencor.

Llegando a la oficina de las hadas se encontró con Daniel, el hada más poderosa de todo Passin. También el hombre por el que todas las chicas morían, y al que todos los hombres envidiaban.

—Saia. —dijo a modo de saludo al mismo tiempo que le regalaba una sonrisa fácil de niño lindo.

—Dan, necesito tu ayuda. —dijo Saia, viendolo a los ojos, sabiendo que el pobre chico estaba profundamente enamorado de ella, no le importaría curarla a cambio de un beso.

—Claro, me buscas solo cuando me necesitas, ¿Qué es ahora? —preguntó fingiendo poco interés.

Saia hizo una seña para que la siguiera a una de las habitaciones que había en el edificio, ya en ella, Saia dispuso a subirse la falda y bajarse las medias, para que Dan pudiera echar un vistazo a su herida.

—No es nada, pero Lou me mandó aquí.

—Claro que es algo, la sangre ni siquiera ha empezado a secarse—suspiró—, no te preocupes, déjame a mí. —Un poco tímido, posó su mano sobre el muslo de Saia. A la cual la recorrió un escalofrío, causando que por puro impulso apartara la vista.

Saia odiaba la magia, tal vez no odiar, pero le provocaba una sensación de desconfianza, todo por aquella bruja que le había arruinado la vida tan despiadadamente, matando a su padre, poco a poco. No dejaría que otra magia que no fuera la de Dan rozara nunca una parte de su cuerpo jamás.

Luego de unos minutos Saia sintió como Dan se apartaba de su cuerpo, dejando a Saia sintiéndose asustada y vulnerable, temblaba ligeramente y se sentía incluso un tanto nerviosa.

—Sabes que no te haría daño, ¿Verdad? —Saia le dedicó una mirada rápida antes de apartar la mirada de nuevo.

—Lo sé, por eso te dejo hacerlo. —agregó sin verlo a los ojos.

Dan la observaba, no solo al veía, la estudiaba, la analizaba, y a Saia eso, no le gustaba, Dan podía ver a través de ella con facilidad.

—Podría besarte—soltó Dan sin pensarlo, dando un paso al frente—. ¿Puedo...?

La pregunta fue cortada por Saia poniendo sus labios sobre los de Dan. No sintió nada al besarlo, nunca lo hacía, era solo por compromiso, por deuda.

Cortando el beso se apartó y salió de la habitación dejando a Dan solo, porque, aunque esos fugaces besos para Dan eran todo, para ella eran nada.

Las Rosas de MarfilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora