Lección uno: directo al corazón

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Lo que contaré a continuación es una historia algo rara pero cierta. Ya sabemos quiénes son nuestros protagonistas. Se preguntarán ¿cómo diablos? dos personas tan distintas terminaron juntas. Pues bien, he aquí la respuesta.

Franky se presentó puntual en la mansión de Robin siguiendo las instrucciones de su capitán. Vestía casual, una camiseta negra, jeans, zapatillas. Se había perfumado más de la cuenta, admitiendo consigo mismo que quería impresionar a esa chica que alguna vez cruzara miradas con él.

Una de las empleadas le abrió la puerta principal. El alcalde no estaba en casa. La mujer amablemente le indicó esperar en el salón. El chico se sentó pero ante la demora se puso a merodear husmeando entre los adornos, cuadros y libros en los muebles del lugar. Su olfato detectivesco le permitió enterarse de muchas cosas de la familia tan sólo con observar los objetos que lo rodeaban. Una carraspera interrumpió su paseo.

— ¿Tú eres el poli que enviaron? — el chico volteó y se encontró cara a cara con la hermosa chica que lo miraba de pies a cabeza —. Me parece haberte visto antes

— Ehhh, sí. Mi nombre es Franky — hizo una reverencia mientras besó sutilmente la mano de la morena —. Seré uno de sus escoltas personales

— Mmm... ¡Vaya! Eres bastante alto — ella comenzó a rodearlo analizando su porte y contextura —. ¿Sabes algo sobre mí? ¿Te han llegado rumores?

— No señorita. Y aunque hubiese escuchado algo no lo diría...

— ¿Por qué? ¿Por temor? — la chica alzó una ceja y se cruzó de brazos.

— No. Simplemente por respeto. No se deben esparcir habladurías, mucho menos de una señorita, como lo es usted...

— ¿Siempre eres tan correcto?

— La mayor parte del tiempo, señorita

— Ya veo — el móvil del la chica interrumpió la conversación —. ¿Diga? ¡Oh! Que bueno que llamas, Nami — comenzó a pasear mientras hablaba sin quitarle la vista de encima a Franky que se había volteado quizá para darle privacidad —. Sí, lo sé. Matemáticas es horrible y viene el examen... No, no he estudiado nada...

El chico no podía evitar conocer el contexto del diálogo de la llamada pero disimuló su curiosidad. La chica terminó de hablar al cabo de unos diez minutos. Se dejó caer en el sofá al colgar. Su rostro evidenciaba algo de preocupación.

— Disculpa, cosas de la universidad

— Entiendo, señorita

— Robin, mi nombre es Robin, puedes llamarme así...

— Preferiría no hacerlo

— ¿Distancia profesional? — la chica frunció el ceño.

— Estoy aquí para conocer algunos detalles que me permitirán protegerla

— Mmm, entonces nada de amistad ¿No?

— ¿Amistad?

— Vamos chico, relájate ¿Qué edad tienes, cuarenta?

— No, tengo veinte, pero prácticamente estoy de servicio,  ésto es una misión que me han encargado

— Pues si quieres tener éxito con eso tendrás que hacer lo que yo te diga ¿No?

— No entiendo a qué se refiere — mentira, sí sospechaba algo pero no quería confirmar la postura de ella.

— Pues bien, Franky. Te explicaré cómo funcionan las cosas por aquí, toma asiento — él tardó unos segundos en obedecer, eso llamó la atención de ella al instante — Yo soy Nico Robin, prácticamente ama y señora de esta casa. En dos días será el aniversario de la muerte de mi madrastra. Para mí no es más que un evento tedioso al que debo asistir casi obligada por mi padrastro, el alcalde — ante una mirada del chico ella agregó —. Sí, Franky, soy adoptada. Lo único que necesito es que no te metas más de la cuenta en mis asuntos y todo estará bien

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