La vida nada más era una ilusión un tanto metafórica, pero ¿después de ella quien sabe a dónde iremos?, la vida como tal es parecida a la escuela lo único que en ella primero son lecciones y después los errores, en la vida no, primero son los errores y después lecciones. Demasiado irónico ¿no?
Me hubiera encantado nacer en otras condiciones, en otro lugar. Pero no fue así, a lo largo de mis años pude darme cuenta lo que era el verdadero sufrimiento, o que era el dolor como tal.
—CÁLLATE MALDITA SEA— gritó, golpeándome con su mano en contra de mi mejilla derecha, causando que callera al suelo, escupiendo sangre por el golpe.
Cada imagen de la noche anterior cuela por mi mente, golpes y más golpes.
Aun sigo pensando, de por qué seguía con vida, del por qué no solo me moría y ya. Me levanté de la cama, me dirigí al baño antes de que el borracho que se dice ser mi padre se levante. Me desvestí complemente y entre a la ducha, sentí el agua helada caer por todo mi cuerpo, al menos el agua calla todos mis miedos y mi dolor, aunque sea por unos minutos. Restregué mi cuerpo con jabón y miré cada una de mis moretones, había uno que otro que ya estaban sanados y los más recientes que fueron de anoche.
Después de aproximadamente unos quince minutos salí, me envolví en una toalla. Y me dirigí a mi armario, cogí una camisa morada manga larga que ocultaban los moretones, unos jeans negros rasgados, mis vans del mismo color. Me apresuré a vestirme y me vi en el espejo mis ojos eran parecidos al cielo cuando este nublado con ese tono azul casi grises, nada parecidos ni a los negros de mi padre o a las avellanas de mi madre.
Busqué todo lo necesario para irme, así que salí de mi habitación sin hacer el menor de los ruidos y me apresuré a bajar las escaleras. Salí de mi casa y me fui caminando hasta la secundaria no quedaba lejos, a lo mucho eran cinco cuadras. En eso iba pasando los populares en sus autos.
—Pero vean si es la mosca muerta de storm —dijo Catalina, sacando la cabeza por la ventanilla de su auto último modelo.
No me inmuté solo seguí mi camino sin mirar atrás. Escuchaba risas, burlas, una que otra ofensa ... pero no sentía nada absolutamente nada, trataba de mantener mi indiferencia y frialdad lo mejor posible, para que nada me lastimara, doliera o afectara.
Puede que alguna vez me echaba a llorar como una niña necesitada de amor, de cariño. Pero llegas a un punto de tu vida en que todos los sentimientos que tenías acumulados salieran a flote que no sabes cómo controlarlos, sí no estaba mal sentir lo que sentíamos, pero tampoco estaba bien, darlos a relucir a todo el mundo por qué es cuando das una de tus tantas flechas para que te tomen su arco y te disparen y yo no pensaba darse a nadie. A veces por más que haya gente a tu alrededor siempre te sientes solo, te sientes vacío sin nada por qué seguir, o despertar, solo te levantes y haces lo mismo que todos los días.
Llegué a la secundaria en eso el timbre sonó, vi mi horario y me correspondía Física con la maestra Etna Siller. Me dirigí hasta el salón 250. Abrí la puerta y ahí estaba sentada la maestra era una mujer un poco guapa, de cabello rubios, ojos cafés con poco claros, con un cuerpo que se podría envidiar, ella es con la que más confianza le tenía, pero no para contarles mis problemas y lo que me pasaba.
Me recibió con una sonrisa tan amable como ella.
—Buenos días—dije entrando al salón y cerrado la puerta detrás de mí.
—Buenos días, storm —dijo ella muy amigable.
Después de unos cuantos minutos se llenó el salón y la profesora comenzó su clase a decir verdad era muy buena en física, lo que sí no me gustaba participar, para ahorrarme los comentarios de los populares.
Las horas iban pasando y con ellas mi aburrimiento, pronto sonó el timbre que indicaba que las clases había terminado. Gracias a Dios y ya estaba en mi último año así para poder entrar a la universidad.
Recogí mis cosas, salí de mi última clase que era sociología, apresuré el paso para no llegar tarde a mi trabajo, me dirigí a la parada, ahí no más estaba el autobús me subí y pagué mi pasaje, me senté al lado de la ventana y apoyé mi cabeza sobre el vidrio. Así pasé unos minutos, abrí mis ojos y miré que ya era mi parada.
Entre al supermercado, saludé a mi jefe y me fui a los baños a cambiarme. Pasaron las horas como hoy era viernes salí a las siete de la noche, como mañana no tenía clases, ni trabajo. No quería permanecer en esa casa, pero tampoco iba a dejar a mi madre sola con ese animal.
Sentía que algo en mi pecho que me oprimía, un presentimiento, pero no era nada bueno.Después de media hora llegué a mi casa ya que el autobús se me había pasado y me tuve que ir caminando. En eso entro a la casa y escucho gritos.
—¡No sabes cuánto detesto aquel día en el que la encontré! — escucho la voz de mi padre —¡No sabes cuánto odio a esa chiquilla del demonio! ¡ojalá y hubiera estado muerta cuando la encontré! —volvió a gritar.
—¿QUÉ? —fue lo único que dije cuando entré a la sala y vi a mi padre borracho, junto a mi madre gritándole.
Lo que escuchaste! ¡sabes querida Storm por qué no te pareces a ninguno de nosotros dos! — dijo viéndome fijamente — por qué tus ojos, tus cabellos y color de piel no se parecen ni a los míos, ni a los Ana —volvió a ver a mi madre.
—¡No seas un maldito! —grito mi madre, antes de escuchar lo que nunca me hubiera gustado.
—¡por qué tú no eres nuestra hija! — dijo en casi gritando el que en ese momento creía que era mi padre.
—No, no, no ¡NO! ¡NO! — dije tapándome los oídos, repetía una y otra vez que todo era mentira.
—¡no lo es! ¡te encontramos en un basurero!, al parecer ni tu propia madre te quería —dijo viéndome un odio en los ojos.
No podía más sentía que mi corazón estallaría, sin más salí de casa corriendo, a fuera estaba lloviendo a torrencial estaba empapada de pies a cabeza, mis lágrimas se confundían con la lluvia. Mis cabellos negros se pegaban a mis mejillas.
Por qué, ¿por qué a mí? Que fue lo que hice, no las palabras se repetían una y otra y otra vez.
*No eres nuestra hija*
*No eres nuestra hija*
Caminé sin rumbo, no sabía para donde ir, y la verdad que me importaba muy poco saber, no quería saber de nada ni de nadie, solo quería que todo fuera un sueño y que mañana despertaría otra vez en mi miserable vida, que nada más era fue un mal sueño. Pero en el fondo sabía que estaba equivocada, que nada era un sueño y todo era la cruda realidad.
Iban dentro de mis pensamientos y crucé la calle sin darme cuenta, en eso volteé a mí a ver a ni izquierda , lo último que vi fue las grandes luces de un auto .
Y ahí fue donde se fue mi vida , o bueno eso era lo que yo creía.
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Estoy aquí✔ #1
SpiritualSOMOS EL JUEGO QUE EMPIEZA #9 espiritual - 22/05/2020 SIN CORREGIR