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El viento frío y suave parecía cantar pequeñas y tétricas melodías que endulzaban los tímpanos del menor.
Como si un violinista invisible le ofreciera un show mientras él se deleitaba con la vista de su balcón; un lugar precioso, lleno de árboles. Paisaje típico de una casa de campo. Y ante tanta tranquilidad, no pudo evitar respirar hondo y cerrar sus ojos, pero al hacerlo, un extraño olor invadió sus fosas nasales por unos instantes, olor a medicamentos, olor a hospital...

―Matt...

El castaño se estremeció al sentir aquel murmullo rompiendo el concierto imaginario que tenía en su mente, pero se mantuvo quieto en su lugar.

―Matthew...

Unas manos heladas se posaron sobre sus mejillas, haciendo que volteara su rostro hacia un lado, Matt pudo reconocer aquel frío tacto.
Abrió sus ojos y se topó con una mirada oliva de unos ojos tristes decorados por unas marcadas ojeras que contrastaban en la pálida piel.

―Oliver...

Sus narices se rozaban y el mayor podía sentir sus respiraciones mezclándose. Aquel aliento que le daba escalofríos... No pudo evitar apartarse de forma un tanto brusca, pero al ver la mirada molesta del contrario le dedicó una sonrisa divertida.

―¿Vamos a jugar hoy, Oli? ―preguntó de repente y extendió su brazo hacia un lado señalando un lugar en específico―. Quiero jugar. Me apetece ir al lago a nadar.

―Hace frío, Matt, te vas a enfermar. ―respondió el otro y dio media vuelta adentrándose a la habitación.

Oliver iba y venía por la casa de su amigo como si fuese la suya; todo lo que fuese para el disfrute de Matt, también lo era para el suyo propio, así que no se preocupó en pedir permiso al quitarse sus zapatillas y adentrarse en la cama del contrario.

Matt se había quedado afuera, pensando unos instantes, pero al momento decidió seguir a su amigo y se sentó en la cama a su lado.

―Quiero jugar. ―repitió el castaño, fijando su mirada avellana en sus propias manos.

Escuchó a Oliver suspirar y fijó su mirada en él, casi haciendo un puchero por inercia, y pudo verlo morderse su labio inferior.

―Vení, acostate a mi lado.

Matt obedeció sin chistar, de todas formas, ya traía su pijama puesto. Apartó las frazadas y se recostó para enseguida taparse.
El menor se acercó y posó su fría mano en el cuello del contrario, provocando que su piel se erizara.

―Te quiero, Matt.

Aquel tacto helado y las palabras pronunciadas, causaron un efecto inmediato en el mayor. Pudo sentir su estómago revolviéndose a la vez que su corazón latía con más fuerza. Pero no entendía. Matt no lograba comprender aquellos sentimientos.

―También te quiero, Oli.

―Pero yo más.

El castaño sonrió levemente y negó.

―Yo más. Lo juro.

―Entonces yo te amo.

El silencio formado después de aquellas palabras parecía ser aturdidor, Matt sólo podía escuchar su corazón latir como un desquiciado, casi como si fuese a explotar.

―Te amo, Oliver. ―correspondió y al instante pudo ver como el contrario se acercaba con lentitud.

Oliver se había acercado tanto, que sus labios casi rozaban los contrarios, y Matt se paralizó. Sin embargo, el alma pareció volverle al cuerpo en cuanto el contrario depositó un pequeño beso en la punta de su nariz para después apartarse.

―Te amo, Micky Mouse. ―habló de forma divertida haciendo nombre a aquel apodo que solía mencionar en la cotidianidad, y Matt sonrió más ampliamente.

―Te amo, Olober.

Oniria.  [Sycholls] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora