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Era un martes, Joaquín no se había presentado a su escuela desde hace una semana. Emilio estaba preocupado, demasiado, a pesar de que su novio no se cansara de decirle que no había problema alguno. Solo su familia estaba pasando por un mal momento: sus padres ya estaban en proceso de divorcio. Lo que dejaba a su mamá teniendo que buscar dónde mudarse porque la casa estaba a nombre de su papá y este la estaba pidiendo para él en la demanda.

Gracias a que su novio estaba tan ocupado con todos los asuntos de su casa, él pudo pasar más tiempo con sus amigos. Después de clases salían a comer algo o al cine, siendo vagos como todos sus padres los llamaban.

El día de hoy estaban comprando ropa acompañados por la hermana mayor de Emilio. Todos andaban de un lado para otro sin dejar de cargar ropa. Romina solo los veía y de vez en cuando se probaba alguna cosa, comprando solo dos cosas en las tres horas que llevaban juntos mientras que su hermano y los demás ya cargaban más de lo que sus cuerpos podían aguantar.

Emilio se acercó a su hermana sonriente, tocó levemente su hombro para llamarle la atención. Cuando esta alzó la vista de su celular, su hermano le puso una cajita en su campo de visión. La tenía sobre una de sus manos y podía medio ver la emoción que el rostro de su hermano reflejaba.

—¿No la vas a tomar? No se rechazan los regalos. — Acercó más la cajita, haciendo que la mayor por fin la tomara.

—Más te vale que no sea una broma porque te hago irte a pie hasta la casa eh. — Abrió la cajita en lo que lo amenazaba, quedándose muda después de ver el anillo que estaba dentro de esta.

—Siempre me andas comprando cosas y la verdad.. — Suspiró entre sus palabras y quedó en silencio unos escasos segundos, Romina sabía que hablaría de aquel día y le sonrió, dándole a entender que estaba ahí para él —... tú nos ayudaste cuando pasó eso, es mi forma de regresarte el favor. Sé que no es lo mismo al gasto que tú y mis papás hicieron, pero con algo se empieza ¿no?

—No te tienes que preocupar por eso, nunca te cobraría. Además, ni trabajando toda tu vida me podrías pagar, tonto.

—Bueno, déjame al menos hacer los honores.— Sacó con cuidado el anillo y le tomó la mano derecha a su hermana, con una sonrisa puso delicadamente el dedo en su anillo. Dándole un beso en su mano después. —Te queda hermoso el anillo, espero que por mucho tiempo solo tengas el mío y no el de algún galán.— Bromeó logrando hacerla reír.

—Verás que sí, hermanito. — Despeinó sus chinos y con unos movimientos de cabeza lo mandó a seguir con sus amigos, los que seguían buscando ropa a pesar de ya haber visto casi toda la tienda.

Pasando las ocho, la mayoría ya se había ido. Solo quedaban Romina, Emilio, Eridany y Elaine, estaban sentados en una banca de la plaza terminándose un helado cada uno. Ya estaban comenzado a cerrar casi toda la plaza y los chicos ya estaban empezando a tener sueño, después de todo era día de escuela y mañana debían pararse temprano.
—¿Las llevo a su casa? — Habló Romina después de tanto silencio. Las dos chicas aparentaron la vista de su comida y le sonrieron, aceptando así la invitación.

—Pues vámonos que mañana es otro día en el infierno. — Con las palabras de Emilio, las tres rieron.

—Ya es hora de que pase algo para que no vayamos a clases ¿no? Como que se queme el laboratorio o algo así. — Esa fue Eri, Elaine apoyó su idea y hasta pudo imaginarse el escenario dentro de su cabeza.

—Me da miedo que lo vayan a intentar. — Confesó Romina. Emilio seguía riéndose.

Todos se fueron al estacionamiento, Emilio traía abrazada por los hombros a Eri mientras platicaban de sus planes para las vacaciones, ya que casi todos los veranos desde que tenían memoria, los pasaban juntos. La excepción fue aquel campamento de verano donde Emilio conoció a Joaquín.

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⏰ Última actualización: Jun 16, 2019 ⏰

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un año - emiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora