...tiene que haber otra forma. Ellos no hicieron nada malo. ¡Esto no es más que una enorme injusticia!
-Irene.- la cortó el castaño. Miró al gigante frente suyo con determinación, el miedo recorriéndolo hasta la punta de los pies. Por primera vez en su vida seguro que ni rogando podría escapar de su destino, anunciado ya desde antes de su nacimiento, escrito en las estrellas.
Anunciado, al fin y al cabo, también para ella.
Y sin embargo hizo el último intento, desesperado, su único objetivo salvar al amor de su vida.
-Señor.- Dijo antes de inclinarse, la máxima representación de respeto, y la primera vez que él, un hombre de su rango y categoría, lo hacía ante alguien. Necesitaba demostrar que era sincero, aunque no sirviera de nada, debía intentarlo. -Ella no tiene la culpa de nada. Asumo toda la responsabilidad, y el castigo que usted estime correspondiente.
-¡Taehyung! No digas estupideces. ¡Suéltame, Jimin! Esto no puede terminar así.
-Noona, cálmate por favor.- pronunció el peligris a sus espaldas.
El gigante lo miraba con seriedad, una mirada vacía, ningún sentimiento en sus ojos.
Taehyung lo intentó nuevamente. -Señor, castígueme a mi, haga lo que quiera con mi alma, pero deje el de ella descansar en paz.
Sollozos lejanos se escucharon entre los que miraban la escena, algunos de alas blancas, otros de alas negras, pero todos con el mismo sentimiento de pesar, llorando a los suyos, llorando también por los otros. El tiempo de destrucción alargándose más de lo que nadie era capaz de soportar.
Luego reinó el silencio. Nadie se atrevió ni a respirar, sabiendo que ahora hablaría Él, esperando el veredicto que los sentenciaría a todos.
Y cuando Taehyung menos lo esperada, una sonrisa llena de sorna ocupó su enorme rostro.
Fue ahí cuando lo supo.
Que ya era tarde.
Para él.
Para ella.
Para el futuro que querían, pero jamás podrían tener.
.
-Taehyung-
Despertó jadeando, sudoroso, inmediatamente tomándose la cabeza entre las manos, débil luego de tantos días de no ver a Jennie.
De no tocarla.
De no tomarla entre sus brazos para no dejarla ir jamás.
Jamás.
No había logrado entrar a los sueños de la castaña desde aquel día, y aunque era su supervivencia la que estaba en juego, no era por eso que se sentía miserable.
La extrañaba.
Ella seguía en su casa, a tan solo unas puertas de distancia, recibiendo constantemente transfusiones de sangre, y remedios supuestamente energizantes que Irene se inventaba, asegurándole de que le devolverían su antigua vitalidad, y a pesar de estar tan cerca nunca la había sentido tan lejos, como si ahora los separara un abismo, el terror en su mirada cuando lo vio aquella mañana en que abrió por fin sus ojos incrustado en su retina, inseguro de ser capaz de convencerla de que ese monstruo que aseguraba haber visto no era él.
Bueno, no por completo.
Su tímida sonrisa, la suavidad de su voz mientras pronunciaba su nombre, la desesperación con que sus manos lo recorrían por completo, acariciándole la espalda, las mejillas, ilusionándolo con el pensamiento de que ella lo necesitaba tanto como él a ella.
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Sanguine tuo. (+18; Taennie)
Fanfiction(+18) Cada gemido saliendo de su boca lo acercaba más a su delicioso cuerpo. Sólo ella podía tener ese poder en él, y el problema es que lo sabía a la perfección, el castaño a su merced con tan solo un chasqueo de dedos, ella aprovechando cada minut...