Yo

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No era alguien exactamente interesante. En realidad, consideraba mi vida patéticamente aburrida para ser un muchacho de 17 años. Estudiaba en una escuela privada por la buena posición económica en la que me encontraba gracias al trabajo de mis padres, pero no era muy bueno haciendo amigos. La mayoría de los chicos de mi clase eran confiados por tener mucho dinero y estudiar en un colegio caro, pero yo era más bien tímido, todo lo contrario a ellos, casi invisible a los ojos de los demás; el típico chico con gafas de la clase, el que leía. Eso me gustaba hacer: leer. De hecho, era casi lo único que me gustaba hacer; era bueno en el colegio, supongo, pero no ponía especial interés en clases, ni en aprender ni en nada real que no fuese la literatura.

Vivía en un sector privilegiado con mis padres y uno de mis hermanos. Tenía dos hermanos mayores, pero hacía poco el mayor de los tres se había casado y mudado con su esposa a algún otro vecindario. Mi casa no era mala, mi familia no era miserable. Quizás a veces me sentía algo disminuido porque mis logros nunca parecían ser lo suficientemente buenos (al menos no tanto como los de mis hermanos), pero en lo demás era tan solo un adolescente común en su último año de vida escolar. Mis padres no estaban divorciados, no discutían muy a menudo, mas tampoco se querían demasiado. A mi punto de vista eran más compañeros, conocidos con confianza y casados, que esposos reales. Al menos no peleaban, no podía quejarme de ello; tampoco nunca deseé que, por ejemplo, se besaran delante mío ni mucho menos (qué asco tan solo imaginarlo), así que su ligeramente fría relación no me afectaba. Yo era un chico algo...tradicional. Bueno, vale, lo admito, era un chico cursi, al menos para mí mismo, mi forma de pensar lo era. ¿Mis acciones? Bien, ¿cómo decirlo? Sobre chicas... Pues yo era un caso perdido. Tenía una amiga, el único ser humano de mi edad con el que me relacionaba, y era mi mejor amiga. Congeniábamos bastante bien, mas nunca se dio algo entre nosotros más allá de una amistad. Ahora, no me malentiendan: no digo que ella no fuese atractiva, y tampoco que la razón por la que solo éramos amigos fue que me hubiera rechazado. Solo teníamos diferentes personalidades, aunque cada uno fuese capaz de entender lo que el otro quería. Ella era algo más liberal que yo, sólo un poco, prefería salir con muchachos que la complementaran, ignorantes y guapos. Yo era yo y prefería salir con chicas... Bien, no era exigente, no tenía un tipo específico de chicas y no podía esperar a una super modelo de pasarela, pero lo cierto era que nadie que conocía me había llamado la atención de esa manera. Tampoco estoy diciendo que yo fuese tan horrible que nadie se habría fijado en mí ni de chiste, solo que no era la clase de chicos que van a fiestas y ligan.

Yo era un chico alto, alrededor de 1.86 m, y delgado; cabello negro, ligeramente alborotado; tez bronceada; rostro nada fuera de lo común; ojos pardos; en resumen, alguien con quien con facilidad te puedes encontrar en una parada de autobús. Sobre Eileen, mi mejor amiga: era bastante más baja que yo, quizás 1.55 m; su cabello era ondulado y rubio; tez blanca, lechosa; tenía la nariz puntiaguda, y un mar de pecas rojizas le cruzaba el puente de esta. Era de contextura normal, no muy robusta, la clase de chicas que dicen casi a diario lo gorda que están aunque no se ven mal y juran inscribirse al gimnasio la semana entrante, pero jamás rechazarían un trozo de chocolate. Juntos nos veíamos rarísimos, pero nunca faltaba entre nosotros un tema de conversación, de eso se encargaba ella; si el repertorio escaseaba, siempre estaba dispuesto a oír sobre un nuevo muchacho que le gustaba en el momento o sobre cierto vestido que había visto en el centro comercial y le fascinaba pero dudaba si tenía el cuerpo necesario para lucirlo.

Eileen, a diferencia mía, tenía un solo hermano y era menor que ella. Siempre se quejaba de tener que cuidarlo, pues el pequeño Matías tenía tan solo seis años, pero era muy cariñosa con él. Sus padres eran menores que los míos: se habían fugado y casado de jóvenes, y afortunadamente las cosas resultaron bien para ellos. Su padre era contador y su madre secretaria, y nunca había visto a una familia más feliz.

Yo no esperaba un futuro que incluyera un final de cuento de hadas como el de los padres de mi amiga, enamorarme, fugarme y que todo me salga bien; lo máximo a lo que aspiraba era salir de la escuela y no fracasar, una vida como la de mis padres incluso no me parecía tan mala.

Pero algo cambió. Un día algo que no esperaba ocurrió y pues... Creo que todo cambió.

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