Capítulo 2

90 10 0
                                    

[Ivy]

Finalmente llegué a mi destino, que parecía ser un salón dedicado a la música. Por la ventana, vi la silueta de un chico alto de cabello azabache cuyos brazos se deslizaban con una facilidad asombrosa a través de los trastes de una preciosa guitarra eléctrica amarilla. Mi fascinación aumentó un millón de veces al instante, y la urgencia por abrir esa puerta de una vez por todas se apoderó de cada rincón de mi ser. Estaba a nada de hacerlo, cuando una mano ajena aterrizó sobre mi hombro. Demonios.

– El recorrido ya terminó. Te he estado buscando por todas partes. Ya sé cuál es nuestra aula, linda, andando o llegaremos tarde –me advirtió Einar–. Lex y... un chico pecoso nos esperan.

Intenté protestar, pero él ya me arrastraba por el pasillo. Volteé a mis espaldas, pero no pude localizar al objetivo y la música ya había cesado. No pude evitar sentir una enorme desilusión: ¿y si nunca volvía a verlo?

En algún punto, Einar detuvo su andar y los gritos que salían de la boca de un chico pecoso con grandes lentes (que cubrían lo castaño de sus llamativos ojos) me trajeron de vuelta a la realidad. Noté que, aunque su léxico desbordaba vulgaridad, sus argumentos eran bastante interesantes y parecía saber de lo que hablaba. Tenía una particular gracia al expresarse, era fácil de adivinar que Edgar Allan Poe realmente lo apasionaba.

Retomamos nuestro camino cuando el grito de Lex nos detuvo.

– ¡DECLAN! –pronunció histéricamente.

Seguí su mirada y me encontré con el guitarrista. Era él; el dueño de la angelical silueta que había visto hace unos instantes. No pude evitar perderme en su paraíso. Analicé cada centímetro de su cara y aprecié cada detalle. Sus ojos eran del más encantador y singular color avellana; una mezcla entre verde y marrón con trazas de dorado. Su nariz era ridículamente tierna y perfecta.
Todo en él me parecía alucinante, jamás había sentido una conexión tan fuerte con alguien. Me encontraba cautivada por un chico al que ni siquiera conocía.

– ¡¿Tu banda tocará en el baile de bienvenida?, porque sería genial si lo hicieran! –gritó Lex, dirigiéndose al agraciado sujeto que ya caminaba hacia ella.

¿DIJO BANDA? Casi me daba un ataque justo ahí: tenía que ser parte de ella con urgencia.

– Lo siento, Lex. Gabbie fue aceptada en el conservatorio católico de Sacramento este verano y aún no hemos podido encontrar un reemplazo que se encuentre a su nivel. Era una talentosa baterista... será difícil –se disculpó con una sonrisa. Pude ver que era una de vergüenza, pero aun así me pareció la más sincera y dulce.

– Pues es tu día de suerte, porque aquí mi prima es la mejor baterista de la ciudad. Así que cancelas ahora mismo esas audiciones y la aceptas de inmediato o destruyo tu Fendercita... y sabes que soy capaz  –dijo Lex, mirándolo desafiante.

Dios.

Ahora tenía toda la atención de Declan y juro que pude sentir cómo mi flujo sanguíneo se concentraba gradualmente en el rostro. El ligero murmullo de Einar recordándome respirar llegó hasta mis oídos y, haciendo caso a su petición, una ráfaga de aire llenó mis pulmones. El rostro de Declan y el mío ahora parecían combinar.

– Re-retoma-maremos –suspiró–. Retomaremos los e-ensayos hoy al término de la jornada de clases.

– La novia de Einar es muy talentosa, no hay duda de ello –replicó Lex, tomando mis manos.

– ¿Qué? N-nos-sotros no somos n-novios –le corregí, causándole un cambio de expresión a Declan. Parecía aliviado de escucharlo. O tal vez sólo era mi imaginación. Aún así, Einar y yo estallamos en carcajadas por la ridícula asunción de Lex... ahora entendía por qué me llamaba su prima. Justo cuando ella estaba a punto de protestar, la campana que marcaba el comienzo del primer periodo sonó.

Nos dirigimos al salón que Lex nos indicó y al atravesar el marco de la puerta, apareció una chica saludándonos a todos. A los nuevos nos prestó especial atención, tal vez debido a la inquietud por conocernos.

– Hola, Lex. ¿No piensas presentarme a tus amigos? –preguntó, curiosa, abrazándola por los hombros–. Por cierto, un gusto. Soy Vennette.

– Yo soy Eithan, y efectivamente, es un gusto; pero tuyo, el de conocerme a mí, nena –soltó el chico de lentes, aficionado de Allan Poe, luego de recorrerla de pies a cabeza con la mirada. Vennette lo ignoró y jaló a Lex del brazo, quien hizo lo mismo con Einar... y él conmigo. Tomaron los lugares del fondo y a mí me gustó el hecho de que aquí se compartieran bancas con otra persona, pues así podría estar más tiempo junto a mi mejor amigo.

                                                     

222222222222222222222

¡Gracias por llegar al final, amigo lector, tkm!

Si te agradó, sigue leyendo, votando, comentando y siendo cool.

   –L(i)v.

Dato curioso del día: Eithan es todo un poeta.

Caminos cruzados I (Serie Odisea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora