† 04 ; Levítico 19:28 †

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Levítico 19:28, "No haréis sajaduras en vuestro cuerpo por un muerto, ni os haréis tatuajes; yo soy el SEÑOR."

10 de enero, 6:28 am.

     Joaquín no había podido conciliar el sueño hasta hace algún par de horas.

Dos, para ser exactos.

       Su vida era un poco liosa, sus pensamientos estaban desencadenados y corriendo sin orden alguno como niños en una guardería sin supervisores. Quería centrarse, ser alguien con alguna meta concretada para solamente lanzarse a cumplirlas.

Aunque no era tan fácil como parecía.

Pero bueno, ya habrá otro día en donde podamos saber a fondo su dilema.

Elías levantó la cobija que cubría el enjuto¹ cuerpo del castaño, cuyo chico parecía estar en el quinto sueño, tan perdido entre sus ideales falsos que el alrededor era simple adorno innecesario. Y el de cabello lacio y oscuro lo logró, logró que el castaño se despertase con su estruendosa voz retumbar ante las cuatro paredes amargas y pétreas, compañeras de sus secretos.

— Creo que es hora de levantarse, bello durmiente.

No mames, Elías —Joaquín giró su cuerpo en dirección opuesta mientras mantenía cerrados los ojos buscando el despertador para verificar la hora, el cual, sorpresivamente no estaba—. ¿Dónde está el reloj?

— Te diré hasta que levantes tu gran y enorme trasero de esa cama —Joaquín sólo se limitó a hacer un pequeño berrinche aferrándose a las sábanas blanquecinas provocando que el ojiazul negara divertido.

— Deja de ser tan dramático, tenemos misa y es en menos de media hora.

— No quiero ir.

— Si no vas, probablemente te reprueben porque asistir a escuchar la palabra predicada de Dios cuenta para una materia indispensable, la cual te va a ayudar demasiado en tu vida, y esa materia se llama... no voy a mentirte, en realidad no recuerdo cuál es —al inicio su tono fue humorístico mientras arremedaba a sus maestros, concluyendo con un tono de confusión, intentando memorizar el nombre de la asignatura.

Puta madre sí es cierto.

Con quejidos y con toda la pereza del mundo se logró levantar del colchón, el cual estaba cubierto por sábanas y cobijas blancas. Entre tambaleos a causa de sus piernas débiles por estar sin uso un par de horas –muy pocas para ser honestos–, consiguió caminar hasta el baño para poder hacer sus respectivas necesidades; cepillarse los dientes, miccionar², al fin ducharse para salir a secar su cuerpo y cabello, siguiendo con su vestimenta para finalizar con los últimos detalles que no son necesarios mencionar.

En sí, nada del otro mundo.

— ¡Joaquín! ¡Apúrate! Debemos llegar en menos de quince minutos. ¡No sé qué estés haciendo ahí adentro pero no es el momento! ¡Vamos tarde! —exclamó Elías sentado en su propia cama, esperando a que el de cabello chocolatoso tirándole a quemado saliese de la ducha.

     Cuando el esperado salió se dirigió directamente hacia el que le esperaba.

— Deja de preocuparte, princesita. Sólo hará que te salgan arrugas —el castaño estrujó la mejilla ajena con una sonrisa falsa obteniendo que el pelinegro lo alejara de instante por el dolor.

The Sin In Us | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora