002 | Sueños rotos.

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Martes 20 de mayo, 2016


—¿Nina, estás lista?—preguntó Vika—una de las chicas que conocí en el edificio— al entrar a mi habitación.

—Lista.

Tome la caja de cigarrillos y el encendedor guardándolos en el bolsillo de mi abrigo, fieles compañeros después del accidente. Ataques de ansiedad, pánico y depresión, un cóctel de trastornos exquisito. Nótese el sarcasmo. Claramente recibí ayuda psicológica después de salir del coma, una vez a la semana debía asistir con la psicóloga, que para nada era de mi agrado, a sus tontas charlas sobre mi bienestar emocional. ¿Cómo si a ella le importara lo que pasaría después con la chica que lo perdió todo y no tiene más familia que a ella misma?. Recetó pastillas que me mantenían prácticamente drogada y en caso de que sucediera un ataque al menos mi cuerpo pudiera controlarlo un poco más. Algo así como una ayuda que te mantenía como estúpido por un buen tiempo. Igual preferí elegir el arma que mata lenta y silenciosamente, el tabaco, y otras más.

Cerré la puerta del departamento con llave y subimos al último piso del edificio donde todos los martes se realiza una clase de "reunión", organizada por—según la sociedad— delincuentes. Al parecer vivir a este lado de la ciudad te convertía en un delincuente, claramente era erróneo porque a simple vista por cómo vistes, de donde vienes o donde vives eres juzgado, y no es así.

Las personas juzgan sin un mínimo de datos—decía papá y si que tenía razón.

—¿Me cuidas esto mientras voy por algo de beber?—pidió Vika entregándome su pequeño bolso.

Asentí y se fue meneando sus marcadas caderas a alguna parte.

Vika, una chica de cabello morado, ojos color miel, tez blanca y estatura promedio, muy bonita a decir verdad. Vive con su madre y hermana menor. Nos conocimos el día de mi mudanza al ofrecerse a ayudar con mis pocas e innecesarias pertenencias, para ser exactos somos vecinas, vive en el apartamento del al lado. Al principio creí sería una chica tonta, mimada y bastante ingenua, me equivoqué aprendiendo al mismo tiempo a dejar de juzgar sin antes escuchar. Trabaja de bailarina en un pub de mala muerte en el centro de la ciudad desde que tiene quince años. A su madre le diagnosticaron cáncer de estómago cuando ella tenía trece, tuvo que dejar de trabajar por las constantes recaídas. Vika se vio forzada a encontrar trabajo, claro, una chica de quince, pura e inocente fue blanco fácil y terminó en ese lugar. Es simplemente una bailarina, aunque de igual forma eso no la libra de maltratos y a veces hasta hombres que se quieren propasar. No es un trabajo digno pero de igual forma le pagan bien, lo suficiente como para mantener los tratamientos de su madre y enviar a su hermana menor a la escuela. Todo su esfuerzo lo hace por su hermana, ella dice que no quiere verla terminar igual a ella, quiere que estudie y logre ser toda una profesional.

Todo lo que ella no podrá llegar a ser.

No le tenía lastima, pero si sentía admiración y un gran cariño desde el primer día que nos conocimos.

Decidida camine entre las personas y a lo lejos pude divisar en uno de los sillones rojos chillante a Evan y su banda llamada, Xtran. Es prácticamente la encargada de cuidar de la gente buena a este lado de la ciudad, porqué la policía no se acerca más que al límite por temor a salir con una bala en medio de las cejas.

—¡Pero mira a quien tenemos acá!—exclamó con emoción levantándose del sillón para poder abrazarme—, pequeña ¿cómo estás?—preguntó muy cerca de mi oído para poder escucharlo.

Evan, todo un cliché de chico malo a diferencia de que carga con un gran corazón y no es un idiota. Su cuerpo se mantiene forrado de tatuajes, cada uno con una historia y gran significado, su cabello negro siempre está revuelto, sus ojos azules como el mar impactarían a cualquier chica y ni hablar de su musculoso cuerpo. Fue abandonado por su familia frente a la casa de unos completos desconocidos, lo bueno es que ahí vivían una pareja de señores que lo criaron como si fuera su hijo de sangre. Creció conociendo el amor de una madre y un padre, terminó la secundaria obteniendo de por medio todo lo que a su edad cualquiera desearía tener. Todo cambio un año después antes de entrar a la universidad, un asesino despiadado mató a sus padres, que bien no lo eran por definición pero si por corazón, dejándolo solo en el mundo. Intento mantener la casa en la cual vivían pero fue imposible, ni sus tres trabajos fueron suficientes para generar el dinero necesario como para mantenerla, decidió venderla y tiempo después se encontró con los chicos que ahora forman parte de lo que el llama familia, su banda. Quería ser un gran doctor y salvar vidas. Aunque de igual forma terminó cuidando de personas indefensas, enseñando a otras a utilizar su fuerza como algo bueno y no para dañar a gente inocente. Se gana la vida como profesor de boxeo. La primera vez que lo conocí me sorprendió lo amable que podría llegar a ser, y lo sigue haciendo. Adoptó la posición de hermano mayor y sobreprotector, varias veces intentó rehabilitarme, charlas y muchas otras idioteces más por las que pagaría. —Eres muy joven para matarte con esa clase de porquerías—fue lo que dijo en un intento por lograr convencerme, a lo que respondí: —No funcionará y de igual forma te lo agradezco. Es mi manera de escapar de la realidad.

Él no consume drogas, dice que su cuerpo es un templo y prefiere llenarlo de tinta, de recuerdos imborrables que llevará por siempre en su piel. Es algo así como el cigarrillo para mi.

Sorprendente, lo sé.

—En la medida de lo posible, bien—me solté de su agarre y sonreí fingidamente intentando que no lo notara. La verdad era que no me encontraba del todo bien, aumenté la dosis de las drogas pues la ansiedad y los ataques de pánico aumentaban a tal punto de no dejarme dormir. Estaba segura de la razón, se acercaba la fecha del accidente y eso activa mi sistema nervioso a tal grado de querer sofocarme. Desde que conocí a Vika y Evan, se han convertido en unos muy buenos amigos, los dos conocen mi historia y están consientes de lo que consumo. Han intentado ayudarme, no obstante, ¿qué se puede hacer con una persona que no quiere ser ayudada?

—¿Cómo te siéntese?—preguntó de nuevo. Siempre era la misma rutina, a veces me recordaba a papá preocupado por cómo iba y de verdad como estaba. Aunque muy pocas veces le mentía, si le decía la verdadera razón me sacaría a rastras del lugar encerrándome en mi habitación hasta que me desintoxicará.

Ya lo había intentado una vez.

—Completamente genial—mentí.

Vika apareció con dos vasos rojos llenos de un líquido desconocido, me entregó uno y de inmediato lo acerque a mi boca dándole un trago, al instante el líquido caliente quemo mi garganta y supe que era vodka.

Comenzamos a charlar sobre cosas triviales y entre risas me di cuenta de que convivía junto a sueños rotos.

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Nota de la autora:
Bad guy— Billie Eilish

EN EL CIELO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora