Capítulo cinco: los retos

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Avery


Luego de llegar a casa y ponerme la pijama, llamé a Zoe para contarle la coincidencia de esa noche. Ella no paraba de decir que todo era obra del destino, que podía apostar todo lo que desease a que el universo conspiraba en favor de que tuviese novio. Y yo, a pesar de negárselo de todas las maneras posibles, no podía evitar sonrojarme y esbozar una pequeña sonrisa. La verdad es que, aunque me resista a cualquier clase de idea romántica, en ocasiones me pongo a imaginar cómo sería tener a ese alguien especial. Ya saben, todo ese embrollo de sentir las mariposas en el estómago, de no parar de pensar o relacionarlo todo con esa persona, de querer, simplemente, escuchar su voz o ver su sonrisa. A veces, y solo a veces, cierro los ojos y me dejo llevar por esas imágenes y sentimientos ficticios hacia un alguien inexistente. Y siento como si fuese real. Es allí donde encuentro inspiración para escribir algunas cosas de románticos empedernidos y por siempre solteros como yo.

¡Avy!—el grito de Zoe a través del parlante del celular me sobresaltó, sacándome de mis pensamientos.

—¡Zoe! No hace falta que grites, te escucho perfectamente—me quejé.

Llevo preguntándote hace media hora si me acompañarás a la fiesta.

—¿Fiesta? ¿Qué fiesta?—pregunté confundida.

¿Ves? ¡No me estabas prestando atención!

—Sí te estaba atendiendo, solo que no escuché cuando mencionaste alguna fiesta.

Sí, como digas. En fin, te decía que había olvidado comentarte que Clarissa Morgan me dijo que este fin de semana iba a dar una fiesta de inicio de año en su casa y que quería que estuviésemos ahí—dijo.

—Por Dios, las personas hallan cualquier pretexto para hacer fiestas.

Lo sé, pero debemos aprovechar la juventud, querida amiga. Así que, bueno, ¿te animas? No acepto un no como respuesta.

—Está bien, está bien. Iré contigo—acepté a regañadientes. Los chillidos de emoción de Zoe me hicieron alejarme el celular del oído y reír sonoramente. Mi mejor amiga no era para nada normal, y, definitivamente, tenía algo en contra de mi audición.

¡Estupendo! El viernes iré a tu casa para arreglarnos e irnos juntas.

Así seguimos hablando sobre tonterías hasta que le dije que iba a ir a dormir. Dejé el celular en mi mesita de noche y mientras pensaba en lo que acarrearía este año, terminé quedándome dormida.

Al día siguiente desperté con la alarma sonando insistentemente. Tras postergarla unas tres veces, me levanté esperando que no se me hiciera tarde. Estaba de buen ánimo esa mañana, así que me arreglé con ganas. Peiné mi cabello y me hice un camino a medio lado para organizarlo de forma que tomé una hebra de la parte superior derecha y me hice una pequeña trenza que ajusté sobre el resto del cabello con unas pincitas. Agarré mi celular, mi mochila y corrí escaleras abajo. Di los respectivos buenos días a mi familia y a Olga, nuestra ama de llaves y nana de toda la vida. Me senté en un taburete en la cocina para comer mi desayuno y, tras ver la hora y notar que tenía tiempo de sobra pero pocas ganas de esperar a los demás, tomé las llaves de mi auto y dije que me iría sola.

Cuando cumplí los dieciséis y obtuve mi permiso para conducir, recibí este auto como regalo de cumpleaños. Desde ese momento, me convertí en la chofer personal de Zoe en los after-parties y cada vez que sus padres la castigaban quitándole su auto. Ella decía, para consolarse un poco, que de todas maneras nos veíamos radiantes en mi convertible azul tanzanita. Y yo no podía más que reírme con ella.

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⏰ Última actualización: Jul 12, 2019 ⏰

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