— ¡Arg! ¡Duele! — el quejido de Aoshi resonó por toda la enfermería mientras era atendido por una enfermera, con un algodón húmedo de alcohol pasándolo por la mejilla del rubio castaño, estaba en una cama individual en un espacio que era determinado por unas cortinas color salmón que a su alrededor, impidiendo que viera el otro paciente que estaba en la otra cama. Si, Alec estaba en la cama continua a la suya, un doctor y otra enfermera lo estaban atendiendo, miró de reojo entre los pliegues de las cortinas en su lado izquierdo y visualiza su piel clara de su mano, que tenía un tubo de suero sobresaliendo de sus nudillos. ¿Tan mal estaba? ¿Acaso le golpeó demasiado fuerte? Esas era unas de las preguntas que pasaban por su cabeza mientras pasaba su mano por las quemaduras que Alec le había provocado por el área de ambos hombros entre sus vendajes.
Alec apenas estaba recuperando la conciencia, se sentía más muerto que vivo en esos momentos. Le dolía la cabeza, y cada movimiento era doloroso, puede respirar gracias a la máscara que yacía sobre su nariz y boca. Como odiaba estar rodeado de paredes blancas y de cortinas de hospital, lo hacían revivir malos recuerdos de mucho sufrimiento, respiró profundo una última vez antes de quitarse la máscara de oxígeno y enderezarse para quedar sentado sobre la cama. Pudo notar el suero en su mano derecha, se sentía muy incómodo así que intentó quitárselo así si más, pero sinceramente se sentía muy torpe como para hacer esa acción, se llevó su mano libre hasta pasarla por su cabello castaño rojizo, estaba cansado, muy cansado, pero no quería quedarse en ese lugar más de lo necesario, así que se arriesgó en caer y romperse la nariz contra el suelo con tal y sentarse en la orilla de la cama, pero fue exaltado por un quejido detrás de la cortina a su derecha, la curiosidad le ganó y con su mano derecha donde tenía el suero tomó el parar para apoyarse y dar un paso antes de Tocar la cortina con su dedos y apartarla, dejando ver la espalda medio vendada de Aoshi, los vendajes le cubrían más que nada los hombros hasta por debajo de estos, a oír el sonido de la cortina corriendose giró su cabeza hacia atrás y tuvo contacto visual con Alec. Se me veía muy cansado de cerca.
— ¿Qué miras tanto? — preguntó irritado Aoshi mientras se cruzaba de brazos, más Alec estaba más interesado en los vendajes que llevaba, tenía un vago recuerdo de que lo había empujado o algo, pero no creyó que fuera tan grave.
— ¿Yo... Te hice eso... ? — sus voz era ronca y cansada, casi un susurro, la pregunta dejó a Aoshi un poco desubicado que sólo lo miró levantando una ceja.
— ¿Acaso ya no te acuerdas? — habló sin cambiar su tono de voz, Alec le daba la cabeza vueltas y no sabía que había pasado exactamente. El rubio sólo suspiró con pesadez. — Pfff... de verdad eres raro... peleamos y me quemaste con tu cosmos.
— ¿D-de verdad? — habló algo tembloroso abriendo bien los ojos de la sorpresa, aquellos ojos azules recorrieron la habitación y en la orilla de ma cama yacía la camisa y el saco de Aoshi extendidos sobre la cama, claramente se veía las manos de Alec que dejaron una huella en forma de una quemadura profunda, pero era imposible, bueno, no, era muy improbable a decir la verdad. Tal vez haya sido por que había elevado su cosmos el dolor que tenía en todo el cuerpo, volvió a ver a Aoshi que tenía una mirada sería y algo molesta. — ¿Te... dolió mucho...?
Aoshi frunció más su ceño, ¿Por que le importa su estado de salud? Evidentemente él parecía el más enfermo de los dos, le apetecía decirle que no le incumbe. Pero una parte de si mismo le dijo que no era el momento de ser.... él.
— Necesitarás más que esto para poder derrotarme...— respondió de manera neutral, pero sin dejar de ser desafiante. Alec suspiró, no cambiará nunca esa actitud de chico malo. Pero gracias a la distracción pudo recuperar fuerzas un poco como para estar de pie por si mismo y bajar la mirada al suelo de baldosas blancas.
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El Sol, La Luna Y Las Estrellas.
FanfictionLa Unión de el caballero de Pegaso y la hija De Capricornio ha florecido, después de tantas adversidades que tuvieron que pasar pudieron vivir en paz junto a su hijo. Hasta que un día tuvieron un picnic, desde allí su vida dio un giro que lo cambiar...