Capítulo 1

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¿Han pensado que tan injusto es cuando las personas que te importan realmente no les interesan ni una mierda lo que sientes? Últimamente me siento así, siento que a nadie le importa lo que me sucede, mas sin embargo parte de mi quiere creer que es solo un pensamiento extraño que no está sucediendo.

No crean que estoy depresiva, porque no es así, pero es que creo que todos merecemos estar tristes de vez en cuando. No siempre se puede ser feliz, la vida no se trata de eso.

¿Entonces de qué se trata la vida? Alguna vez llegue a preguntar eso con mis padres, lo cual mi padre solo contesto: De vivirla.

No lo creo.

El despertador suena como de costumbre, ayudándome a realizar las mismas actividades de la mañana, abrir mis ojos, querer cinco minutos más, pensar que pasaría si no fuera un día a la preparatoria, quejarme, cerrar mis ojos cinco minutos más, no poder dormir por estar al pendiente de la hora, rendirme, bañarme, llorar y arreglarme. Es todo un ritual.

Mamá ya nos estaba preparando el licuado de plátano, para mí y mi padre, para antes de irme. Mi hermana apenas se estaba levantando para ir a la primaria cuando yo estaba desayunando. Qué suerte tiene.

Antes de irme mi madre se asegura que este bien arreglada, me acomoda un cabello detrás de la oreja, me da una delicada sonrisa y dice:

- Pon atención en clase, no quiero que me llamen de la escuela diciéndome que te has quedado dormida, es preparatoria, ya estas grande.

- Si lo sé, no tienes por qué preocuparte, tranquila. - alejándome de ella.
-Hoy iré a recogerlos. Para que estén listos, los veré en la esquina. - mientras le servía el licuado a mi padre.

- ¿A recogernos?

- A ti y a Esteban, ¿Aun sigues dormida? - pone sus manos en la cintura

- Debes de dormir más temprano - dijo mi padre mientras aun veía la televisión. Es algo ilógico que me diga aquello cuando él se desvela viendo Doctor House.

- Lo siento, me he quedado haciendo tarea, hoy duermo temprano. - Afuera de mi casa se puede escuchar que alguien sonó el claxon.

- Justo a tiempo, ya llegaron por ti, sal, no hagas que te esperen- mi madre comenzó a empujarme fuera de la cocina hasta llegar al porche.

Debo aclarar que lo único bueno de mis mañanas es que se encontraban divertidas ya que Esteban, mi amigo de secundaria, pasaba por mí junto con su madre para llevarnos a la preparatoria. Nos conocíamos desde secundaria, en último año, lo conocí porque mi amiga Yara le gustaba demasiado y hablábamos todo el tiempo sobre él.

- Me gusta su sonrisa ¿sabes? - recuerdo que decía en el descanso - Es como si pudiera ver su sonrisa todo el día y me dijera que será el mejor día de mi vida. - comencé a reírme.

- Eso es muy tonto ¿No crees? ¿Porque su sonrisa te hará sentir como el mejor día de tu vida?

- Cuando te enamores, de verdad, lo sabrás.

Pero ese era el punto ¿Como saber cuando estas enamorada de verdad? ¿Tengo que sentirme como Yara cuando veo a alguien? Porque no lo creo. Y no es que no me haya gustado alguien, porque tengo una lista grande de personas que me han gustado, pero cuando dejan de hacerlo me siento como si nunca hubiera pasado, y bueno así fue, nunca he tenido buena suerte en el amor. Para mi corta edad la mayoría de mis amigos ya habían tenido como tres novios o novias, dependiendo del caso, y yo bueno ya había acabado de ver toda la cartelera de Netflix.

Regresando a las costumbres de las mañanas, Esteban venía por mí, subía a su carro y disfrutaba la buena música que elegía aunque a veces jugaba mucho a cambiar la estación y nunca dejaba una.

¿Qué más puedes hacer, si no es vivir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora