GRAFITEANDO EL PELIGRO.
«Escribimos nuestros nombres en las paredes. Grafiteando nuestros corazones».
Graffiti — Chvrches
—Estoy tan pletórico, aún no puedo creer que hayamos ganado la carrera —dije sentado sobre el pasto verde del hermoso jardín de la mansión Catwell.
—Te lo dije, y tú no creías que lo lograríamos —comentó Daphy con una pequeña sonrisa acostada sobre el hermoso y bien podado césped, mirando hacia el azulado cielo.
—No vuelvo a dudar de ti.
—Espero que no tonto —respondió riendo.
Y sí, Daphne había sido la que había asegurado que íbamos a ganar, pero yo puse de mi parte motivándola cuando ella ya no podía más y pensaba en rendirse, así que podría decirse que el mérito era de ambos.
—Hagamos algo, tenemos el día libre, podemos ir al cine o a jugar bolos, para celebrar que fuimos los ganadores de los corredores de pintura —comentó Daphy animada.
—Es una buena idea, yo invito las palomitas, la entrada y los helados, tú invitas los bolos —respondí con una sonrisa.
—Tonto, me dejas lo más costoso a mí —reprochó Daphy riendo.
—Bueno, tú eres la del dinero así que no te quejes y agradece que no te deje pagarlo todo, porque siendo tú millonaria así debería ser, ¿no? —bromeé.
—No aunque sea millonaria eso sería injusto —recriminó.
—Lo sé, lo sé —respondí.
Daphy y yo solíamos compartirnos los gastos de todas las cosas que comprábamos cuando salíamos, y me parecía algo justo, aunque la mayoría de personas siempre creían que Daphy por ser la del dinero yo me aprovechaba de ella y dejaba que pagara todo, pero no, la realidad era otra.
—Hay que ir entonces, ¿qué esperamos? —dijo Daphne corriendo hacia su cochera.
Subimos a uno de sus autos y el chofer nos llevó al centro comercial más cercano de la ciudad, después se fue, y caminamos hacia el Planet Bowling para ir a divertirnos.
—¡Lanza la bola! —ordenó Daphne detrás de mi espalda cuando nos encontrábamos en la pista de bolos.
—Espera, tengo que concentrarme —respondí sereno, suspiré y luego lancé la bola haciendo un spare.
—Puedo hacerlo mejor —dijo Daphy egocéntrica, levantándose de su asiento y cogiendo una de las pesadas bolas, después la lanzó y votó todos los pinos en su primer intento, haciendo un strike.
Toda una deportista profesional.
—Ese fue un tiro muy pro —comenté anonadado.
—Soy Daphne Catwell, la mejor deportista, ¿lo olvidas? —dijo alabándose a ella misma.
—Claro, una gran deportista —repliqué sarcástico—. ¿Qué deporte practicas en nuestra preparatoria? Porque yo no recuerdo verte participar en ningún deporte.
—No participo en ningún deporte porque no quiero herir los sentimientos de las demás chicas, se sentirían intimidadas y humilladas si vieran a esta diosa competir, así que prefiero no hacerlo —contestó encogiéndose de hombros.
—Vaya, hoy amaneciste muy egocéntrica, ganas una competencia y ya te sientes toda una deportista profesional —comenté riendo.
La rubia solamente rió y me mostró la lengua como una niña pequeña.
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LA AMISTAD QUE ESCRIBIMOS ©
RomanceOliver Pickwick es un joven de clase media con un sueño bohemio: convertirse en escritor, pero con un conflicto más grande que el de la escritura. Está enamorado de su mejor amiga. Daphne Catwell una joven de familia millonaria con el pobre sueño de...