deux ; impulsos

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El color favorito de Louis ha variado con el paso de los años. Cuando era niño era el rojo, en su adolescencia cambió al azul, y hace un tiempo que el negro se llevaba el título.

Pero desde hace dos semanas su color favorito es el de los ojos de Harry, y no puede simplemente describirlo con un solo pigmento. Es que si los miras en detalle, notas que tiene distintos tipos de verde, como una paleta de colores de acuarela, y que pequeñas motas azules, casi invisibles, se esparcen en la parte de abajo, mientras que cerca de su pupila reina una diversidad de tonos amarillescos y verdosos.

Pero son esas salpicaduras azules, casi celestes, que hacen que Louis se sienta más cerca a Harry, y cada vez que logra distinguirlas, siente que encuentra un tesoro y que podría escribir infinitas canciones sobre ellas.

Y tal vez Harry esté igual de conmocionado con los ojos de Louis, y quizás sea una de las cosas más puras que apreciar en alguien.

Es que cuenta leyenda que Dios, o un ángel, o lo que sea que exista allí arriba, tomó una partecita del cielo y la vertió en dos bolas de cristal, y no satisfecho con el color, le robó unas gotas al océano para profundizar aquella mirada, y pidió a la diosa de la luna el polvo de su estrella más brillante para que tengan una luz única y resplandeciente, como la que irradiaría el humano que los portara. Aunque cabe la posibilidad de que esa no sea ninguna leyenda, sino lo que Harry cree con firmeza, porque no encuentra una explicación dentro de los parámetros de este mundo para la existencia de alguien como Louis.

Y es que el océano está vacío, muerto hace tiempo, y son los ojos de Louis Tomlinson los que lo abarcan.

Y por si no lo notaron, Harry es un romántico empedernido y fatal, y Louis atribuye eso a que es pianista, y a veces atribuye que es pianista por ser un romántico sin remate.

Y es por eso que ahora Louis se encuentra en medio de un parque, porque por alguna razón siempre terminan en un parque, recostado bajo un árbol, con Harry a su lado saboreando una paleta mientras el juega con el humo de su cigarrillo.

Y esa paleta es casi tan roja como los labios de Harry en ese preciso momento, que dejaron su color sandía natural y están acentuados con el colorante de su dulce.

Y puede que Louis esté mirando demasiado los labios del más alto, deteniéndose en como delinéa el contorno de la paleta con su lengua, de una forma injustamente sensual y que debería ser ilegal. Y es que Louis es humano, un simple hombre de carne y hueso, y no es inmune a los encantos de Harry.

Y Harry es consciente de aquello, y hay una pequeña parte suya que lo hace todo con intensión, porque ya han pasado dos semanas desde que salió con Louis por primera vez y aún no se han besado. Ni siquiera un inocente roce de labios, nada, y no se lo dirá nunca a nadie, pero en serio espera que el de ojos azules de el primer paso, porque Harry nunca fue alguien que se dejara llevar por sus impulsos.

"Harry." El nombre se escapa de sus labios y el nombrado gira su cabeza para poder ver al más bajo a los ojos.

"¿Hm?" Es todo lo que emite en respuesta, incitándole a que siga, y le toma todo en sí aparentar tranquilidad.

"¿Te digo algo loco?" El azul no se despega del verde.

"Dime, Lou." Y Harry no cree en Dios, pero se encuentra rezandole por primera vez en su vida y pide por que un hombre lo bese.

"Yo..." Y el silencio llega y toma a Louis, que no parece querer terminar esa oración. Se aclara la garganta. Una vez. Dos veces. "Bueno, que..." Y Harry ya no tiene paciencia y lo interrumpe.

"Espera. ¿Sabes qué es algo verdaderamente descabellado?" Louis suspira en alivio y mira a Harry para que siga. Saborea su dulce y lo empuja a un lado de su boca. "Que tenga tantas ganas de besarte."

Y es que cuando se trata de Louis, Harry no tiene control de sí mismo. Se encuentra caminando sobre nubes, y sabe que en cualquier momento pueden desvanecerse y el caería, pero no le parece tan malo caer por ese muchacho de pinta angelical.

Y por segunda vez, ya no maneja su cuerpo y no es consciente de sus actos, él sólo se inclina sobre su costado reposando todo su peso en su brazo contra el césped, y de un segundo al otro todo lo que ve es un celeste infinito. Y Harry no es ningún escritor, pero en serio podría escribir un libro con cientos y miles de hojas, tan solo describiendo la belleza inhumana de los ojos de Louis, pero lo guardaría para él, porque se vuelve un tanto egoísta cuando de el otro se trata.

El oji-azul lo mira en silencio, una pequeña sonrisa plasmada en su rostro, y con una delicadeza digna de un dios, toma la paleta de Harry y la lleva a su boca, probandola un momento antes de sacarla y posar su mano en la nuca del otro.

Y Harry ve cuando sus párpados caen y sus pestañas dejan una pequeña sombra bajo ellas, y decide que ese simple movimiento una de sus nuevas cosas favoritas. Y se tomaría horas para tan solo mirar a Louis, porque ese es su efecto en las personas, tan solo quieres apreciar lo hermoso que es.

Pero para el gusto de Louis esos segundos se hacen eternos, asique baja la cabeza de Harry y une sus labios con los de el.

Y es perfecto.

Harry piensa que Louis sabe a menta y a cigarrillos. Y a Harry nunca le gustó el olor a esos, mucho menos saborearlo en un beso, pero decide que ese es el sabor de Louis, y eso es él en consecuencia.

Es el humo que desprende un cigarrillo.

Y es refrescante como la menta, fuerte y abrumador.

Y tal vez Louis sea su nueva adicción, y las adicciones no son buenas, pero esta no le importa.

Y Louis siente que sus labios encajan con los de Harry como una pieza perdida de un rompecabezas que finalmente se une con su parte complementaria.

Y Harry sabe a cereza, y eso es todo lo que ocupa la mente de Louis. Harry Harry Harry.

Y sus labios se vuelven a unir en un baile totalmente desincronizado y sin dirección que los deja sin aire.

Y cuando se separan Louis vuelve a su cigarrillo y Harry a su paleta, pero sus dedos están entrelazados y se mueven un poco más cerca del otro, acordando sin palabras que algo ha cambiado y que habrá más de esos besos.

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Symphonies and Cigarettes ; Larry StylinsonWhere stories live. Discover now