🌻Capítulo 8🌻

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<Mierda>pensó después de un rato de haber estado corriendo. Sentía la sangre abandonar su cuerpo, más pesado de lo normal. Demasiado cansado para siquiera respirar llego al parque maldiciendo por lo bajo su poca resistencia y el hecho de no haber corrido más de tres cuadras alternadas. Sentía como se derrumbaba a cada paso que daba para llegar a una de las banquetas del parque.

Sus ojos estaban nublados por las lágrimas que trataba de no soltar. Su pecho dolía con una gran presión en él. Y el nudo en su garganta no lo dejaba tragar. Su respiración era agitada como si en cualquier momento fuera a terminar desplomándose en la fría acera.

Se dejó caer en el banco y rompió en llanto con total libertad. No había nadie a su alrededor que pudiera burlarse o juzgarlo.

Se sentía fatal ¿Acaso era una mala persona? Se sentía tan mierda, como si de verdad lo mereciera.

"Tal vez si fue mi culpa "pensó con remordimiento hacia mismo. La muerte de su madre era algo que lo perseguía siempre. Un trauma que no lograba superar. La mente tan frágil de Julián llevaba la carga de eso desde pequeño.

Abrazó sus piernas y hundió la cabeza entre sus rodillas al sentir el frío de la tarde. Agradeciendo internamente el tener el buzo de Stan. Pensó en él, también lo odiaba, no entendía por qué si no le había hecho nada. Solo quería un amigo, odiaba estar solo. Sentía su corazón dar una pequeña pirueta cuando pensaba en el pelinegro. Unas pequeñas gotas de agua lo sacaron de sus pensamientos.

Algo cliché, pero cierto, estaba comenzando a llover. Se rio de si mismo.

«Genial, pleno invierno y no tienes donde mierda quedarte»

Sintió los pasos de alguien acercarse y se tensó pensando que posiblemente sería algún extraño con intenciones de hacerle daño. Poniéndose derecho, observando a ambos lados vio a una mujer, algo vieja, acercarse a él con una sombrilla. Ropa elegante, esa mujer despedía caro por cada uno de sus poros. Era la definición de la gente cheta pensó gracioso.

Sorprendiéndose al ver que le ofrecía una mirada dulce y un pañuelo.

<¿Desde cuándo esta gente es amable?>

Talvez lo estaba botando de la banca. Eso sonaba más lógico.

-¿Puedo sentarme? -pregunto, una sensación cálida se instauró en su pecho al escuchar la dulce voz de la mujer.

Asintió, mirando curioso a la mujer.

-¿Cuál es tu nombre?-y a usted que le importa doña, pensó frunciendo el ceño.

-Julián discutía consigo mismo internamente en si decirle su nombre o no, la mujer frente a él parecía de confianza, pero la mamá de Maél también transmitía eso y resulto ser la mujer más cruel que había conocido. Se deprimió al instante por eso-Julián-dijo en un susurro, la garganta le dolía a horrores por haber estado gritando como desquiciado.

Vio a la mujer sonreír con confianza- ¿Quieres contarme porque llorabas? -Y a usted que chucha le importa pensó, al ver que este se quedaba callado agrego-confía en mí, puedo ayudarte, pero no puedo hacerlo si no me dices por qué.

La verdad era que la señora Kovacs amaba la caridad, ayudar a los demás era algo que le nacía hacer desde siempre, y ver al niño llorando desde lejos le había roto el corazón queriendo ir a socorrerlo al instante.

El pelirrojo pareció pensárselo-Yo... mi papá. él. yo-su voz se quebró en cada palabra al recordar todo lo sucedió horas antes. Rompió a llorar por milésima vez en el día. Dando un pequeño brinco al sentir como le rodeaban unos brazos en un cálido abrazo maternal, correspondiendo a instante

-No imaginó por lo que debes haber pasado ¡Y debes tener la edad de mi hijo! Déjame ayudarte, puedes quedarte en mi casa, las habitaciones sobran-la sonrisa que le regalo le puso los vellos de punta.

La señora Kovacs, madre de Stan, era una de ellas mujeres más dulces y amables que podría haber en este mundo, era un ángel dispuesto a ayudar a todo el que lo necesitará, la vida tampoco había sido justa con ella de joven, pero eso no había impedido que se convirtiera en una de las mejores y más influyentes empresarias del país. Lamentablemente su hijo mayor no había heredado ni una pizca del carácter de su madre, era todo lo contrario a ella.

Julián miraba con desconfianza a la mujer, no era normal que un completo desconocido te ofreciera ayuda podría ser una asesina, por otro lado, tenía hambre, frío y estaba cansado.

-Yo...-pensó en Matt, si tan solo supiera donde vive, o siquiera su número telefónico.

-Mira, sé que puede parecer un poco raro pero te puedo ayudar yo..huh-se detuvo un rato a pensar.

-¿Cuántos años tienes?

-Di-dieciséis

-¡Te puedo ofrecer empleo! -exclamó alegre, dando un pequeño brinco y una palmada-Tengo dos pequeños demonios en casa y su hermano mayor es tan difícil, no tengo a nadie que en ayude a cuidarlos. ¿Qué te parece? Te puedes quedar hoy ¿Sí?

Julián se encogió de hombros lanzando un suspiro cansado. Amaba a los niños así que ¿Por qué no?

[CASA DE LOS KOVACS]

Julián estaba sorprendido, esa amable mujer vivía en una casa gigante, ya entendía porque había dicho que las habitaciones le sobraban.

Después de haber cruzado la verja se encontró con un hermoso jardín con todo tipo de flores, lo que más le llamó la atención fue la estatua rodeada de girasoles, quería ir y tocarlos, dibujarlos sus ojos brillaban como niño en dulcería.

"Julián "escuchó la dulce voz de la Sra. Kovacs que lo estaba invitando a pasar.

No pudo ir tras ella porque en cuanto dio un solo paso su visión se volvió borrosa y cayó al suelo pensando que estaba demasiado cansado y lo único que quería hacer era dormir. 






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