Confesiones

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-Emilio, ¿Estás bien?   -Joaco se acerco preocupado al mayor-   te ves pálido y estás agitado, ¿quieres que vaya con tu mam...?

-¡No!   -aclaró su garganta-   eh, digo, estoy bien, es sólo que, no sé, creo que es por el alcohol.

-Pues te he visto ebrio varias veces y nunca te había visto de ésta manera ¿estás seguro que estás bien?   -Joaquín levantó una de sus pobladas cejas mirando incrédulo a Emilio.

-Sí, no te preocupes.

Joaquín asintió, claro que no muy convencido, retrocedió unos cuantos pasos y comenzó a mirar la habitación, Emilio sólo podía mirarlo, ese chico era precioso, y él estaba ebrio, y estando ebrio las sensaciones se intensifican, él veía a Joaquín en ese momento, como una obra de arte.

-Bueno, ¿Dónde está lo que me ibas a entregar?   -la vista de Joaquín volvió a Emilio, le sonrió de lado como sólo Joaquín sabía hacerlo, y Emilio se sintió aún más nervioso.

-Te mentí    -confesó-   yo tengo que decirte algo que, no quería que nadie nos interrumpiera, por eso te traje para acá diciéndote eso.

Joaquín frunció el ceño, y comenzó a sentirse nervioso, entre abrió la boca buscando algo para decir pero en su cabeza sólo podían rondar preguntas, buscando respuestas del por qué Emilio lo llevó hasta ahí, y, ¿De qué quería hablar?

-Sabemos que Aristemo terminó, Juan no tiene intenciones de continuarlo, y no sabemos si las tendrá, y Joaco...  -Emilio se tambaleaba de un lado a otro nervioso, trataba de calmar sus emociones para decir las palabras correctas y en el orden correcto-   no quiero dejar de verte.

Joaquín sonrió conmovido, sus ojos habían adquirido un brillo especial, un brillo que él sabía que sólo era capaz de tener cuando estaba con Emilio, cuando sus ojos miraban a aquel chico ruloso que le hacía sentir miles de sensaciones en un solo minuto.
Joaco negó con la cabeza, aún sonriendo y se acercó un paso mas a Emilio, queriendo transmitirle calidez.

-No, no, eso no pasará, ambos lo sabemos, tenemos amigos en común, nos veremos en fiestas, y quién sabe, a lo mejor tengamos algún otro proyecto juntos, tal vez no como Aristemo, pero...

-No quiero verte solo de vez en cuando   -se apresuró a decir.

-Emilio,  -Joaquín confundido ladeó la cabeza-   no te estoy entendiendo.

-Sí, no me estás entendiendo, Joaco,  respiró hondo- agh, es que yo, bueno yo no sé que me ha estado pasando últimamente, ¿sabes? A veces me levanto por la mañana y tengo...

-¡¿Emilio a qué te refieres?!  -el menos comenzó a desesperarse.

-¡Que creo que me gustas!   -contestó, alzando la voz por encima de la de Joaco para que no quedaran dudas y no volver a tener que repetirlo, porque le costó demasiado decirlo, sentía perfectamente como las palmas de sus manos habían comenzado a sudar, sus cejas estaban alzadas, esperando impaciente por algún gesto que el chico que tenía en frente pudiera hacer, pero él, simplemente no hacía nada, estaba ahí, estático y sin saber que decir, y tenía una expresión de asombro de la cual, si estuviesen en otra situación Emilio sin duda se hubiera reído y lo hubiera molestado con eso por horas, pero éste no era el caso, no cuando sus emociones amorosas estaban de por medio-    puedes...  ¿puedes decirme algo?   -bufó dejando salir una pequeña risa nerviosa.

Joaquín en cambio, en ese minuto de silencio estaba teniendo una revolución dentro de él, y no se había dado cuenta del tiempo que había perdido quedándose quieto, parpadeó un par de veces y miro los ojos de Emilio, se estaba malviajando, ¡Emilio lo estaba mirando como Aristóteles miraba a Cuahutémoc!

No pudo hacer más que reír.

-¿De qué te ríes? No encuentro nada gracioso en que te acabo de decir algo malditamente importante para mí.

