―Señor, señora Jeager ―Jean estaba nervioso, las manos le sudaban y el nerviosismo le hacía restregarse las manos en el pantalón―. Los cité aquí para que me concedan el permiso de casarme con Mikasa.
El restaurante en el que estaban reunidos era bastante lujoso. La mesa estaba decorada con un pulcro mantel blanco y, en el centro de la misma, había un pequeño florero dorado con rosas blancas bastante frescas. La iluminación era perfecta como para que Jean pudiera apreciar los rostros de las dos personas que tenía en frente. Fue tan evidente cuando Carla lo miró sorprendida, mientras que Grisha ni se inmutó con la petición. Jean los miraba expectante. Sabía que no le iban a negar la mano de Mikasa, pero por respeto les estaba pidiendo permiso. Esa familia lo había acogido desde que era aún un niño y se los debía. Grisha lo miraba seriamente e iba a decir algo cuando su mujer interrumpió y habló primero.
―Jean, ¿no crees que son muy jóvenes para casarse? Acaban de terminar la universidad.
―Señora, sé que aún no tengo un trabajo fijo, pero le aseguro que a Mikasa no le faltará nada nunca, será la reina en el castillo que se merece.
―No, corazón, no es por eso. Es que me parece que son muy jóvenes, tienen apenas 21, y tanto que vivir y descubrir.
―Estoy seguro de mis sentimientos hacia su hija. La quiero y amo, la protegeré con mi vida. Y, como dije, no le faltará nada, nunca.
Grisha se removió en su asiento y apretó las manos de Carla para que guardara silencio. Ella entendió el gesto y no habló más, dando la palabra a su esposo.
―Bien, muchacho, te concedo el permiso de casarte con mi hija. Sé que cumplirás tu palabra y la vas amar y respetar como la ley manda.
Tras escuchar eso, el corazón de Jean se disparó y casi que le da un ataque cardíaco fulminante. Se levantó bruscamente de la mesa, haciendo que la gente del local posara su atención en él.
―Gracias, muchas gracias ―decía al tiempo que le daba un apretón de manos a Grisha, demasiado fuerte por la emoción.
~0~
Había cerrado demasiado fuerte la puerta de la oficina. Sentía que sus pies le pesaban y sus pasos autómatas lo llevaron directo a la habitación que compartía con ella. Estaba empañado de la ira por la confesión que acababa de escuchar.
¿En qué momento había sucedido todo eso? No lo sabía. Él solo se había preocupado porque ella viviera como reina, darle todo lo que para él era necesario en la vida de ella, para que vistiera bien, viviera bien y no tuviera la necesidad de trabajar y se dedicara a esas cosas que las mujeres tanto adoran, como la moda e ir de compras, que se ocupara y diera órdenes en la casa como la señora dueña de todo.
Una vez dentro de la pieza, recostó su espalda en la puerta doble de madera pintada en maque. Suspiró. Tal vez así podía sacar todo lo que llevaba dentro en ese momento, pero era imposible. Habían tantos sentimientos nada positivos mezclados en su pecho. Alzó las manos y se las quedó viendo, preguntándose qué había hecho mal, en que había fallado. Cerró sus ojos y dirigió sus palmas a su cara, refregándose un poco hasta subirlas a su cabello.
Cuando abrió los párpados, observó toda la habitación. Sus ojos se posaron automáticamente en la foto de marco dorado que decoraba un pequeño buró; en la imagen se veían él y Mikasa. Recordaba ese día, estaban en la luna de miel, disfrutando de las playas del mediterráneo. La selfie la había tomado él, era una foto bellísima, el mar y el sol ocultándose en el horizonte y... Mikasa. Mikasa tan bella con sus cachetes sonrosados y su hermosa sonrisa.
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Dile. (RivaMika Fanfic)
RomanceEn verdad lamento ser tan difícil, esa es la única palabra que encuentro para definirme, difícil en cuanto a mi forma de ser, mi manera de pensar, soy difícil de tratar, de querer, de soportar, créeme, sé que lo soy.