XIV: Manzana agría

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A pesar de que tu agarraste el sueño, a mí costo agarrarlo, hasta que terminé durmiéndome a la fuerza, golpeada por el cansancio y el agotamiento.

Entre la oscuridad que se vestía con azules y grises, revolvía mi cuerpo en la cama, algo me perseguía en mis sueños, algo malo de lo que siempre huía, así que no existía, aquella voz en mi cabeza a la cual nada le gustaba, la que odiaba todo, y la que me decía siempre que era mejor abandonarlo todo cuando no me veía capaz, aquella horrible voz me perseguía en cada acto, juzgándolo todo, tomando distintas formas, mi madre, los maestros, alguna persona que me caía mal en el colegio, pero siempre tenía el mismo mensaje, y me reventaba los seso con sus palabras, su voz que era inaudible y aún así llegaba de alguna forma a mis oídos, solo servía para molestarme, no tenía ninguna otra función , y a pesar de eso, estaba atada a mí, donde fuera, al desierto entre caballos sin nombres, en la grama con flores, o en la pesadilla de nuestra jungla de concreto, estaba en todas partes, a la vuelta de la esquina, entre las tapas del yogurt, en el fondo del reflejo cada vez que me veía al espejo, ¿Cómo se supone qué me tenga que deshacer de ella? ¿Cómo hago para que me dejé en paz?...

Recuerdo que me desperté de golpe, dando un salto, y soltando un grito ahogado, la camisa de fresitas se habías pegado a mi cuerpo por el sudor, y sentía como la cola me temblaba, tú te revolviste entre las sábanas mientras me sujetaba entre los brazos, ya que toda brisa helada de la lluvia me había pegado en la espalda, haciendo que un horrible escalofrío recorriera mi cuerpo.

-¿Qué pasó ahora?- vi como te erguías, y colocabas tu mano encima de hombro- ¿Una pesadilla?, vaya, hoy no es tu día.

-No es como si lo hiciera a propósito- protesté.

-Lo sé, pero eres una diablilla muy problemática- jugaste.

Volvía a meterme entre las sábanas con una cara de puchero, como de niño regañado.

-Toma- me pasaste uno de tus peluches- Intenta dormir aunque sea un poco, recuerda que mañana nos tenemos que levantar temprano.

Verdad, aún seguíamos en época de clases, aunque honestamente ya quería que todo se acabará, por suerte ya estábamos en los últimos de mayo.

-Sea lo que sea que aseche tu mente, tú puedes vencerlo, eres fuerte, confío en ti, y me tienes a mí, no te daré refugio siempre, pero intentaré ayudarte como pueda, yo sé que podrás salir adelante, sí las cosas son así, puedes hacer algo tan simple como dormir por lo menos una hora ¿no?, eres mi pequeño demonio grande y fuerte, o mejor dicho, mi diamante- qué hacía que tus palabras fueran siempre tan mágicas, no pude evitar botar un par de lágrimas, sentí como un alivio aquel aliento después de un sueño tan feo, quizás, me estaba complicando de más, llego hacerlo mucho por más que quiera evitarlo, es un chiste del mundo, seguramente me estaba enredando la mente cuando no era el momento para eso ,no había razón, estaba un hermoso hogar, con la reina de mis sueños abrazándome por la espalda, sobando mi cabeza como la de un niño para que pudiera hallar paz en mis sueños, no había nada de preocuparse por lo menos esa noche, esa hermosa noche de azules intensos, todos los problemas se resolverían en la mañana, en un nuevo día, donde la claridad te dejaría pensar mejor y a aclarar todo, ya no tenía sentido luchar en la noche entre el caos del negro, sí, mejor era esperar, mañana iba a sr un nuevo día, sí.

-Sabes- dije con la voz cansada- Me dormiré, si mañana me das las manzanas que plante en un pelo- Arbella me dejaba jugar con el hecho de que ella prácticamente era una maceta con piernas, y hacía tiempo, había tirado semillas de mazanas con la curiosidad de qué pasaría, de hecho, ya estábamos alejados de la temporada, y mencionarlo era más un chiste que nada.

-Ya duérmete o te tiro de la cama- refunfuñaste, no pude evitar soltar una risita mientras aferraba tu peluche de pingüino.

Sentía tu respiración en mi espalda, tus brazos enrollándome, la flama de tu corazón rozándome, y de seguro, tú sentías mi incendio interno, y en medio de este me dormí, no sé que hora era, pero considerando que no habíamos acostado a las 10, seguramente eran la 1 de madrugada, pobre noche le hice pasar a mi querida dama, y aún así, dormimos tan plácidamente de a partir ahí, tanto así, que cuando me desperté, seguíamos casi en la misma posición. Me debí haber despertado a eso de las 4, en aquel año agarré la costumbre de levantarme más temprano, así que me desperté antes de la hora, me dormía de a ratitos, sabiendo que tarde o temprano una alarma iba a sonar, o iba a parecer la señora a despertarnos, así que me relajaba entre la guarida de flores que eran los brazos de Arabella, sin dormirme del todo, abrazando al pingüinito que estaba bañada de tu aroma dulce.

Relatos de un demonio sin nombreWhere stories live. Discover now