-Emilio, ¿Qué clase de broma es ésta?  -La sonrisa de Joaquín hacía que sus ojos se enchinaran, en un gesto demasiado tierno para el momento.

-¡¿Broma?! Te acabo de decir que me gustas, ¿que pedo?

-Estás borracho.   -Joaquín negó por última vez, y negándose a seguir con ese juego, caminó hacia la puerta, pero ni siquiera logró girar la perilla cuendo Emilio habló en voz alta.

-No estoy tratando de ser gracioso, entiéndelo, me estás haciendo las cosas más difíciles de lo que ya son, en serio, no sé cómo pasó, me gustas, y no estoy ebrio, tomé, pero soy consciente de lo que digo, es más, tú eres el culpable de que tomara.

La boca de Joaquín casi cayó al piso.

-¿Yo?  

-Sí, porque no me atrevía a decirte esto, y ahora que me atrevo y te lo digo ¡No me crees!

-Emilio...

-No, sólo, escúchame   -decidido en lo que iba a hacer, se acercó peligrosamente a Joaquín, el morocho retrocedió lo que ya no podía, pues su espalda ya se encontraba pegada a la puerta-   desde el día que nos entregaron el guión del beso, he sentido algo, me confundí desde ese momento, pero no lo supe, hasta que filmamos esa escena en la serie...

-Filmamos muchas escenas   -Joaquín susurro nervioso, se sentía acorralado, Emilio cada vez se acercaba más y él ya no tenía a donde escapar, sólo era capaz de sentir su corazón contra su pecho ante las palabras de Emilio.

-La escena de la cama, Joaquín.

Joaquín comenzó a sentir como la sangre subía a su cara, y miró hacia otro lado, esa escena había sido una de las más fuertes que la serie contenía, abordaron el tema de la primera vez de Aristemo, el simple hecho de recordar a Emilio sólo en boxers, encima de él y besándose, logró que la respiración de el menor comenzara a desestabilizarse, esa escena, a Joaquín también le había dejado efectos secundarios, como no poder dormir por no dejar de pensar en lo bien que la piel de Emilio se sentía junto a la de él, en como sus labios encajaban perfectamente, en como Emilio se había olvidado de que estaban en un set de grabación y que habían más personas con ellos.

-Desde ese día...   -Emilio dió otro paso hacía él-   no dejo de pensar en tí.

El mayor, decidió terminar con la distancia que los separaba, Joaquín estaba nervioso, levantó un poco su cabeza para poder seguir mirando los ojos de Emilio, era obvio que lo rebasaba de estatura, la tensión se podía cortar con un cuchillo y Joaquín se sentía volver loco.

Emilio quería tantear el terreno, no soportaría ser rechazado, tenía que actuar ahora o nunca más tendría la oportunidad que se le presentaba ahora. Colocando una de sus manos en la puerta, de cierta manera acorralando al chico del cabello negro, se la jugó y colocó la otra en la cintura de Joaquín, lo hizo tan delicadamente, como si de una flor se tratase, quería demostrarle al menor que lo que estaba diciendo era verdad, que los sentimientos que él decía tener, eran verdaderos. Mirando a Joaquín directamente, acercó su cabeza hacia él, ahora respiraban el mismo aire, el aire que salía del cuerpo del otro, Emilio no resistía más, pero quería alguna señal para saber que Joaquín no tenía problema con aquello, tragó saliva y acercó su boca a la del menor, sus labios se rozaron levemente, y un flashback del primer beso Aristemo llegó a la cabeza de Emilio, provocando que sonriera un poco, pero Joaquín estaba tan nervioso que ni siquiera se dió cuenta de eso, el sólo podía pensar en la cercanía de Emilio, en como sus respiraciones se agitaban ante la precipitación de lo que estaba por suceder, jamás se hubiera imaginado que se encontraría en una situación así con Emilio y mucho menos esa noche.

-Quiero besarte.  -Susurró Emilio, sólo para los dos, la vista de Joaquín fue de los labios de Emilio a sus ojos, un jadeo no tardó en salir de la boca del más bajo, él lo deseaba tanto como Emilio.

-Hazlo   -Retó.

Y así lo hizo.

BESOS EN LA OSCURIDAD  +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora