Luna

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—¿Me abres? —preguntó Steve del otro lado de la puerta.

Tony se apoyó en la bañera y con los brazos se impulsó hacia arriba.

—No, no, espera.

—¿Tony?

Tony resbaló por el borde de la bañera y cayó al piso aparatosamente.

—Auch.

—¿Tony? ¿Estás bien?

—Sí, sí, espera— Tony se incorporó y se sentó en la alfombra. Tomó la toalla que colgaba del toallero y comenzó a secar su cola de pez—rápido, rápido—murmuró.

—Tony, ¿te caíste? Déjame pasar—Steve estaba apoyado en la puerta cuando escuchó que Tony encendía la secadora—,¿qué está pasando?

Tony se las había arreglado para arrastrarse un poco y conectar la secadora, que estaba en uno de los cajones del tocador. Con ella apuró el proceso de secado.

—Vamos, vamos—murmuró y, luego, en voz alta— Espera, Steve, ya casi término.

—Pero... Tony... si no me abres...—la frase se quedó a medias. La puerta se abrió y vio a Tony envuelto en una toalla—¿Qué pasa? —preguntó.

—Nada, me dio pena.

Steve frunció el ceño y dio un respingo.

—¿Pena? —sonrió— Pero si ya te he visto y hemos...

—¡Me dio Pena! —repitió Tony y pasó a su lado con la toalla a su alrededor directo a la habitación.

Steve le miró extrañado, pero como no quería que Tony le cerrara la puerta de la habitación, corrió en pos de él.

—Tony—le dijo, cuando lo alcanzó y lo tomó del brazo para detenerlo—, lo siento. Comprendo, no siempre se está de ánimo. Perdóname.

Tony giró sobre sus talones y lo miró, había un rastro de lágrimas y Steve se asustó.

—Lo siento—pidió—, no quería hacerte llorar. Soy un idio...

Tony dejó caer la toalla y se abrazó a su torso, Steve sólo usaba pantalón pijama, así que sintió la humedad en el cabello y torso de Tony.

—Yo lo siento—dijo éste último y levantó el rostro hacia él.

Steve no dijo nada más, se besaron y así retrocedieron hasta la cama. Tony trepó a ella y separó las piernas dándole espacio a Steve entre ellas. Éste le miró interrogante.

—No tienes que...

—No lo hago, me gusta, es sólo que en la ducha es un poco... resbaloso.

Steve sonrió, bueno, en eso tenía razón. Asintió y deslizó el pantalón hasta el suelo. Tony rió cuando lo abrazó contra el colchón.

—Perdona, si te asusté—le dijo después.

—Está bien—dijo Steve—, tenemos tiempo para poner antiderrapante en el baño.

Tony volvió a reír, pero hubo algo de zozobra en su risa.

—No será posible.

—¿Por qué? —Preguntó Steve, al tiempo que repartía besos en el rostro y cuello de Tony.

—Sólo tengo cinco días... cuatro.

Steve frunció el ceño y lo miró.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Sólo mientras dura la luna llena—le dijo Tony y pasó sus dedos por el pelo rubio de Steve; le gustaba porque era liso y suave al tacto.

—No entiendo—dijo éste— ¿Por qué no te quedas incluso después de eso?

Me enamoré de un tritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora