Demons Hunter [Bill Cipher y tú]

II

Las manos le dolían, sangraban y ya se veía la carne por debajo de la piel. Aún así, siguió golpeando con fuerza a aquél cuerpo tomado, este último riéndose con fuerza.

—¡Golpea más fuerte, monjes más viejos me han hecho sufrir más! —suelta una carcajada tomando de las muñecas al exorcista para tironear de sus extremidades y golpearlo en el estómago con su rodilla—. Sólo eres un niño.

El muchacho tomó su estómago con fuerza apoyando una mano en el suelo intentando recuperar el aire perdido. Aquél humano parado delante de él sólo soltó un "Patético", tomó un machete y se acercó al más joven.

—Veamos cuanto tardas en morir —comenzó a reír, levantó el brazo en el cual tenía el objeto afilado y lo soltó con fuerza para ir a cortarle el brazo al muchacho, quien gritaba con miedo ante la inminente desesperación. El humano poseído tomó uno de los brazos del menor y lo pisó mientras seguía sosteniendo el machete.

El demonio en el cuerpo humano gritó de dolor al escuchar un beso. Cuando el exorcirta miró al demonio y volvió la vista a la puerta de la casa vio al padre Lawrence besar un crucifijo, haciendo que la criatura sufriera.

—¡Para! —suplica— ¡Detente, humano!

El machete había caído al suelo haciendo un ruido estrenduoso.

—Como Dios me ha dado el poder, te ordeno que te retires demonio.

El padre Lawrence siguió orando hasta que el cuerpo del humano cayó al suelo, desmayado. Luego, el padre bendijo la casa cuando la víctima del ataque y el joven exorcista estaban a salvo.

—¿Estás bien? —cuestiona luego de que ver la cara de espanto del menor.

—Casi…muero.

Esa oración sale de la boca de joven como un susurro, no había sentido tal pánico desde que el demonio de su infancia casi lo ahogaba. Estaba cayendo en la desesperación.

—[T/n] —llamó el padre—. Todos pasamos por las misma situaciones, ser un exorcista no es un trabajo perfecto. Mucho menos feliz…

El muchacho sentía su garganta quebrar y los ojos llorosos. Tenía miedo.

—…pero lo hiciste bien pese a los errores.

Y las lágrimas comenzaron a caer por el rostro de [T/n] mientras intentaba secarlas con los guantes sin dedos que tenía en sus manos.

—Llora lo que quieras, hijo. Es normal sentirse en esa desesperación. Es normal sentir miedo.