Y allí se encontraban los hermanos cross, cara a cara otra vez, luego de tantos años; Ese día todos los humanos sabrían si se realizaría el tan temido "día del juicio", o si ese evento se pospondría para mucho más adelante, en un futuro lejano... Pero sé que ustedes quieren saber el comienzo de toda esta historia, cómo fue que inició esta guerra santa y la tragedia que separó a los hermanos Cross;
Parecía ser un día cómo cualquier otro. El paraíso desbordaba la misma alegría y calidez de siempre. También se podía sentir una enorme paz, una paz que solía caracterizar a este sagrado lugar.
Una figura que pasaba el metro noventa caminaba con tranquilidad por los extensos y tranquilos campos del lugar, mientras otra persona caminaba a su lado, cepillando con sus dedos su larga cabellera albina.— Dime, hermano Caín, ¿No es este día de lo más agradable?
Indagó el menor de los hermanos, enroscando un mechón de su cabello en su dedo. El azabache esbozó una sonrisa ladina, mientras giraba su rostro un poco, posando su mirada en el contrario, observándole con sus brillantes ojos carmesí.
— Así es, Abel. Es un día agradable, cómo siempre en este paraíso en el que vivimos. —respondió, mientras volvía a mirar hacia el frente, haciendo una expresión bastante seria— Pero, mi querido Abel, ¿Qué sería de este lugar si, lentamente, toda esta paz que hay se empieza a desmoronar? Me refiero a que... —haciendo una leve pausa— A que todo esto se pierda. Algún ángel que cometa locuras, y pecados imperdonables, que llegue a sufrir el castigo divino de nuestro Dios padre... ¿Qué pasaría si uno de los Ángeles que él tanto amaba termina destruyendo la confianza que tiene? ¿Y qué pasaría si ese ángel termina siendo exi-...
— ¡CAÍN!
Abel alzó su voz, soltando, en un fuerte grito, el nombre de su hermano, interrumpiendole. El menor pudo sentir un escalofrío bajar por su espalda, y una muy mala sensación que cubrió su cuerpo de arriba a abajo, cómo si esas palabras le advirtiesen de un gran problema que ocurriría en un futuro; Una larga y sonora risa salió de la boca del más alto, y una gran y pálida mano se posó en la cabeza del albino, despeinando sus cabellos de forma enérgica.
— ¡Venga, mi hermanito Abel! ¿Acaso te he asustado con mi comentario? O, ¿Acaso te he dado una mala sensación? Si es así me disculpo. Sabes que es casi imposible todo eso. Es demasiado difícil que un ángel sea exiliado, puesto que Dios es un ser demasiado piadoso. Se debería cometer un pecado enorme para que eso ocurriese... Además, ningún ángel querría traicionar al que nos ha dado la vida, ¿Verdad? Un hijo no traiciona a su padre. ¡No creo que exista alguien tan loco para hacer eso!. Así que deja de preocuparte por tonterías.
— E... Espero tengas razón, hermano mayor. Y-Yo no soportaría ver a uno de mis amigos, mis compañeros y mis camaradas siendo desterrados del paraíso. No quisiera que sufran, y que sus corazones se llenen de odio... Simplemente no quiero eso.
El joven de cabellos negros cómo la noche sintió que su corazón se estrujaba al escuchar esas palabras salir de la boca del menor. Sin dudas, Abel era uno de los Ángeles más puros e inocentes que se encontraban en el cielo; Sus fuertes brazos rodearon la cintura del ángel más joven y, haciendo gala de su fuerza, le levantó y empezó a dar unas cuántas vueltas, sin soltarle en ningún momento.
— ¡Cómo te adoro, niño mío! ¡Estoy realmente feliz de tenerte cómo mi querido hermano menor!
El menor pudo sentir su rostro arder por la vergüenza, además de un fuerte tono rosado cubrir sus pálidas mejillas. "Mooh, ¡Tonto Caín! ¡Siempre me hace esto! Me agarra con la guardia baja, y bastante desprevenido, y me hace avergonzar." Pensó para sus adentros, mientras pataleaba, buscando que le soltase; Caín, luego de un rato, soltó a su hermano, sonriéndole de forma cálida... Otra vez hacía esa sonrisa que, a Abel, tanto le encantaba.
Estuvieron un largo rato en el campo, charlando, haciendo bromas, y dándose abrazos, pero una figura imponente llegó para interrumpir aquél agradable momento de hermandad.— Oh, pero si es... El arcángel Miguel.
Dijo en un murmuro el albino, esbozando una amplia sonrisa. La presencia de ese Arcángel siempre le daba una sensación cálida a Abel.
— Hola, pequeños ángeles.
Saludó el Arcángel, mientras colocaba sus pies en el césped, encogiendo sus enormes alas blanquecinas, y dejando que una suave brisa moviese sus ondulados cabellos castaños, los cuáles llegaban hasta un poco más abajo de sus hombros.
— Los estuve buscando un largo rato, ángeles escurridizos. —soltó una leve risilla— nuestro Dios padre me ha encomendado la misión de que los llame a ambos, sólo para recordarles algo. ¿Pueden hacer memoria de lo que les dijo hace unas semanas atrás?
— ¿Tú recuerdas algo, hermano Caín?
Indagó el menor, a lo que el azabache negó... Ambos estuvieron un rato pensando, y al final terminaron negando. No recordaban lo dicho hace semanas atrás.
— Lo supuse... Bueno, estamos preparando la fiesta. La fiesta de ustedes, que van a ascender a ángeles mensajeros, y que ahora podrán explorar el mundo, y dejarles mensajes a la gente que necesita alguna respuesta.
Y sonrió. No lo dijo, pero los hermanos pudieron notar, en sus ojos y en su sonrisa, un enorme orgullo; Caín extendió sus alas, y Abel le imitó, ambos algo emocionados.
— Ya hicimos memoria, Arcángel Miguel. ¿Podrías llevarnos con Dios padre? No hay que hacerle esperar~.
El castaño asintió con su cabeza y, sin más que decir, también extendió sus alas, y empezaron a volar, dirigiéndose hacía el templo en dónde Dios se encontraba.
Qué enorme felicidad tenían los hermanos. Ojalá esa sensación, esa tranquilidad, esa alegría, durase para siempre...
ESTÁS LEYENDO
Caín Y Abel: Entre El Bien Y El Mal
FantasySe dice que Caín y Abel eran los ángeles más hermosos del cielo, cómo también los más adorados por su creador, el mismísimo Dios. Pero una gran tragedia hizo que todo cambiase para siempre. Abel fue acusado y desterrado del paraíso por un terrible p...