Primer Capítulo

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LA CASA DEL ACANTILADO.

PRIMER CAPÍTULO

El pequeño pueblo donde discurre esta historia, se encuentra bañado por el mar mediterráneo, es un pueblo de pescadores, muy humilde de, unos  mil habitantes aproximadamente, aquí se conoce todo el mundo y siempre hay personas que se destacan por su forma de ser. Entre ellas hay dos personajes, de los cuales vamos hablar y conocer, uno de ellos es Don José, un señor mayor, de pelos blancos, muy delgado y bastante alto, su cara como casi todas las personas mayores que nacen y viven en zona costera, se encontraba surcada por cientos de arrugas, su nariz respingona  y sus ojos gris claros, hacían que su cara fuera de persona simpática y bonachona,  en realidad lo era, su caminar era altivo y señorial, se acompañaba de un sombrero de ala, al cual se le llama “mascota” y un bastón con empuñadura de plata, con la forma de un delfín.

Este señor era hombre de costumbres, todas las mañanas lloviera o nevara, salía se su casa a las nueve de la mañana, bajaba por la carretera en dirección al pueblo, durante su trayecto, saludaba a todo vecino que se encontraba por su nombre, nunca se equivocaba ni de nombre ni de persona y si alguno de los que se encontraba, tenia un familiar enfermo se paraba y se interesaba por el, la mayoría se preguntaban como se enteraba tan rápido de los enfermos del pueblo, ya que incluso los que habían enfermado la noche anterior el ya lo sabia y antes de entrar en el casino del pueblo, solía llegarse a la casa del enfermo, a no ser que se encontrara algún familiar antes.

Bien, su costumbre era, llegar a la panadería, que era el primer lugar que encontraba, en ella solía comprar dos barras de pan, siguiendo su camino, pasaba por el estanco donde compraba, sus tres puros diarios, menos el sábado que compraba seis, ya que el local no habría los domingos, seguidamente pasaba por la tienda de alimentación, las típicas tiendas de barrio, en ella dejaba un papelito con las cosas que deseaba y se marchaba a la tienda de electrodomésticos, en ella no compraba nada, solo saludaba al comerciante y hablaba con el de cosas sin importancia, casi siempre de los chismorreos del pueblo, ya que era el, uno de los que tenían informado de todas las cosas que ocurrían en el pueblo, incluso de los enfermos, de allí, al kiosco de prensa y de chuchearías, en el compraba la prensa  diaria, se la enrollaba y se la colocaba debajo del brazo, automáticamente se metía en el casino, este se encontraba justo enfrente del kiosco, de allí ya no salía hasta la una.

      Ya hemos conocido parte de uno de los personajes, ahora pasaremos al otro, este se llama Luis, pero todo el mundo lo conoce por Luichi. Este chico de doce años, era conocido por todo el pueblo por su bondad, tenia el pelo castaño claro, corto y peinado a raya, los ojos muy grandes de color marrón claro, con unos toques verdes alrededor, las orejas las tenia un poco asoplilladas, pero no lo bastante como para afearlo, su constitución era de chico fuerte, espaldas anchas y brazos fuertes, muy inteligente y cabezón, cuando se le metía algo en la cabeza, no paraba hasta haberlo conseguido. También era persona de costumbres, todas las mañanas después de desayunar con su madre y recoger la mesa, se marchaba a la plaza de abastos, allí pasaba la mañana ayudando a las mujeres, cuando se encontraba con alguna que llevaba mas bolsas de la cuenta, se las quitaba y salía corriendo, se las dejaba en la casa, detrás de la puerta, nunca admitió propina de nadie, como las mujeres lo sabían, no le decían nada, cuando pasaban por el kiosco de Paco, le dejaban alguna chuchería pagada, este era el mismo sitio donde Don José compraba el periódico, muchas veces, se le juntaban muchas cosas pagadas, pero el le daba igual, no era un chico de comer muchas golosinas, muchas veces al ir al kiosco, se encontraba con dos o tres compañeros de colegio y los invitaba, mas de una vez se le dio el caso, de ser buscado para lo mismo, a el no le importaba, mas bien le gustaba.

Sobre la una marchaba a casa para comer con su madre, muchas veces con alimentos, que su madre le había pedido de traer, llegaba a casa, saludaba a su madre, que siempre se encontraba delante de la maquina de coser. Desde la muerte de su padre años atrás, solo entraba en casa, el dinero que su madre ganaba cosiendo ropa para la gente del pueblo, tenia que ser buena, porque no le faltaba el trabajo. El chico ponía la mesa y calentaba la comida, que su madre había preparado antes, sacaba la comida de la olla y llamaba a su madre, siempre comían juntos, no hablaban mucho, solo cuando el hijo se enteraba de algún enfermo o accidente que hubiese ocurrido en el pueblo, no significaba que estuvieran enfadados, sino que el chico era parco en palabras, eso lo había heredado de su madre, por lo tanto si se juntan dos que eran iguales, pocas palabras se cruzaban.

La casa del acantiladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora