Parte 3

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Así pasaron las siguientes tres semanas, el la veía todos los días con ganas de hablarle todos los días, pero solo se atrevió a acercarse tres días de cada una de esas tres semanas; porque cada vez el intercambio de palabras que sostenían, lo dejaba mas y mas cansado, puesto que el se empeñaba en entender, asimilar y guardar cada una de las palabras dichas por ella, de las diez miradas que tenia, que son las que hasta ahora había contado, y el aroma...También necesitaba tiempo para guardar en su memoria el perfume que brotaba de ella. Un día, tuvo un golpe de coraje y se acerco más que otras veces, y ese día fue un muy buen día, porque hasta al viento parecía agradarle, y soplo, haciendo que el aroma viaje hasta el, regalándoselo, y ahí también supo que no habría aroma superior al de ella.

Por eso, a pesar de querer hablarle todo el día durante todos esos días, no lo hizo, cuando no estaba con ella, el estaba soñando, pensando, sintiendo, y vaya que había adquirido nuevos sueños, muchos más. Ahora soñaba con eventos, con situaciones, con momentos que no habían ocurrido pero que para él ya eran inolvidables, y más que todo, soñaba con cada parte, color y textura del cuerpo de ella.

Durante esas tres semanas, ella no hablo mas del olvido o del dolor, hablaban de cosas simples, pero para el cada cosa minúscula y sin sentido de las que hablaban cobraban una nueva vida, y eran ahora las más interesantes y fascinantes, tales como el clima cálido del pueblo, la cosecha de tomates y fresas, de las familias de cada uno de ellos, aunque cuando tocaban este tema, una sombra cruzaba por la mirada de ella. Algunos de los mejores días eran cuando él la ayudaba a bajar y a colgar ropa en el tendedero deslizándolas después de haberlas exprimido con su trompa, en esas ocasiones ella sonreía ampliamente, mostrando dientes, por unos segundos nada mas, y ahí en esos instantes, él sabía que era un hombre muy feliz.

Más de cinco veces se sentaron en la cima de la colina más alta, debajo del árbol más verde, decorado con frutos de mango, de diferentes tonos de naranjas, rojos y verdes.

A veces no hablaban y la distancia que los separaba sentados no era mucha, el podía ver como el pecho de ella subía y bajaba lentamente al respirar, mientras ella miraba al norte como si estuviera viendo su futuro, era ahí cuando él deseaba sentir esas bajadas y subidas de su pecho bajo su oreja, y se preguntaba cuantas tendrían que pasar para que él se quedara dormido, ahí, encima de ella.

Uno de esos días el no sabía que decirle mientras estaban en silencio, cuando quería decirle tanto, miro hacia el cielo como buscando una instrucción de lo que podía decir, y en eso vio a los mangos colgando y luciendo tan apetecibles; entonces alzo la trompa, la estiro, y arranco uno, el más rojo, el más pulposo, sosteniéndolo aun con su trompa lo dejo caer en las faldas de ella, despertándola del estado pensativo en el que muchas veces se encontraba.

Ella miro el mango como si fuera una fruta de otro planeta, y luego lo miro a él como una niña recibiendo un regalo en un día que no es su cumpleaños, esa mirada duro muy poco, quizás unos segundos, pero el ya sabía que esa sería la primera imagen que nunca olvidaría de ella, porque detrás de esta ya existían muchas otras.

El solo la miraba, mientras ella comía el mango y un poco del líquido se derramaba en sus manos. El seguía sentado igual que ella, mirando también al norte, y pensando en si es que el también podría ver su futuro, pero un futuro con ella y mangos de regalos. 

Fe de ElefantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora