Capítulo 2

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Meike ató las muñecas de Aiden a la silla y le separó las piernas de forma algo brusca, provocándole un jadeo al más joven. Nate le había advertido de que era bastante bruto pero lo que Aiden no esperaba era que le atara las manos y le vendara los ojos en la primera mamada. No es que no hubiera sido atado anteriormente ni mucho menos, pero algo en Meike le había hecho sentir ese calor que sentía antes del orgasmo desde el momento en que le abrió la puerta. Ese hombre prometía ser la encarnación del placer.

Y joder si lo era. La lengua de Meike recorrió la polla de Aiden con una lentitud tan terrible que le mareó. Aiden amaba esa sensación de mareo y placer mezclados, mecerse en una neblina de buenas sensaciones y sentir la vibración en todo su cuerpo cuando tenía un orgasmo. Esa sensación solo podía provocársela el opio. Pero aquel día Aiden no había tomado la droga, Nate no le había dejado pues acostumbraba a dormirse después del primer polvo si había tomado opio, y Nate sabía que Meike no toleraría aquello.

Era él. Era Meike y su jodida lengua los que estaban deshaciendo a Aiden entre gemidos. Quería verle. Joder, solo con imaginarse a Meike arrodillado ante él, comiéndole... Tenía que controlarse si quería obedecer y no correrse antes de tiempo. El vampiro sabía lo que hacía, presionando la lengua contra su punta y chupando en los momentos adecuados. Era delicado y a la vez le estaba llevando al límite una y otra vez de la forma más ruda que había probado jamás. Quería gritar, moverse, dejar que Meike probara lo que le estaba causando. Pero sabía que si desobedecía Meike no le follaría. Así que apretó los dientes y gruñó cuando los labios del vampiro rodearon su polla. Tiró del amarre en sus muñecas y levantó las caderas. Meike gruñó tan profundamente que Aiden sintió miedo por lo que vendría a continuación.

La boca de Meike se alejó de él, dejando al chico gimoteando por más.

—No vuelvas a moverte así. —Aiden estaba tan ido que no supo descifrar de qué parte de la habitación llegaba la voz.

Las sujeciones se soltaron pero la venda seguía cubriendo sus ojos. Aiden fue empujado hasta la cama. El gruñido de Meike sonó justo detrás de él y notó el cálido aliento en su cuello.

—A cuatro, agárrate con las manos a un poste.

Y eso hizo. Buscó a tientas uno de ellos y se colocó, con las manos bien sujetas y las piernas separadas para Meike. El vampiro se relamió ante la visión y ató las muñecas de Aiden a la cama con una cuerda. Le acarició las nalgas y Aiden ronroneó.

—¿Acaso eres un gato? —susurró Meike mientras se desnudaba.

—L-lo siento, señor Kim.

—Quiero que vuelvas a ronronear. —Clavó sus uñas en una de las pálidas nalgas del otro chico, provocándole de nuevo ese sonido que tanto le había gustado a Meike—. Buen chico.

Meike se puso tras Aiden, apoyado en las rodillas y lamió su entrada una vez. El otro chico se estremeció y separó más las piernas. El vampiro puso a Aiden en la postura más cómoda para poder follarle como a él le gustaba: muy duro. Aiden sintió la polla de Meike hacer presión en su entrada y solo con ese toque se dio cuenta de cuán grande la tenía. Ahogó un grito cuando entró de golpe, llenándole casi por completo. Sintió como su interior se contraía por el dolor e intentaba rechazar a Meike, movimientos que Aiden obviamente no era capaz de controlar. El sonido que hizo Meike fue totalmente animal y habló entre gruñidos.

—Joder, Aiden... Creí que follabas mucho, pero estás tan estrecho...

—Por desgracia para mí —jadeó Aiden—. Nate no la tiene tan jodidamente grande como tú.

Meike sonrió con orgullo y sujetó fuerte al chico, asegurándose de dejar marcas en la piel de su cintura. Empezó a embestirle con fuerza, saliendo de él casi por completo y entrando tan fuerte que alcanzaba ese punto tan sensible dentro de Aiden, haciéndole gritar.

—Córrete. Yo lo haré en tu boca —dijo el vampiro, acercándose a su cuello. Entró en él de golpe, lo máximo que podía y a la vez que clavaba sus colmillos en la tierna piel del cuello de Aiden. El chico sumiso gritó más fuerte que antes y se corrió de golpe. La cabeza le daba vueltas y jadeó cuando Meike salió de él sin previo aviso.

Las manos de Aiden fueron desatadas y volvió a ver. Parpadeó para encontrarse con Meike. Estaba de pie delante de la cama, su enorme polla justo a la altura de la cara de Aiden. Ahogó un gemido y se relamió los labios.

—Ya estás tardando, niño —rugió Meike tirándole del pelo.

Aiden gimió y se la metió de golpe en la boca, abarcando lo máximo que podía y apretando los labios mientras se movía. Miró a Meike a los ojos y la expresión de su cara avisó a Aiden un segundo antes de lo que había pasado que el líquido espeso que notó en la boca. Meike estaba jadeando y gruñendo, moviendo sus caderas contra la boca de Aiden, quién tragó con lentitud y se separó, lamiéndose los labios.

Momentos más tarde, cuando Meike recuperó el aliento, le cogió por la barbilla y apretó sus mejillas, haciendo que Aiden gimiera bajo.

—¿Una noche? Lo siento por Nate pero tú te quedas conmigo, cariño.

Blood ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora