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—¡Ustedes 6 a detención!—bramó la profesora Nemuri señalando a cada uno de los presentes—Tienen suerte de que no los expulse en este preciso momento.

10 horas antes.

Eran aproximadamente las 7:30 am cuando Uraraka entró corriendo al salón de clases de manera abrupta, su despertador no había sonado y esa vez su amiga no había llamado a su puerta, por lo que tuvo suerte en levantarse.

Los presentes la miraron, poco después la mirada del profesor se dirigió hacia ella: Ectoplasm, el profesor de matemáticas.

—Señorita Uraraka, que bueno que decide honrarnos con su presencia—anunció el profesor con cierta mirada desafiante antes de indicarle que se acercara hacia donde estaba—Llega justo a tiempo para ser la voluntaria, así que tome el marcador e intente ser lo suficientemente competente para resolver el ejercicio.

La clase de matemáticas era la más difícil y odiada para la joven castaña, casi siempre llegaba tarde o buscaba excusas para ausentarse, era como si se repelieran. Así que el pasar a hacer un ejercicio era la prueba mortal, sabía que su profesor era un ser despiadado y sin alma que haría todo para humillarla, así que no esperaba salir viva de esa batalla.

Cuando tomó el marcador y miró al pizarrón tuvo un bloqueo total, no sabía en que momento habían decidido juntar los números con letras, era ilógico. No sabía como resolverlo, no tenía ni la menor idea y lo primero que se le vino a la mente fue a la presidenta del concejo estudiantil sobre las piernas de ese misterioso alumno, una imagen que no logró sacar de su cabeza.

—Me estás haciendo perder el tiempo, niña—exclamó el profesor con un tono venenoso—Que...

El profesor estaba por decir palabras aún más hirientes cuando la puerta se abrió de golpe, en la puerta se encontraba la profesora Nemuri con el semblante serio.

—Midnight, ¿qué haces aquí?—cuestionó el profesor Ectoplasm un tanto contrariado, le sorprendía que se apareciera por ahí a tan tempranas horas.

Hubo risas a lo lejos, la mayoría conocía los apodos de los maestros; pero que un profesor la llamara así y la mujer no reaccionara arrancándole la cabeza, era algo que los dejaba sorprendidos y con mucho de que hablar.

—Necesito a dos de tus alumnos—la mirada helada de la profesora se dirigió directamente a Bakugou Katsuki y con un poco más de suavidad a Uraraka Ochako—Bakugou, Uraraka, los veo en cinco minutos en mi oficina.

Los aludidos fruncieron el ceño, aunque a diferencia de Katsuki, la castaña sintió un alivio nunca antes vivido, su tutora la acababa de salvar de hacer el ridículo.

—Ya escucharon, lárguense antes de que la profesora regrese y se los lleve a rastras—gruñó Ectoplasm bastante frustrado debido a que no había conseguido hundir a esa alumna, pero estaba seguro de que lo lograría.

Una vez que ambos salieron, se escuchó a Midoriya romper el silencio.

—Esperemos que expulsen a Bakugou—murmuró para él, aunque fue demasiado alto.

—Sabes que si es para eso, también expulsarán a tu novia, ¿cierto?—la mirada gélida proveniente de cierta pelinegra de nombre Tsuyu lo hizo callar.

Era verdad que Midoriya y Bakugou se llevaban como el infierno, pero la pelinegra tenía razón, y no, no quería que expulsaran por nada del mundo a Ochako, de hecho necesitaba tenerla cerca, era un deseo egoísta siendo que sus sentimientos amorosos eran nulos, pero por seguridad de que su madre no lo mandara al ejército, tenerla ahí le daba cierta ventaja.

Institute for rebels. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora