Lección dos: prueba

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Franky no pudo evitar soñar con la bella morena. Antes de irse a dormir escribió un par de cosas en su diario. La aventura de hoy fue inesperada e increíble. No podía dejar escapar ni un detalle, la memoria es frágil y este día merecía ser recordado.

Robin en cambio no podía conciliar el sueño. En su mente las más locas ideas se cruzaban con el afán de probar que ella era totalmente irresistible y que el chico era como todos los demás.

El día siguiente llegó sin remedio. Franky se levantó temprano para cumplir con su rutina de ejercicios matutinos. La chica en cambio despertó a media mañana para su sesión de belleza.

A las dos de la tarde él llegó a casa de Robin. La sirvienta le indicó que ella lo esperaba cerca de la piscina. Él la siguió. Al llegar, la vió recostada en un flotador en medio del agua con lentes de sol y un gran sombrero cubriendo su rostro, traía puesto un bikini blanco que poco y nada cubría sus curvas además de ser algo traslúcido.

— Buenas tardes, señorita Robin

Ella lo miró de pies a cabeza, sonrió. Se sentó en la cama flotante. Le arrojó los lentes y el sombrero y luego se zambulló graciosamente en el agua. Al salir, técnicamente estaba sin bikini alguno. Algo encandilado con la visión de ella mojada ante él volvió en sí justo a tiempo para cubrirla con una toalla cercana.

— Que bueno que viniste ¿Vamos? — lo tomó de la mano para llevarlo a su habitación —. Creí que no llegarías

— Ayer le di mi palabra y aquí estoy — ella se sacó la toalla con que estaba envuelta para quitarse el exceso de agua del cabello, él la miraba disimulando pero baboso.

— ¿Será que hoy si me puedas tratar por mi nombre? — él le devolvió una mirada no muy convencido —. Vamos, Franky, no te cuesta nada

— De acuerdo, Robin. ¿Mejor?

— Mil veces mejor — de un cajón de su cómoda sacó una especie de camisola blanca, semitransparente y con encajes bastante sensual — ¿Te gusta, Franky? — él asintió y tragó saliva — ¿Hasta cuándo disimularás las ganas que tienes de tocarme?

— Robin — ella tomó sus manos y las colocó en sus caderas — No, no podemos, apenas si nos conocemos, sólo ayer hablé contigo

— Somos adultos, Franky. Además, si mal no recuerdo ya nos habíamos visto, incluso me saludaste ¿Recuerdas? — haciendo que diera un giro lo tiró en la cama, él cayó de espalda y ella se colocó sobre él —. Estás excitado, puedo sentirlo, no lo puedes evitar

— No soy de fierro

— Eso mismo intento probar, muéstrame, Franky

Lo besó con ímpetu y por más que él tratara de recobrar la cordura o el sentido común, su cuerpo le pedía a gritos hacerla suya. No tardaron mucho tiempo, no tardaron entre muchas caricias y besos en estar casi desnudos bajo las sábanas, sólo un par de estorbosas prendas los separaban de esa condición.

— Robin. Eres una diosa. Eres la chica más bella que he visto

— ¿Entonces? — lo acariciaba y lo besaba — ¿Qué esperas? Házmelo, Franky... — con voz melosa trataba de convencerlo

— No puedo negar que te deseo con todo mi ser, pero esto es repentino e inapropiado, lo siento, Ro...

Sin alcanzar a terminar la frase ella se abalanzó sobre él besándole como si no hubiera mañana. Lo acariciaba, enredaba su dedos en su curioso cabello turquesa, él se encontraba en una verdadera lucha interna contra sus deseos y sus valores. Creo que ganó el deseo.

Cambió de posición dejándola de espalda sometida al agarre de sus fuertes brazos, la chica parecía encantada con su temprana victoria, mordió sus labios en un gesto provocador al que él no pudo resistirse, la besó. Ahora sin cuestionamientos de ningún tipo. Sólo con el deseo puro de poseerla.

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