DECIMOTERCERA ENTREGA
...las horas que pasan ya no vuelven más.
ALFREDO LE PERA
Era una tarde de otoño. En esa calle de Buenos Aires los árboles crecían inclinados. ¿Por qué? Altas casas de departamentos de ambos lados de la acera ocultaban los rayos del sol, y las ramas se tendían oblicuas, como suplicando, hacia el centro de la calzada... buscando la luz. Mabel iba a tomar el té a casa de una amiga, elevó su mirada a las copas añosas, vio que los troncos fuertes se inclinaban, se humillaban.
Tal vez un vago presagio asió su garganta con guante de seda, Mabel entre sus brazos estrechó un ramo de rosas y aspiró el dulce perfume, ¿por qué de repente pensaba que el otoño había llegado a la ciudad para nunca más dejarla? El frente del edificio de departamentos le pareció lujoso, mas la ausencia de una alfombra en la entrada la tranquilizó: el edificio donde ella muy pronto habría de vivir contaba en cambio con ese elemento decisivo para definir la categoría de una casa. Aunque el ascensor tenía espejo, sí, y examinó su maquillaje a través del fino velo del tocado en fieltro negro con garnitura de racimos de guindas, confeccionadas en papel celofán. Por último emparejó la pelambre de las colas de zorro colocadas en torno a su cuello.
Tercer piso, departamento «B», con peinado alto y tanta sombra en los ojos su amiga Nené le pareció algo avejentada al abrir la puerta.
—¡Mabel, el gusto de verte! —y se dieron dos besos en cada mejilla.
—¡Nené! ¡ay, qué angelito de Dios, ya caminando este tesoro! —besaba al niño y descubrió más allá en un corralito al hijo menor de su amiga— ¡y el chiquito qué carita!
—No... Mabel... no son nada lindos ¿no te parece que son feúchos? —habló sinceramente la madre.
—No, son ricos, tan gordos, tan ñatitos ¿qué tiempo tiene el más chico?
—El bichito tiene ocho meses, y el grandulón un año y medio pasados... pero por suerte son varoncitos ¿no?, no importa tanto que no sean lindos... —Nené se sintió pobre, no tenía para mostrar más que dos niños poco agraciados.
—Che, pero qué seguiditos son... no perdiste el tiempo ¿eh?
—Ay, vos sabés que yo tenía miedo que se te fueran los días sin poder visitarme ¿cómo van los preparativos?
—Mirá, lo que se dice enloquecida ¡y eso que ni me caso de largo ni hacemos fiesta!... Tenés muy linda la casa —la voz de Mabel se escuchaba encrespada por la hipocresía.
—¿Te parece?
—¿Cómo no me va a gustar?, ni bien vuelva de la luna de miel tenés que venir a verme el nidito, eso sí, muy muy chiquito el departamento mío.
—Será un chiche —replicó Nené colocando en un florero las fragantes rosas, las cuales admiró— ¿a que te olvidaste de traerme la foto de tu novio?
Ambas pensaron en el rostro perfecto de Juan Carlos y evitaron durante algunos segundos mirarse en los ojos.
—No, para qué, es un petiso mal hecho...
—Me muero por conocerlo, por algo te casarás con él, viva. Será un hombre muy interesante. Mostrame la foto del petiso... —antes de terminar la última frase Nené ya estaba arrepentida de haberla pronunciado.
—Son cómodos estos sillones ¡no, querido, las medias no me toques!
—¡Luisito! mirá que te doy un chas-chas... quieto ahí que ahora te voy a dar una masita —y Nené se dirigió a la cocina para calentar el agua del té.
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Boquitas Pintadas
Teen FictionLa novela cuenta la historia del donjuán Juan Carlos Etchepare, vinculado, fundamentalmente, con tres mujeres: Nené, una humilde muchacha que está verdaderamente enamorada de él; Mabel, una chica bien que es tan infiel como lo es Juan Carlos; y la v...