1

31 3 0
                                    



—¿Está grabando?

Esa fue la pregunta que realizó la joven pelirroja, su cabello rozaba sus hombros, y unos pequeños piercings adornaban sus orejas.

Se relamió los labios durante unos segundos y sonrió mirando hacia la cámara, comenzando a hablar.

—Mi nombre es Natasha Ivanova, tengo 16 años y vivo en Rusia, más concretamente en un pequeño y tranquilo pueblo llamado Sviyazhsk.

—Me acabo de mudar. ¿Veis?

Preguntó, señalando las cajas de mudanza y todo el desorden que había por su habitación.

—Hoy es... 10 de septiembre de 2020.
He llegado aquí sobre las 7 de la tarde, y adivinad, ¡No tenía  nada de conexión!

Exclamó con fastidio mientras inflaba sus mejillas adornadas con unas pecas.

—No podré ver Netflix.

Natasha río mientras miraba por su ventana, cambiando de tema.

—¿Sabéis? Creo que mis vecinos son unos chefs. En serio, huele genial y no consigo descifrar qué es.

Volvió a mirar hacia la cámara, y está enfocó mejor su rostro.

—¿Os preguntáis por qué me estoy grabando?

La joven sonrió haciendo su cabello hacia un lado. De fondo se podían observar grandes cajas de cartón de la mudanza, algunas prendas de ropa esparcidas por el suelo y la puerta entornada.

Pero ella la había cerrado.

La habitación era algo pequeña, con una ventana al lado del escritorio donde está tenía apoyada la cámara, y con un suelo algo viejo, que crujía al apoyar muy fuerte los zapatos.

Había una estantería al lado de su cama, tenía algunos libros que la antigua familia había dejado.

—Fácil. Me gusta grabarlo todo, para que nunca se me olvide nada.

Tardó unos segundos en volver a hablar.

—¿¡A que es una idea genial!?

Exclamó emocionada mientras se mordía levemente su labio inferior.

—Debería seguir mañana, porque son...

La chica agachó suavemente su cabeza para mirar el reloj, un regalo de su difunta madre, la cámara pudo grabar como algo o alguien se asomaba por la ventana.

No se veía con claridad, porque no había buena iluminación, pero se podía distinguir perfectamente como unos ojos y unas manos extremadamente  delgadas, miraban por la ventana.

Natasha no se percató y cuando volvió a mirar hacia la cámara ya no había nada.

—Las 2:47, debería ir a la cocina.

Esta se rio sola.

—Se que pensaríais que debería ir a dormir, pero mi estómago es una especie de agujero negro sin fin.

Natasha observó la batería de la cámara, 15 %.

—Creo que quedaba un trozo de pizza de esta noche.

La pelirroja se levantó mientras agarraba la cámara con sus manos.

—Juraría que había cerrado la puerta...

Musitó a la vez que encendía el viejo interruptor del largo pasillo.

—¿Sabéis? Empiezo el instituto el lunes, y no sé si conseguiré hacer algún amigo, pero por lo menos, te tengo a ti cámara.

Al llegar a la cocina esta pulso el interruptor, pero no funcionaba.

—Que asco.

Suspiro y a ciegas, camino hacia donde intuía que estaría su querida pizza.

Chocó con la grande mesa de madera, donde había cenado con su padre.

Un hombre de unos 47 años, amable y risueño. Formaría parte del cuerpo policial del pueblo, y empezaría mañana.

—¡Aquí estas!

Agarró un trozo mientras que volvía por la misma dirección por donde había venido.

Al llegar a su habitación, la puerta estaba cerrada.

Esta tampoco le dio mucha importancia, a pesar de que ella no la había cerrado.

—Cuando me pase algo interesante volveré a grabar, ¿vale?

Esta se terminó la deliciosa pizza y guiño el ojo.

—¡No me echéis de menos!

Apagó su cámara y la dejó sobre el escritorio de madera.

Se percató de que la luz de sus vecinos aún seguía encendida.

—Que extraño...

Musitó mientras comenzaba a quitarse su camisa de espaldas a la ventana.

Dejando ver primero su espalda, con algunos lunares y pecas, seguido de su sujetador morado que contrastaba con su paliza piel, esta lo desabrocho.

Bajo la corta falda negra mientras que su ropa interior del mismo color seguía en contacto con su piel.

—Joder, hace un frío de la hostia.

Aclaró mientras buscaba su pijama, aún de espaldas hacia la ventana, cosa que no debería hacer.

Una sudadera y unos pantalones anchos iban a ser sus mejores aliados contra el frío de ese pueblo.

Se tumbó sobre el mullido colchón y no tardó en cerrar sus ojos, no obstante, no conseguía dormirse.

Se podía escuchar como algo golpeaba contra la ventana de manera suave.

—"Toc, toc, toc"

Un breve silencio.

—"Toc, toc"

Y así constantemente.

Natasha simplemente bostezo y sonrió levemente.

Que viento más educado, pensó.

A los pocos segundos  está ya se había dormido, al contrario que sus queridos vecinos, que seguían con la luz de su cocina encendida.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 16, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Natasha.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora