Conversación 01.

63 5 2
                                    

Mamá siempre nos explicaba que el motivo de que algunos de sus dientes se hayan desprendido era porque mi hermano le había quitado mucho calcio al llevarlo en su vientre. Él y yo siempre nos reíamos de aquel comentario. Ayer en clase de biología, el profesor me dijo que era cierto. Ojalá supiera que ya le creo.

—Debemos dejar de procrastinar, hablo enserio —dice mientras pasa un mechón de cabello por detrás de su oreja izquierda.

—¿Qué es procrastinar? —Arruga su frente.

—Procrastinar es dejar de ir a mi clase de teatro por quedarme contigo a discutir aspectos de nuestra vida que podemos resolver, pero que nos da flojera resolver, mientras le damos un tono gracioso a todo lo que decimos. Tono que nadie entenderá, porque es como si poco a poco estuviéramos elaborando un diccionario a cerca de los términos nada convencionales que usamos —Se detiene al tener respiración escasa.

—¡¿Qué? O sea, sé que tienes razón, pero por favor ¡respira!

—Procrastinar es no hacer lo que tienes que hacer y dejarlo para después.

—¿Está bien procrastinar? —pregunta aun sabiendo la respuesta.

—No —responde cortante—. No está bien procrastinar.

—Tenemos un informe qué hacer, Dalaila. Es para mañana.

—Lo hacemos más tarde, en la noche. Cuando el viento sale en busca de románticos indiscretos que seducen las calles de la ciudad. Cuando mi gata sube a mi techo, pobre de calamina, a emitir sonidos alarmantes en busca de un innato conquistador que esté dispuesto a consumar su deseo reproductor.

—Nunca había conocido a alguien tan profunda para expresar y describir el hecho de que su gata quiera follar. Eres arte.

—Quiere que le hagan las relaciones —ríe en calma.

—¿Crees que ella regrese? —La interroga mientras voltea a mirarla. Dalaila no contesta físicamente, pero sabe lo que él está diciendo.

—Dizzy, mi gato nunca regresó.

El joven toca su rostro, enfocado en su atención. Esta no lo mira, sabe que es mejor así. Ahorra penas, ahorra sinceridad. Su talón de Aquiles es el contacto visual. Puede dejarse dominar en un segundo. Sabe que hay personas en este mundo que tienen el bastón de Jafar en los ojos.

—No estoy hablando de tu gato, estoy hablando de...

—Shhh —Lo interrumpe—. No digas su nombre, puede que alguien nos esté escuchando y más adelante escriba un libro o haga una película sobre esto.

—Soy un fracaso, ella lo descubrió, por eso partió.

Dalaila omite el último comentario de su compañero. Continúa, esta vez, mirando el cielo color azul, color mar. No el mar que se presenta a kilómetros de su casa, ese está muriendo lentamente a causa de avaricia, sino el arquetipo de mar que tenemos nosotros en nuestra mente.

—¿A qué le temes más? —Por fin se decide a hablar.

—Al fracaso, valga la redundancia —contesta Dizzy rápidamente sin tan siquiera pensarlo.

—Eres un fracasado que le teme al fracaso, uno que se encuentra en el fracaso, pero que no hace nada para no seguir fracasando. Por lo tanto, seguirá siendo un fracasado —Se detiene—. Valga la redundancia.

—Y tú eres una niña temerosa que tiene miedo de conocer el mundo, prefiriendo encerrarse a crear un mundo basado en letras y echarse sobre este verde césped a intercambiar palabras sin sentido con un fracasado como yo. Una niña que tiene miedo de conocer. Por ende, alejada a tu entorno. Una pequeña que nunca dejará sus miedos si sigue prefiriendo adherirse a ellos.

—¿Sabes que ha sido lo peor que he recibido de ti? —Sujeta su mano.

—¿Qué? —Sus pupilas se dilatan. Sus latidos cardiacos aumentan.

—El creer que mi recuerdo es consecuencia de una de tus cuantas canciones poéticas. Cuando realmente es ella en quien piensas.

—Nunca te dije que eras tú la que consume mi mente —contesta muy autoritario—. Eres tú la que regenera mi mente. Además, él aún está presente. Tú estás desafortunadamente enamorada de él y yo de ella. No somos diferentes a unas cuantas parejas por allá afuera que presumen a cada instante su amor. Solo hay una diferencia, y es que tú y yo no fingimos. Sabemos que nos usamos recíprocamente y que, si ellos volvieran, quedaríamos en recuerdo.

Dalaila se acerca con una sonrisa improvisada, sujeta el cuello de su acompañante y posa un beso sobre sus labios. Unos segundos después, aprieta su nariz haciendo un gesto tierno. Está satisfecha, la vida no pudo esmerarse más. Está muy contenta por haber obtenido lo que se merece. Durante un tiempo se la pasó dañando sentimientos puros y ahora están dañando los suyos. Dizzy, por otro lado, está disfrutando su desdicha. Bebió el néctar de muchas flores. Aquella que es para él, ya se encuentra inalcanzable.

—¿Por qué buscar algo serio? —interroga— Me siento en paz contigo. Me das paz, me transmites ánimos. Contigo siento que puedo lograr todo, hasta el sueño más absurdo.

—No quiero algo serio, pero no quiero que juegues conmigo.

El muchacho se incorpora manteniéndose sentado. Ella hace lo mismo. Son un juego dominó que dio inicio cuando aún no eran pares, pero que sí eran piezas posibles a encajar.

—No entiendo tu punto.

—Te permito no tener algo serio. Te permito pensar en ella mientras estés conectando conmigo, pero no permito que alguien más sea tu centro de diversiones. Me enfadaría mucho.

—¿Eres un juego exclusivo? —bromea calmando un poco la situación.

—Soy una aplicación de paga.

—¿Puedo descargarte en archivo apk con todas las funciones disponibles? —Se mantiene en risas.

—Eso no sería justo.

—Nada es justo en esta vida, Dalaila —Coloca su mano sobre una de sus piernas y la acaricia suavemente—. Excepto el que nos conozcamos. Eso está muy bien merecido.

—¿Por qué? —cuestiona.

La joven de mirada hiriente suspira colocando su mirada directamente hacia el polo de rayas que lleva puesto Dizzy. Los dos suelen vestir de forma extraña. Son parte del mismo rompecabezas.

—¿Quién carajos celebra el ser unido con alguien que tiene el alma rota?

Después de analizarlo por un momento. Ella responde llena de convicción cerrando la obra creada en su imaginación.

—Otra alma rota. Así pueden unirse. No saben como sanar, pero están tan desesperados por ello, que lo terminan logrando.

La música da inicio y entre ellos, un ritmo jazz desaparece cada nube en el cielo. Desaparecen árboles, desaparecen plantas, desparece gente, desaparece todo lo palpable. Sumergiéndolos a ellos en un estado de completo escenario emocional.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Espero les guste. Aunque probablemente, nadie lo lea kdskjsdkjdss que creisi.

Hola, Estefano.

Conversaciones irrelevantesWhere stories live. Discover now