Capítulo Uno NOTA "DO" (Segundo Acto)

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El tan esperado día en que se revelarían los cambios surgidos había llegado. Me llamo la atención que al salir de mi última clase de matemáticas eran pocos los alumnos en el cole, el ambiente bullicioso de más temprano se había esfumado y una tranquilidad me hacía respirar con cierto temor. Dentro de mí ese sexto sentido me alertaba sobre una situación que pasaría y lo extraño era que mi sensación no me producía miedo sino una emoción por vivirla. Una vez llegue al inmenso salón note en su misma posición a aquel viejo piano de especial sonido y mis dedos inquietos adquiriendo su independencia, solo querían sentir sus teclas en contacto con ellos, de inmediato mis pies me llevaron hasta él bajo una especie de hechizo. Afuera el sol estaba oculto tras unas nubes muy densas, ésta solo dejaba pasar su resplandor por las únicas dos ventanas. Ese efecto le daba un aire de media luz a aquel lugar e inmediatamente imagine la escena final de una película donde los protagonistas por cosas del destino, se encuentran luego de esperar mucho tiempo para demostrarse lo que sentían. Sonreí para mí misma al ver lo que mi mente puede provocar por ser tan romántica y amante de las buenas historias de amor. Todavía con esa imagen dándome vueltas en la cabeza deje mis cosas en una de las sillas y me senté en el banco frente al viejo piano para tocarlo nuevamente. Inicie mí calentamiento esperando llegase la profesora de arte o la chica talentosa, que más podía hacer la impaciencia ya me estaba generándome incomodidad.

A pocos metros del salón y con el estuche de mi violín en mi mano y en la espalda mí bolso, empecé a escuchar acordes improvisados en el antiguo piano de hermosa sonoridad. Sigilosamente entre despojándome de lo que traía para no interrumpir la creatividad de quién arrancaba de él tan melódicos sonidos. Producto de la poca luz no podía apreciar quién lo tocaba y por temor no quería acercarme, entendí que aquella persona tenía la necesidad de expresarse sin ser molestado. Me senté cerrando mis ojos para llenar mis oídos de tan mágico momento, todo mi cuerpo vibraba al compás de cada nota y entretenida me deje llevar por estás. Luego de un silencio una respiración profunda y hasta llena de nostalgia se propago como una onda y comenzó a sonar esa melodía que me hiso amar de nuevo la música. Mi emoción casi logra paralizarme pero logre reaccionar sin perder el tiempo y con una rapidez que desconocía en segundos mi violín estaba en posición de acompañar por primera vez a la persona que cada tarde me dio esperanzas y me ayudo a sobrellevar la ausencia de mi padre.

Mi interpretación solo había avanzado pocos acordes cuando me vi sorprendida por la resonancia de aquel violín que empezó a destacarse en armoniosa ejecución. Sentí que toda mi piel se erizaba y puse todo mi empeño en dejarle el protagonismo a esa persona que endulzaba con aquel instrumento mis oídos. Al momento me inundo la felicidad y mi sonrisa era muestra de ello. Era increíble lo genial que sonaba la composición tocada por dos seres que no se conocían y por tanto nunca hasta ese instante en que se encontraron hicieran tan mágico dueto. No sabía con certeza porque razón se daba una situación como esa, para mí era una experiencia única y muy enriquecedora. Mi mente no dejaba de ponerle mil caras a esa persona extraña que del otro lado del salón me acompañaba, mi imaginación iba a una velocidad asombrosa pero jamás llego a tener una visión clara, hasta que el último acorde quedó suspendido en él aire.

Una vez terminamos de tocar aquella hermosa melodía se produjo un silencio que adsorbió hasta el más leve sonido, fue como si el tiempo se detuviese haciendo fluir in crecendo mis pulsaciones y los latidos de mi corazón. La ansiedad por disipar mi duda estaba a punto de desbordarme. ¿Es la persona sentada al piano un ella o un él? ¿Quién de los hermanos durante meses me envuelve el alma con su delicadeza cada vez que he oído esa melodía? ¿Quién de los dos ha despertado mi pasión por retomar el violín? Decida a saber deje el instrumento en su estuche sin cerrarlo y comencé a caminar despacio hacia el fondo de aquel lugar dónde destacaba la poca luz y me hacía imposible un enfoque nítido. Solo podía ver una silueta inmóvil sentada todavía en el banco y ya más cerca nuestros perfiles se develaban produciendo una sorpresa mutua.

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