Reencuentro

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Érase una vez un pequeño niño de cabello rubio como el sol y ojos azules como el mismo mar, cuyo nombre era Steve. Él se encontraba de vacaciones con sus padres en un crucero en el caribe. Su hogar estaba cientos de kilómetros costa arriba y aunque no lo añoraba, si extrañaba a su mejor amigo, quien vivía del otro lado de la calle. Le habría gustado invitarlo a ver con él el mar, las nubes y las aves que cruzaban el cielo a medida que se su barco avanzaba; tal vez, con él podría divertirse un poco, porque no había mucho con que entretenerse en el crucero. La única diversión para él era la alberca, pero sólo podía quedarse en la orilla porque no sabía nadar y no había, tampoco, muchos niños con los cuales jugar; además, como era algo enfermizo, no podía jugar por largo tiempo o en algo que lo agitara mucho. Sus padres, por el contrario, pasaban todo el día riendo, jugando en el casino del crucero o en el salón de baile; poco caso le hacían y él, muchas veces, se sentía no sólo aburrido, sino solo.

Un día, al atardecer, en la cubierta del barco, hubo un evento, con música, baile y bocadillos. De todo ello, él sólo pudo disfrutar de los últimos. Cuando sus padres se levantaron de la mesa, para bailar un poco, él decidió dar una vuelta por ahí. Se sentó al borde de la cubierta, y pasó las piernas por los espacios del barandal que protegía la borda. Desde ahí pudo ver como el sol se ocultaba tras el agua ondulante del mar, pintando sobre ésta un halo dorado. Entonces, vio algo ahí, cerca de él, casi bajo sus pies. Algo que parecía moverse tras el barco, una sombra curiosa, de un color rojizo que podía confundirse con los últimos rayos del sol. Aquello tuvo un efecto de mesmerismo en él. Cautivado, atraído, ni siquiera pensó lo que hizo. Se levantó de su asiento, pasó una pierna por entre las barandas y, luego, la otra. Luego, sin más, una vez libre, se dejó caer al agua.

El agua salda lo cubrió, lo envolvió. Pero se sintió bien, ni más ni menos. El agua estaba tibia, lo envolvió como una manta, como un abrazo. Y al abrir los ojos, vio a otro niño con él. Un bonito niño de pelo castaño, quien le sonrió y estiró sus manos hacia él. Y Steve hizo lo mismo. Sus manos se entrelazaron, y otro calorcito le recorrió por todo el cuerpo. El niño tiró un poco de él y él pataleó para acercarse. El castaño lo soltó, sólo para girar sobre su eje, una pequeña pirueta que lo hizo sonreír. Ojalá fuera cómo él, se dijo Steve. Tan bonito y ágil, con esos ojos tan grandes y brillantes, con esa cola rojiza y dorada. Así podría nadar con él a dónde éste quisiera.

Entonces, cuando el pequeño castaño estiró sus manos para tomarlo de nuevo, algo se lo impidió y lo asustó. Muchas burbujas se crearon, de pronto, entre ellos y una sombra más grande tomó en brazos a Steve y lo llevó fuera del mar. Cuando se dio cuenta que se lo llevaban, el castaño nadó hacia allá para tomar la mano que éste aún estiraba para él. Pero no lo alcanzó. Se aventuró y asomó los ojos por encima del agua. Ahí vio que el hombre entregaba a Steve a una mujer, alejándolo de él. Triste, el pequeño se sumergió de nuevo.


Muchos años pasaron, y el pequeño y enfermizo niño rubio, de ojos azules, creció para convertirse en un hombre fuerte y atractivo que se dedicaba a pintar cuadros hermosos. Pintaba de todo, desde flores, hasta cosas que sólo parecían manchas, pero lo que más amaba pintar era todo aquello que estuviera relacionado con el mar, pero sobre todo...

—¿¡Otra sirena!?

Steve dejó el pincel sobre la paleta y sonrió. Su mejor amigo, Bucky, quien era, además, su agente y quien solía hacerse cargo de la promoción y venta de sus pinturas, ladeó el rostro con una ceja levantada y los brazos cruzados.

—¿No has pensado que estás obsesionado con ellas? —le preguntó.

Steve sonrió de nuevo.

—Eso lo sé—dijo y se levantó del banco para observar a la misma distancia que su amigo, su propia obra.

—Como sea—continuó Bucky—, "Las Sirenas" de Steve Rogers son las que mejor se venden. Es curiosa la cantidad de personas que están en tus mismas condiciones.

Me enamoré de un tritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora