Cuarto capítulo

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                                                           CAPITULO CUARTO

   _Una noche estaba con Luisa en el porche de la casa, hacia  mucho calor y se escucho unos silbido en el acantilado, nos asomamos allí y vimos a mi amiga Noelia, estaba con otra compañera agarrada a las rocas, baje todo lo aprisa que pude, su compañera estaba herida de gravedad, la sacamos del agua y volví a la casa por el maletín y por una tienda de campaña, debía de atenderla afuera del agua y no podíamos dejar que nadie la viera, estuve cuatro días con sus noches curando a Casilda, mi esposa bajaba y traía comida y café, cuando cure a la chica, fue cuando idee el teleférico, no podía volver atender un herido de esa manera, tuve mucha suerte, pero podía haber habido una desgracia por no poderla subir.

   _ Su mujer sabia lo de las sirenas.

   _ Fue lo primero que le conté la noche de bodas, ella debía de estar al tanto de todo, si no la cosa no funcionaria.

   El chico miro la torre.

   _ ¿Quieres ver como funciona?

   _ ¿Podemos?

   _ Claro, ven te enseñare.

   Marcharon los dos en dirección a la torreta, en ella había una caja de mecanismo eléctricos con una cerradura, el hombre saco una llave del bolsillo y abrió la caja, dentro dos botones uno rojo y otro verde, pulso el verde, enseguida se escucho un rumor de motores y los cables comenzaron a bambolearse, un minuto mas tarde, apareció por encima de la tapia una caja rectangular con cristales ahumados, la caja siguió su curso hasta dejarse caer dentro de la piscina, una vez estuvo todo parado se volvió hacia la caja y pulso el botón rojo, volvió a ponerse en funcionamiento  la maquina y con mucha suavidad se elevo y desapareció por el mismo sitio que había llegado, cerro la puerta de la caja y se guardo la llave en el bolsillo, volvieron a la mesa sin decir nada, se sentaron y el hombre miro al chico.

   _ ¿Sabes lo que deseo de ti?

   _ Creo que si, por todo lo que me ha contado, deduzco que quiere que yo siga su trabajo.

   El hombre asintió con la cabeza

   _ Que piensas sobre ello: El chico no lo pensó.

   _ Lo haré.

   _ Me encanta que no hayas titubeado, ni pensado un momento, pero debes de hacerlo, esta vida es muy monótona, no puedes faltar de la casa más de tres horas seguidas, no tendrás vacaciones, ni podrás emborracharte, ni viajar, ni… En fin, tu vida será igual que la mía monótona, vivirás holgadamente y podrás tener todos los caprichos que desees, y lo peor de todo, siempre tendrás un secreto que no podrás revelar a nadie, hasta que llegues a una edad como yo, y escojas a otro chico para que la saga continué. ¿Sigues pensando de la misma manera?

   _ Si, creo que esta vida me gustara, nunca he tenido pensamiento alguno sobre mi futuro, me había propuesto seguir los pasos de mi padre y convertirme en pescador y puesto a decidir, prefiero esta vida. Estoy con usted y tiene mi palabra que intentare estar a la altura de lo que espera de mí.

   _ Veo que no piensas cambiar de idea, por lo tanto te voy a dar una grata sorpresa, esta noche, te vienes sobre las nueve de la noche, le dices a tu madre, que no se preocupe por ti, ni por la hora, que cuando terminemos te acompañare a casa.

   _ ¿Que sorpresa me va a dar?

   _ Si te lo digo no será sorpresa.

   El chico sonriendo se levanto de la mesa y se despidió del hombre hasta la noche, corrió hasta su casa, estaba deseando contarle a su madre casi todo lo que había pasado y decirle que se iría a la ciudad a estudiar medicina.

La casa del acantiladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora