CAPÍTULO I

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Aunque mi nombre poco pueda aportar, puedo asegurar que viví. Que mi vida no fue algo fortuito, ni pasó indiferente, ni tampoco quedó oculta. Que conseguí alcanzar una buena vejez, y al final de mis días pude declarar, convencido y satisfecho, que valió la pena vivir.

Nací a principios del verano de mil novecientos veintitrés en Natchez, una pequeña ciudad del condado de Adams, en el estado de Mississippi y junto al río que le da nombre. La casa de mis progenitores era una de esas casas sureñas con historia y auténtico sabor a sur, que se remontaba a muchos años antes de la guerra que enfrentó a unionistas y a confederados.

Monmouth, por ese nombre se la ha conocido en todo el condado y mucho más allá de sus fronteras. Hoy las cosas han cambiado, y la vieja casa es actualmente un hotel que atesora entre sus paredes la historia de un pasado que hace las delicias de aquellos nostálgicos que saben encontrar en él, la paz y el placer de retroceder por unos días al lujo y a la opulencia que la distinguió desde su construcción en mil ochocientos dieciocho.

Monmouth fue comprada por John Anthony Quitman y su esposa Eliza Turner en el año mil ochocientos veinticuatro, cuando su anterior y primer propietario, John Hankinson, no pudo hacer frente a las deudas contraídas. Desde entonces, y habiendo atravesado multitud de situaciones adversas, ha permanecido en manos de mi familia.

John Anthony Quitman era un simple abogado recién licenciado cuando llegó a Natchez, pero tras casarse con Eliza Turner, una joven perteneciente a unas de las familias más prominentes y adineradas de Mississippi, alcanzó a convertirse, en mil ochocientos cincuenta, en gobernador del estado. Ya anteriormente, y con el grado de general, había liderado las tropas para la independencia de Texas del estado de México, allá por mil ochocientos cuarenta y seis, lo que le otorgó fama y renombre que le allanaron el camino en la política.

Así que una vez desvelado mi longevo e ilustre apellido, también puedo hacerlo con mi nombre, Edward.

Al inicio de la década de los treinta, las viejas haciendas dedicadas al cultivo del algodón daban paso a la industrialización. La gran Depresión del veintinueve había originado un cambio sustancial, y con la creación del programa llamado "Equilibrando agricultura con industria", se consiguió estimular la diversificación de la economía de estado, y así disminuir su dependencia en relación a la agricultura. Después, en mil novecientos cuarenta y uno, al entrar EEUU en la Segunda Guerra Mundial, y hasta el final de la misma en el cuarenta y cinco, Mississippi se industrializó de forma rápida y eficiente. Pero a pesar de estos cambios, Monmouth conservaba un buen número de campos de algodón; la tradición familiar se mantenía y de eso se sentía orgulloso mi padre, aunque admitía de buen grado la entrada de nueva tecnología para su explotación.

En medio de esos cambios profundos de tradiciones, de cultura y también económicos, llegaba a cumplir mis veinte años. Fue precisamente en ese verano del cuarenta y tres, cuando mi vida se vio sacudida por primera vez por unas experiencias que me permitieron descubrir que la vida puede llegar a ser una primavera permanente si se vive al lado de la persona idónea, o un auténtico caos cuando el destino se atreve a meter sus manos furtivas para arruinar el futuro.

—¡Mamá! —grité desde la puerta—. Me voy con los amigos al río.

—¡Hijo!—me llamó la atención mi madre asomándose tras la puerta de la biblioteca—. Ya sabes que no me gusta que vayas gritando —me dijo en tono severo, para después dibujar en sus labios una cálida sonrisa—. Id con cuidado y no vengas tarde, a tu padre no le gusta sentarse a la mesa y que tú no estés.

—No te preocupes, mamá, seré puntual —le respondí cerrando la puerta al salir, al tiempo que mordía la jugosa manzana que había cogido de la cocina, con la aprobación de Mommy, la anciana niñera de color que cuidó de mí desde el día que llegué a este mundo hasta que, un incipiente y desdibujado bigote, comenzó a dar muestras de que yo, ya no era un niño; desde entonces y por méritos propios, Mommy, gobernaba la cocina a su antojo, sin dejar de cuidarme cuando la situación lo requería.

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⏰ Last updated: Jun 12, 2019 ⏰

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Al sur del MississippiWhere stories live. Discover now